«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad…»

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Previo a nada decir que en este fechas y por estos lares tradicionalmente se celebraba como acción de gracias la ya recogida  mies en los graneos. El Evangelio según san Lucas (10,1-9) de la misa de hoy, 18 de octubre, está lleno de matices de los que se pueden deducir varias enseñanzas interesantes:

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios.» Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: «Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios.» Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo

 Jesús no solo tenía como discípulos a los 12 aposteles, también, como se ve, contaba con otros, aquí se mensionan a 72, y tras la Resurrección se dice que se aparecio hasta a 500 hermanos, ¿seguidores?: «resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de 500 hermanos juntos,” (1 Corintios 15, 5-6).

Que a los 72 los mandó por delante, a dónde luego pesaba ir El, también a predicar el Reino. Algo así nos manda a «todos» sus seguidores, a anunciar su mensaje con el testimonio, a otros los elige, como a los sacerdotes y consagrados, a un mayor compromiso en esa labor o carisma; tras ellos va el Señor, en el momento de arraigar el chispazo de fe Jesús se hace presente.  

Jesús eligió y sigue llamando hasta el fin de los tiempos a los que encargue esta misión de anunciarle a todos, al mundo entero. Y no hay excusa posible para darle un no como respuesta: Jesús eligió a personajes sencillos, gente corriente, sin nada intelectualmente por lo que destacar. Y esto vale para siempre. Pues como se dice, «Dios no elige a los capacitados; capacita a los que elige«. San Juan María Vianney, el cura de Ars, patrono de los sacerdotes, que decía de sí: «Dios me ha concedido esta gran misericordia de no poner en mí nada sobre lo cual pueda apoyarme: ni talento, ni ciencia, ni sabiduría, ni fuerza, ni virtud«[1]. Todos de alguna manera somos enviados a anunciar, testimoniar el reino. A veces nos gusta sentirnos “elegidos” por Él, para hacer grandes cosas, pero todos somos elegidos para servir, para hablar de Dios, que le conozcan… El apostolado nos compete a todos.

Hoy dia, como nunca, hay se da una intensa desafección o quizá simplemente indiferencia ante la religión; una crisis de fe de la que no escapa el número de voaciones, de respuesta afirmativa, la mundanidad que envuelve a la juventud hace inadible la llmada de Dios; de modo que «la mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies»; Jesús pide que intercedamos para que Dios, el Señor de la mies que se da en la Tierra, que le pertenece, envíe trabajadores  (discípulos-sacerdotes) que cultiven la mies.

Jesús a los que encomienda esa misión de anunciar el Evangelio –«Está cerca de vosotros el reino de Dios«- que lo hagan con un talante de absoluta confinza o fe en la Providencia: «no llevéis talega, ni alforja, ni sandalias«; no sólo no pertrechado intelectualmente sino también en el aspecto material, no hay que preocuparse de eso, Dios estará con ellos: como dijimos antes: Dios capacita a los que elige y los guarda en todos los sentidos.

Es obvio que en el camino de la fe, al vivirla y tesmoniarla, nos exponemos a todo tipo de peligros, físicos y espirituales. Jesús, sabedor como nadie de ello, nos avisa aquí como en otros momentos de los evangelios, de los riesgos que implican el ser de los suyos, y máxime si están en esta actividad de anuncio del Reino; así pues, Jesús nos pone en sobreaviso: «Mirad que os mando como corderos en medio de lobos».

El Señor sabe, por propia experiencia, el riesgo… Pero hay que ser, pesa a todo, cordenro, como él, que fue llevado al matadero para remisión de los pecados; como el cordero degollado que en la tradición judaica se ofrecía sacrificialmente para con sus sangre redimir las culpas el pueblo; de modo parecido, hemos de ser nosotros en nuestras vidas de seguidores de Cristo. Es decir, que con nuestra mansedumbre, padecimiento, capacidad de aguantar pacientemente, etc., cargaremos sobre nosotros los comportamientos brucos, maleducados, agresivos, injustos, egoístas, etc., de las personas que nos rodean, que han perdido su cualidad humana para animalizarse.

