San Vicente de Paúl, 27 de septiembre

San Vicente de Paúl. . wikipedia

Patrono de todas las asociaciones católicas de caridad. Vicente de Paúl (1580-1660) fue sacerdote y ejerció de párroco en París. Fundó la Congregación de la Misión, destinada a la formación del clero y al servicio de los pobres, y también, con la ayuda de santa Luisa de Marillac, la Congregación de Hijas de la Caridad. 

 

A continuación les dejamos con un ramillete de detalles curiosos de su vida, que revelan su santa espiritualidad:

San Vicente de Paúl, a un cierta persona que lo había insultado y le había dicho: “¡Me extraña enormemente que la Congregación lo tenga como superior!”, le respondió humildemente: “¡También a mí me extraña!”. [1]

«Juana, pronto te darás cuenta de lo pesado que es llevar la caridad. No consiste todo en distribuir la sopa y el pan. Eso, los ricos pueden hacerlo. Tú eres la insignificante sierva de los pobres, la Hija de la Caridad, siempre sonriente y de buen humor. Ellos son tus amos, amos terriblemente susceptibles y exigentes, ya lo verás. Por tanto, ¡cuánto más repugnantes sean y más sucios estén, cuanto más injustos y groseros sean, tanto más deberás darles tu amor!» (San Vicente de Paúl)[2]

Estando hospedado en casa de un amigo, pero a este se le perdieron 400 monedas de plata y le echó la culpa a Vicente y por meses estuvo acusándolo de ladrón ante todos los que encontraba. El santo se callaba y solamente respondía: «Dios sabe que yo no fui el que robó ese dinero». A los seis meses apareció el verdadero ladrón y se supo toda la verdad. San Vicente al narrar más tarde este caso a sus discípulos les decía: «Es muy provechoso tener paciencia y saber callar y dejar a Dios que tome nuestra defensa«. [3]

San Vicente caminaba muy agachadito y un día por la calle no vio a un hombre que venía en dirección contraria y le dio un cabezazo. El otro le dio un terrible bofetón. El santo se arrodilló y le pidió perdón por aquella su falta involuntaria. El agresor averiguó quien era ese sacerdote y al día siguiente por la mañana estuvo en la capilla donde le santo celebraba misa y le pidió perdón llorando, y en adelante fue siempre su gran amigo. Se ganó esta amistad con su humildad y paciencia.[4]

En la conferencia “sobre la aceptación de los sufrimientos físicos y morales”, les pone el ejemplo de un escultor que va esculpiendo una imagen a golpes de martillo: “Mirad, hijas mías, Dios obra también de esa forma con nosotros. Una pobre Hija de la Caridad o un misionero, antes de que Dios los saque del mundo son como unos bloques de piedra bastos y sin labrar; pero Dios quiere hacer de ellos una hermosa imagen, y por eso pone su mano encima y golpea con grandes martillazos (calor, frío, viento…). Esos son los martillazos que Dios descarga sobre una pobre Hija de la Caridad… Lo mismo que ningún hombre del mundo es capaz de hacer una hermosa imagen de una piedra si no es a golpe de martillo, también para hacer de una Hija de la Caridad una imagen con rostro bello que dé gusto a Dios, es necesario usar el martillo. Cuando hablo de un rostro bello no me refiero al aspecto exterior, pues Dios no lo necesita para nada y se fija poco en esas cosas, sino que hablo del rostro del alma que agrada inmensamente a Dios y a los bienaventurados”. [5]

En varias de las cartas dirigidas por San Vicente a Santa Luisa, le recomienda: “sea muy alegre”, “honre la santa alegría de nuestro Señor y de su santa Madre”; “esté alegre y haga con alegría lo que tiene que hacer”; “esté siempre alegre, aunque tenga que disminuir un poco esa pequeña seriedad que la natura­leza le ha dado y que la gracia endulza”. [6]

«Cuando las exigencias de la vida os parezcan injustas, cuando estéis agotados y, a pesar de ello, tengáis que saltar de la cama para prestar de nuevo algún acto de servicio, hacedlo gozosamente, sin medir el precio, y sin autocompasión,  porque si perseveráis sirviendo a otros, dándoos a los pobres, si perseveráis hasta el extremo de gastaros completamente por ellos, quizás algún día los mismos pobres os perdonarán de corazón.  Porque la felicidad consiste más en dar que en recibir, y también se consigue mucho más fácil[7]

Acontecimientos providenciales cambiaron su vida: 

A comienños de 1617, visita Vicente a un moribundo en Gannes, en el distrito del Oise, cerca del palacio de los Gondi; aquel hombre, que tenía fama de ser un hombre de bien, reveló a Vicente unos pecados que jamás se había atrevido a confesar a su párroco, tanto por vergüenña como por amor propio.  El moribundo que experimentaba una extrema soledad moral, que padecía la noche, el frío y la imposibilidad de hablar con Dios; era un hombre cerca de la muerte sin haber encontrado una mirada sacerdotal lo bastante dulce y lo bastante humana para poder salirse de sí mismo y atreverse a creer en la ternura de Dios. He ahí la vocación de Vicente: la ternura. Su corazón ha sido tocado. Quería ir a los campos mas remotos a expresar a todos los que se sienten perdidos que existe un Dios de ternura que no les ha olvidado. Quiere ser testimonio de ese amor divino.  Estar presente con la ternura de Dios.

Vicente queda impresionado y el 25 de enero predicó en Folleville, cerca de Amiens, proponiendo a todos los fieles de Folleville la idea de que vayan allá algunos sacerdotes ante quienes puedan hacer una confesión general de toda su vida. Este sermón que fue el origen de la «Congregación de la Misión», instituida para dar misiones populares y trabajar  en la formación del clero de Francia y en otros países.

