Confesar la fe, el Espíritu Santo y el pecado que no será perdonado

En la liturgia de la palabra de la misa de hoy, 21 de octubre, el evangelio según san Lucas 12,8-12, se pone de manifiesto la necesidad de ser fieles a la causa de Jesús, de dar la cara por El, y la vital importancia del Espíritu Santo en nuestras vidas. 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,8-12):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios. Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.»

 

Todo fiel cristiano ha de vivir en la perspectiva de la cruz, a estar dispuesto al martirio si llega el caso; eso significa martirio, testimonio. De modo que así dice Jesús: Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios.

Este testimonio o martirio tiene como muchos registros hoy día. Pero en todo momento el Espíritu Santo estará para asistirnos (desde el acoso material, al psicológico, a acciones concretas hasta el rechazo y la marginación, etc. Ejemplo patente actualmente, es de los pro-vida): Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.

 

El del pecado contra el Espíritu Santo es el único pecado que no será perdonado nunca. ¿En qué consiste y por qué no será perdonado? El Espíritu Santo habita el interior del ser humano, comunicándole el Amor, la Verdad, y la gracia o aliento que conduce a obrar bien, según la voluntad de Dios. Blasfemar contra el Espíritu Santo es negar todo ello, es un rechazo total a esa Presencia divina, y a cuanto supone.

Así, se producirá una negación de querer el bien y las obras buenas, calificándolas de malas, y viceversa. Este mutación del bien y el mal —que hoy llamaríamos banalización de este— tiene un componente diabólico. Es decir, hay un endurecimiento del corazón por «vaciamiento» del Epíritu Santo, incapacitándose a dar frutos buenos, salvíficos… Es cerrarse al amor, a la  comunicación íntima con Dios y a su misericordia. Y esto será «imperdonable», justamente porque no se deja perdonar; Dios está dispuesto a ofrecer la salvación a todos sus hijos los seres humanos, pero estos reniegan de Él y de todo cuanto de Él provenga; sólo por el poder del Espíritu Santo se puede acoger la misericordia de Dios, y la persona que se resiste a arrepentirse de sus males y abrirse a aceptar el perdón y la salvación por el Espíritu Santo, se avoca a un estado de rechazo de Dios de forma permanente, es decir de condenación eterna.

 

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