Cuando alguien nos falta al respeto -y cosas por el estilo, como toda clase de ofensas y marginaciones-, no olvidamos que ése es el momento que debemos compartir con Jesús. Es un momento privilegiado para asemejarnos al Señor, que fue humillado, ofendido, maltratado,  golpeado, burlado, ofendido, abofeteado,… y perdonar y poner la otra mejilla. Los clavos de la cruz son los defectos del prójimo con los que hay que dejarse atravesar, cada día.

Esta es la actitud de los corderos cristianos, y que con ello santifican el lugar y el ambiente en que están, neutralizando el mal,  a base de poner bien. !Cuántos hogares, por ejemplo, han sido salvados de romperse por esta tipo de personas! La Gracia divina se derrama a través de estos apóstoles de Cristo.

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Palabras del papa Francisco sobre los corderos y los lobos, en el Angelus de 7 de julio de 2019:

Cuando envía a los setenta y dos discípulos, Jesús les da instrucciones precisas que expresan las características de la misión. La primera ―ya lo hemos visto―: rezad; la segunda: id; y luego: no llevéis bolsa o alforja …; decid“Paz a esta casa” … permaneced en esa casa … No vayáis de casa en casacurad a los enfermos y decidles“El Reino de Dios está cerca de vosotros”; y, si no os reciben, salid a las plazas y despedíos (cf. versículos 2-10). Estos imperativos muestran que la misión se basa en la oración; que es itinerante: no está quieta, es itinerante; que requiere desapego y pobreza; que trae paz y sanación, signos de la cercanía del Reino de Dios; que no es proselitismo sino anuncio y testimonio; y que también requiere la franqueza y la libertad para irse, evidenciando la responsabilidad de haber rechazado el mensaje de salvación, pero sin condenas ni maldiciones.

Y estas otras hermosas palabras del papa Francisco sobre los corderos y los lobos, en la Audiencia General de 15 febrero 2023:

«Yo os envío como ovejas en medio de lobos» (v. 16). No nos pide que sepamos afrontar a los lobos, es decir, que seamos capaces de argumentar, contraatacar y defendernos: no. Nosotros pensaríamos así: llegamos a ser relevantes, numerosos, prestigiosos y el mundo nos escuchará y nos respetará y ganaremos a los lobos: no, no es así. No, os mando como ovejas, como corderos, esto es lo importante. Si tú no quieres ser oveja, el Señor no te defenderá de los lobos. Arréglatelas como puedas. Pero si tú eres oveja, está seguro que el Señor te defenderá de los lobos. Ser humildes.  Nos pide que seamos así, mansos y con las ganas de ser inocentes, estar dispuestos al sacrificio (…) Y Él, el Pastor, reconocerá a sus corderos y les protegerá de los lobos. En cambio, los corderos disfrazados de lobos son desenmascarados y devorados. Escribía un Padre de la Iglesia: «Porque mientras somos ovejas, vencemos; aun cuando nos rodeen por todas partes manadas de lobos, los superamos y dominamos. Pero si nos hacemos lobos, quedamos derrotados, pues nos falta al punto mismo la ayuda del pastor. Como quiera que Él apacienta ovejas y no lobos» (S. juan Crisóstomo, Homilía 33 sobre el Evangelio de Mateo).  

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Catena Aurea

 San Cirilo

Había dicho el Señor, por medio de sus profetas, que la predicación del Evangelio no sólo se extendería a todos los pueblos de Israel, sino también a todos los gentiles. Por esto el Señor no sólo escogió doce apóstoles, sino que instituyó también otros setenta y dos. Por lo que se dice: «Y después de esto señaló el Señor también otros setenta y dos», etc.
 

