
Sin duda que estamos envueltos en un proceso —diabólico— por acabar con la verdad y la naturaleza humana. Este es el fundamental objetivo de la actual cultura de la muerte. Apelando a los instintos a los que se les dota del derecho de una pretendida libertad, sin responsabilidad moral propia alguna, es decir, sin conciencia, sin verdad a la que respetar; se pretende acabar con el ser humano como tal, acabando con su naturaleza espiritual a través de su animalizándolo, reduciéndolo a una «voluntad» caprichosa de deseos, convirtiéndolo en un simple animal entre animales.