En agosto de ese mismo año 1617, en Chatillón-les-Domes, San Vicente se encuentra con la miseria material de los campesinos. San Vicente relata los hechos:  «Mientras me revestía para celebrar la santa Misa, vinieron a decirme… que en una casa apartada de todas las demás, como a un cuarto de legua, estaban todos enfermos, hasta el punto de que no había una sola persona que pudiera atender a las demás, las cuales se hallaban en un estado de necesidad indescriptible. Esto me ocasionó una tremenda impresión.» A la llamada de Vicente acuden todos los feligreses en ayuda de esa familia. Pero, para Vicente, este movimiento espontáneo no es bastante, porque corre el peligro de no tener continuidad: «Una enorme caridad, sí; pero mal organizada«. [8]

De su amor a los pobres:

“¡Ser cristiano y ver afligido a un hermano sin llorar con él ni sentirse enfermo con él! Eso es no tener caridad; es ser cristiano en pintura; es carecer de humanidad; es ser peor que las bestias[9]

Él casi no tenía aspecto de hombre en su pasión y pasó por loco entre los gentiles…  ¡Qué hermoso sería ver a los pobres, considerándolos en Dios y en el aprecio que los tuvo Jesucristo! Pero si los miramos con los sentimientos de la carne y del espíritu mundano, nos parecerán despreciables” [10]

“Ocupémonos con un amor nuevo en el servicio de los pobres, y busquemos incluso a los más pobres y abandonados reconozcamos delante de Dios que son ellos nuestros señores y nuestros amos, y que somos indignos de rendirles nuestros pequeños servicios”[11].

Vicente era enemigo de la actividad compulsiva. Para Vicente, la oración es lo primero;

En 1660 Vicente tiene setenta y nueve años.. Desde aquel lejano día de 1617 en que decidió ponerse al servicio de los pobres, es decir, durante 43 años, no dejó de consumirse por ellos. Su horario era invariable: se levantaba a las cuatro de la mañana y se acostaba a las nueve de la noche; la jornada consistía en tres horas de oración, tres horas y media de lo que él llamaba «varios», y nueve horas y media de trabajo. Su vida estuvo constantemente marcada por ese trabajo pausado, regular y porfiado que recordaba el trabajo de los campesinos de su época, los campesinos entre los que había nacido.[12]

Se necesita la vida interior, hay que procurarla; si se falta en esto se falta en todo”. [13]

 “La oración es para el alma lo que el alimento para el cuerpo”. “Dadme un y hombre de oración y será capaz de todo”. [14]

“Haced siempre lo que podáis –aconseja a las hermanas-, a fin de que, siendo la oración vuestra primera ocupación, vuestro espíritu se llene de Dios para todo el respeto de la jornada. Es verdad que hay que preferir, en caso de necesidad, el servicio de los enfermos; pero, si tenéis cuidado, encontrasteis tiempo para todo[15]

San Vicente enumera las siguientes disposiciones interiores que favorecen la transformación espiritual del hombre puesto en oración: “La humildad, el reconocimiento de nuestra nada delante de Dios, las mortificación, el recogimiento interior, la rectitud, la sencillez de corazón, la atención a la presencia de Dios, la obediencia total a su voluntad y las aspiraciones frecuentes a su bondad”. [16]

cuerpo incorrupto de san Vicente de Paúl. . wikipedia

 

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[1] SALES, L., La vida espiritual, Madrid, 1977, p.390.

[2] http://www.recursoscatolicos.com.ar/Anecdotas/anecdotasanvicente.htm

[3] https://www.ewtn.com/spanish/saints/Vicente_de_Paul.htm

[4] https://www.ewtn.com/spanish/saints/Vicente_de_Paul.htm

[5] http://vincentians.com/es/el-humor-hace-mas-hermosa-la-vida-i/

[6] http://vincentians.com/es/el-humor-hace-mas-hermosa-la-vida-i/

[7] https://es.wikipedia.org/wiki/Vicente_de_Pa%C3%BAl

[8] http://www.corazones.org/santos/vicente_paul.htm

[9] ORCAJO, A. y PÉREZ FLORES, M., San Vicente de Paúl, II, La BAC, Madrid, 1981, p. 157.

[10] ORCAJO, A. y PÉREZ FLORES, M., San Vicente de Paúl, II, La BAC, Madrid, 1981, p.158.

[11] ORCAJO, A. y PÉREZ FLORES, M., San Vicente de Paúl, II, La BAC, Madrid, 1981, p. 160.

[12] http://www.corazones.org/santos/vicente_paul.htm

[13] ORCAJO, A. y PÉREZ FLORES, M., San Vicente de Paúl, II, La BAC, Madrid, 1981, p.126.

[14] ORCAJO, A. y PÉREZ FLORES, M., San Vicente de Paúl, II, La BAC, Madrid, 1981, p.124.

[15] ORCAJO, A. y PÉREZ FLORES, M., San Vicente de Paúl, II, La BAC, Madrid, 1981, p.123.

[16] ORCAJO, A. y PÉREZ FLORES, M., San Vicente de Paúl, II, La BAC, Madrid, 1981, p.125.

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Santos del día de hoy: Vicente de Paúl, presbítero y fundador; Antimo, Leoncio, Euprepio, Adolfo, Juan, Florenciano, Hilario, Fidencio, Terencio, Epicaris o Epicarides, mártires; Elceario, conde, Fintán, confesores; Diosdado, abad; Sigeberto, rey; Cayo, Marcos, Abderico, obispos; Hiltrudis, virgen.

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