Beda

Oportunamente fueron enviados setenta y dos, porque había de predicarse el Evangelio a otras tantas naciones en el mundo. Y así como antes había escogido doce, a causa de las doce tribus de Israel, así ahora éstos son escogidos para enseñar a las gentes de fuera.
 

San Agustín, de quaest. evang. 2, 14

Como en el espacio de veinticuatro horas la luz recorre e lumina todo el mundo, así la función de ilustrar al universo por el misterio de la Trinidad se confía a setenta y dos discípulos, porque veinticuatro repetido tres veces hace setenta y dos.
 

Beda

Así como no hay quien dude que los doce apóstoles representaban a los obispos, así estos setenta y dos fueron la figura de los presbíteros (esto es, los sacerdotes de segundo orden). Sin embargo, en los primeros siglos de la Iglesia (como se sabe por tradición apostólica), unos y otros se llaman obispos y presbíteros; el uno significa madurez de sabiduría, y el otro cuidado del cargo pastoral.
 

San Cirilo

Esto ya lo había prefigurado Moisés, eligiendo setenta por orden de Dios ( Núm 11), a quienes Dios infundía su divino Espíritu. También se dice en el libro de los Números ( Núm 33), que los hijos de Israel vinieron a Elim (que quiere decir ascenso), y encontraron allí doce fuentes de agua viva y setenta palmeras. Aspirando nosotros así al ascenso espiritual, encontraremos doce fuentes (esto es, los santos apóstoles, de quienes sacamos la ciencia de la salvación, como de la fuente del Salvador), y setenta palmeras, es decir, éstos que ahora son destinados por Cristo. Es la palmera un árbol de buena médula, profunda raíz, fértil, y que siempre se cría junto a las aguas; es también alta y extiende hacia arriba sus ramas.

Prosigue: «Y los envió de dos en dos».
 

San Gregorio, hom. 17, in Evang

Los mandó así, porque dos son los preceptos de la caridad: el amor de Dios y el del prójimo; y entre menos de dos no puede haber caridad. Esto nos indica que, quien no tiene caridad con sus hermanos, no debe tomar el cargo de predicador.
 

Orígenes

Así como los doce apóstoles fueron nombrados de dos en dos, como en el catálogo de ellos demuestra San Mateo, así que sirviesen también de dos en dos a la palabra de Dios parece que es antiguo. Sacó el Señor a Israel de Egipto por medio de Moisés y Aarón ( Ex 12); Josué y Caleph, unidos, apaciguaron al pueblo sublevado por doce exploradores ( Núm 13;14). Por lo que se dice: «Un hermano ayudado por otro es como una ciudad fortificada» ( Prov 18,19).
 

San Basilio

También dio a entender aquí que, si algunos son iguales en dones espirituales, esto no dejará que prevalezca en ellos la pasión de la opinión propia.
 

San Gregorio in Evang. hom. 17

Se añade muy oportunamente: «Delante de El, a toda ciudad y lugar, a donde El había de venir». El Señor sigue a sus predicadores. La predicación prepara y entonces el Señor viene a vivir en nuestra alma, cuando preceden las palabras de la exhortación y la verdad se recibe así en la mente. Por esto dice Isaías a los predicadores ( Is 40,3): «Preparad los caminos del Señor, enderezad las sendas que a El conducen».
 

Teofilato

El Señor había designado discípulos a causa de la multitud que necesitaba de instructores. Porque así como nuestros campos, cuando están espigados, necesitan muchos espigadores, así los que habían de creer, como eran innumerables, necesitaban de muchos doctores. Por lo que sigue: «La mies ciertamente es mucha».
 

Crisóstomos

Y ¿cómo llama mies a lo que aún no ha nacido? Todavía no ha arado, ni ha abierto surcos y ya habla de las mieses. Podían, pues, los discípulos vacilar, meditar entre sí y decir: ¿Cómo será posible que nosotros, tan pocos en número, podamos convertir a todo el mundo; los sencillos a los sofistas, los desnudos a los vestidos, los súbditos a los que dominan? Para que no se turbasen con la reflexión de todo esto, llama al Evangelio mies, como diciendo: Todo está preparado. Os envío a la recolección ya preparada de frutos; en el mismo día podéis sembrar y coger. Así como el colono disfruta viendo el estado de sus mieses, así vosotros debéis salir mucho más contentos al mundo; porque ésta es la mies y yo os presento los campos ya preparados.
 

San Gregorio ut sup

Pero no sin tristeza podemos decir lo que sigue: «Los trabajadores son pocos». Porque, aun cuando hay muchos que oyen, hay muy pocos que predican. El mundo está lleno de sacerdotes, pero en la siega del Señor son pocos los que se ocupan, pues aceptamos el cargo sacerdotal pero no cumplimos los deberes de este cargo.
 

Beda

Así como la abundancia de mies es toda la turba de los creyentes, así los pocos operarios son los apóstoles y los imitadores de ellos, que son enviados a la mies.
 

San Cirilo

Como los campos dilatados exigen mayor número de trabajadores, así la multitud de los que habían de creer en Cristo. Por lo que prosigue: «Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe trabajadores a su mies». Obsérvese que cuando dijo: «Rogad al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies», los envió El después. Luego El es el Señor de la mies, y por El y con El Dios Padre lo domina todo.
 

Crisóstomo, hom. 33, in Matth

Después los multiplicó, no añadiendo al número, sino dándoles poder. Insinúa que es un gran don que se envíen operarios a la mies divina, por eso dice que debe rogarse al Señor de la mies.
 

San Gregorio, in Evang. hom. 17

Por esto debe invitarse a los súbditos a que rueguen por sus pastores para que trabajen dignamente y su lengua no cese de exhortar. Muchas veces la lengua de los predicadores se restringe por su indignidad; pero otra gran culpa de los súbditos es que se retire la palabra de la predicación a quienes los gobiernan.

 

San Cirilo

Dice San Lucas a continuación que los setenta discípulos aprendieron de Cristo la erudición apostólica, la modestia, la inocencia, la equidad. Aprendieron a no preferir cosa alguna del mundo a las santas predicaciones y a aspirar de tal modo a la fortaleza del alma que no temiesen ningún terror, ni la misma muerte. Por lo que dice: «Id».
 

Crisóstomo, in Mat. hom. 34

La virtud del que los enviaba era su consuelo en todos los peligros. Por ello dice: «He aquí que yo os envío». Como si dijese: Esto basta para vuestro consuelo, esto es suficiente para esperar y no temer los males que puedan sobrevenir; lo que significa cuando añade: «Como corderos entre lobos».
 

Isidoro Abad

Dando a conocer la sencillez y la inocencia de los discípulos, pues no llama corderos, sino cabritos, a los que son irascibles e injurian a la naturaleza con sus excesos.
 

San Ambrosio

Son contrarios entre sí estos animales, por lo que son devorados unos por otros, esto es, los corderos por los lobos. Pero el buen Pastor no quiere que su rebaño tema a los lobos. Por tanto, estos discípulos no fueron enviados como presa, sino a extender la gracia; pues la solicitud del buen Pastor hace que los lobos nada puedan emprender contra los corderos. Luego envía a los corderos entre los lobos para que se realizara aquella profecía: «Entonces los lobos y los corderos se apacentarán juntos» ( Is 65,25).
 

Crisóstomo hom. 14

Esto fue indicio manifiesto del gran triunfo, que, estando los discípulos rodeados de enemigos, como los corderos lo están de los lobos, sin embargo los convirtiesen.
 

Beda

O llama especialmente lobos a los escribas y a los fariseos, que son los sacerdotes de los judíos.
 

San Ambrosio

O los herejes se deben comparar a los lobos, pues los lobos son fieras que acechan los rediles y merodean cerca de las casas de los pastores. No se atreven a penetrar en ellas, pero exploran el sueño de los perros y aprovechan la ausencia o la torpeza de los pastores para acometer a la garganta de las ovejas y ahogarlas inmediatamente. Son fieros, rapaces, rígidos de cuerpo por naturaleza, de modo que no pueden retornar fácilmente. Son llevados por cierto ímpetu propio y por eso se les burla muchas veces. Si ven antes a algún hombre, el instinto natural los lleva a ahogar su voz; pero si el hombre los ve a ellos antes, temen ser rechazados. Así los herejes asedian los rediles de Jesucristo. Aúllan junto a las casas de noche, porque es siempre de noche para los pérfidos, que oscurecen la luz de Cristo con las nubes de sus falsas interpretaciones. Sin embargo, no se atreven a penetrar en los rediles de Cristo y por ello no son sanados como aquel que fue curado en el establo, cuando cayó en manos de los ladrones. Acechan en ausencia de los pastores, porque estando ellos presentes, no se atreven a acometer a las ovejas de Cristo. Son duros y rígidos por su mala intención, y no acostumbran dejar sus propios errores, a quienes Cristo, verdadero intérprete de la Sagrada Escritura, burla, para que en vano derramen sus ímpetus y no puedan dañar. Si previenen a alguno con los artificios de su disputa, lo hacen enmudecer; pues mudo es el que no confiesa la palabra de Dios con la gloria que le es propia. Guárdate, pues, de que el hereje te quite la voz, si no le sorprendes primero, porque serpea mientras su perfidia está oculta. Mas si conoces las ficciones de su impiedad, no tendrás que temer la pérdida de la voz piadosa. Invaden la garganta y hieren los órganos vitales mientras atentan contra el alma. Si oyes también que alguno se dice sacerdote y conoces su rapiñas, quede claro que es oveja en el exterior y lobo por dentro, que desea satisfacer su rabia con crueldad insaciable de matanza humana.
 

San Gregorio, hom. 17, in Evang

Muchos hay que cuando reciben el cargo de pastores se enardecen para desgarrar a sus súbditos y hacerles sentir el terror de su poder. Y como no tienen entrañas de caridad, quieren mostrarse señores y no se reconocen padres, mudando la humildad en orgullo de dominación. Contra todo lo cual debemos considerar que somos enviados como corderos en medio de los lobos, para que guardando el candor de la inocencia, evitemos la mordedura de la malicia. El que se dedica a predicar no debe hacer mal, sino sufrirle; y si el celo de la justicia exige que alguna vez proceda contra sus súbditos, debe amar interiormente a aquellos que castiga y parece perseguir exteriormente. Entonces el pastor aparecerá como tal, cuando no pone su alma bajo el pesado yugo de la codicia terrena. Por lo que sigue: «No llevéis bolsa, ni alforja».
 

San Gregorio Nacianceno Orat. 1

El resumen de todo esto es que deben ser tan virtuosos, que el Evangelio se propague no menos por el modelo de su vida que por su palabra.
 

San Gregorio, ut sup

Tanta debe ser la confianza que el predicador ha de tener en Dios que, aunque no tenga lo necesario para vivir, no debe fijarse siquiera en si esto le falta, no sea que, mientras se ocupa en las cosas de la tierra, no cuide del bien eterno de los demás.
 

San Cirilo

Así, pues, había mandado no tener cuidado de su misma persona, cuando dijo: «Os envío como corderos entre lobos». Ni concedió tampoco que anduviesen solícitos acerca de las cosas extrínsecas para el cuerpo, cuando dijo: «No llevéis bolsa, ni alforja». Ni aún les permitió llevar algo de lo que no está unido al cuerpo. Por lo que añade: «Ni calzado». No les prohibió solamente que llevasen bolsa y alforja, sino también todo cuidado o distracción, aún para saludar al que encontrasen; por lo que añade: «Ni saludéis a ninguno en el camino». Lo que antes dijo también Eliseo. Como si dijera: «Id rectos a vuestra obra, sin cambiar saludos», porque es un daño emplear en vano el tiempo de la predicación, a excepción de las cosas necesarias.
 

San Ambrosio

No prohibió esto el Señor porque le desagradasen las obras de benevolencia, sino porque le agradaba más la intención de proseguir su obra.
 

San Gregorio Nacianceno

Les mandó también esto el Señor en honor a la palabra; para que no pareciese que podían ser ya accesibles a las adulaciones, quiso que no se cuidasen de las palabras ajenas.
 

San Gregorio ut sup

Si se quiere considerar esto como una alegoría, diremos también que el dinero encerrado en la bolsa representa la sabiduría oculta. El que tiene la sabiduría y no quiere hacer participante de ella a su prójimo, la tiene como encerrada en un saco. Por alforja se entienden los cuidados de la vida; por el calzado, los ejemplos de las obras de los muertos. El que toma, pues, a su cargo la predicación, no debe cuidarse de las cosas mundanas; no sea que, preocupándose demasiado por ellas, no pueda elevarse a la predicación de la celestial doctrina. Ni debe fijarse tampoco en los ejemplos de las obras de los necios, para que no crea proteger sus actos con pieles muertas, y que, viendo a los otros obrar así, piense que puede hacer lo mismo.
 

San Ambrosio

El Señor nos quiere desprender de todo lo terreno; por esto mandó a Moisés que se descalzase, cuando había de enviarle a libertar a su pueblo ( Ex 3). Mas si alguno desea saber por qué se mandó a los israelitas que comiesen el cordero de pie y con el calzado puesto, al salir de Egipto ( Ex 12), mientras que a los apóstoles se les manda ir a predicar el Evangelio sin calzado, ha de considerar que el que está en Egipto debe temer todavía la mordedura de la serpiente, porque el veneno abunda en Egipto; y el que celebra la Pascua figurativa puede ser herido, mientras que el ministro de la verdad no teme los venenos.
 

San Gregorio

Todo el que saluda en el camino saluda por la ocasión del viaje, no por el celo de desear la salud. Aquel, pues, que predica, no por amor de la vida eterna, sino por la ambición de los premios que pueden ofrecerle los oyentes, se parece al que saluda en el camino, porque desea la salvación a los oyentes con ocasión, no con intención.

 

Crisóstomo in Epis. ad Col. 3

La paz es la madre de todos los bienes; sin ella todos los demás bienes son inútiles. Por ello el Señor mandó a sus discípulos que cuando entrasen en alguna casa, inmediatamente invocasen la paz sobre ella, como señal de los demás beneficios que venían a traer, diciéndoles: «En cualquier casa que entrareis, primeramente decid: paz sea a esta casa».
 

San Ambrosio

Esto es, debemos anunciar la paz y procurar que se celebre nuestra entrada con la bendición de la paz.
 

Crisóstomo, in Epis. ad Col. 3 et in Sal. 124

Por esto el Pontífice le da a la Iglesia diciendo: «La paz sea con vosotros». Los santos imploran la paz, no sólo la que existe entre los hombres, sino la que debe existir dentro de nosotros mismos. Porque muchas veces llevamos la guerra en nuestro corazón, nos afligimos sin que nadie nos ofenda y se levantan contra nosotros los malos deseos.
 

Tito Bostrense

Dice, pues: «Paz sea a esta casa». Esto es, a los que habitan en esta casa. Como diciendo: Hablad a todos, a los grandes y los pequeños; sin embargo, vuestro saludo no será dirigido a los indignos. Por lo que sigue: «Y si hubiese allí hijo de paz, reposará sobre él vuestra paz». Como diciendo: Vosotros pronunciaréis la palabra y Yo aplicaré la paz al que juzgue digno de ella. Y si no hubiere ninguno digno, no seréis defraudados, ni se perderá la gracia de vuestras palabras, sino que volverá a vosotros. Por eso añade: «Y si no se volverá a vosotros».
 

San Gregorio

La paz que se ofrece por el predicador, o descansa en la casa, si en ella hay algúno que esté presto para oírla y sigue la palabra celestial que oye; o si ninguno quiere oírla, el predicador no quedará sin fruto, porque la paz volverá sobre él, como una recompensa que el Señor le da por el trabajo de su obra. Mas si se recibe nuestra paz, entonces somos acreedores a que se nos recompense por aquéllos a quienes facilitamos el camino de la gloria. Por lo que prosigue: «Y permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan». He aquí que El mismo, que prohibió llevar bolsas y alforjas, nos permite percibir estipendio y alimentos por la predicación.
 

Crisóstomo ut sup

Mas para que alguno no diga: «Consumo mis bienes preparando la mesa a los forasteros», primero hace que aquél al entrar te ofrezca el don de la paz, al cual nada iguala, para que sepas que recibes más de lo que das.
 

Tito Bostrense

O de otro modo: Puesto que no estáis constituidos jueces de los que son dignos o indignos, comed y bebed lo que os ofrezcan y dejadme a mi el examen de los que os reciben; a no ser que conozcáis que allí no hay hijo de paz, porque entonces tal vez debéis retroceder.
 

Teofilato

Ved cómo ordenó a sus discípulos que pidiesen limosna y que tuviesen su alimento por salario; pues se añade: «Porque el trabajador es digno de su salario».
 

San Gregorio in Evang. hom. 17

Los alimentos que sustentan al obrero son ya una parte de su salario, de suerte que aquí se empiece la gracia del trabajo de la predicación, que se completa allí con la visión de la verdad. En lo que debe considerarse que se ofrecen dos premios a nuestro trabajo: uno en esta vida, que nos sustenta en el trabajo; otro en la patria, que nos remunera en la resurrección. La recompensa que en esta vida se recibe debe alentarnos para merecer con más seguridad la otra. El verdadero predicador no debe predicar con el fin de recibir la recompensa de esta vida, sino recibir la recompensa para poder predicar. Todo el que predica con el solo fin de la alabanza o de la recompensa de este mundo, se priva de la del cielo.
 

San Ambrosio

Se añade otra virtud: no andar de casa en casa con vaga facilidad; pues sigue: «No paséis de casa en casa». Esto es, que seamos constantes en la hospitalidad y no disolvamos fácilmente los vínculos de la amistad.
 

Beda

Después de haber hablado de cómo deben portarse sus discípulos en las casas, pasa ahora a enseñarles cómo deben portarse en las ciudades. A saber, comunicar en todo con los piadosos y apartarse enteramente de la sociedad de los impíos. Por lo que prosigue: «Y en cualquier ciudad en que entrareis y os recibieren, comed lo que os pusieren delante».
 

Teofilato

Aún cuando sea poco y vil lo que allí se encuentre, no pidáis más. Díceles también que, obrando milagros, atraigan a los hombres a sus predicaciones. Por lo que añade: «Y curad los enfermos que en ella hubiere, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios». Porque si curáis primero y después enseñáis, vuestra predicación producirá sus frutos y los hombres creerán que se aproxima el reino de los cielos, pues no se curarían si esto no lo hiciese alguna virtud divina. Además, cuando se curan en cuanto al alma, se acerca a ellos el reino de Dios, el cual está lejos de aquél a quien domina el pecado.
 

Crisóstomo, in Mat. hom. 33

Observa la dignidad de los apóstoles. No se les advierte que lleven cosa alguna material como a Moisés y a los profetas (esto es, bienes terrenos), sino cosas nuevas y admirables, esto es, el reino de los cielos.
 

San Máximo

Dice «se acercó», no para demostrar la brevedad del tiempo, porque el reino de Dios no viene con advertencia; sino que demuestra la disposición de los hombres para recibir el reino de Dios, el cual está en potencia en todos los que creen, y en acto en los que desprecian la vida corporal y eligen sólo la espiritual. Estos son los que pueden decir: «No soy yo quien vivo, sino Cristo que vive en mí» ( Gál 2,20).

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