El mal, que existe

Principalmente, desde siempre ha sido responsabilidad de los que más les quieren a los niños, los padres, lo que se han preocupado de decir a los hijos lo que está bien y está mal. Y la responsabilidad de asumir las decisiones propias cuando se actúa mal. Pero, hete aquí, que en estos tiempos que corren en que nos creemos los más listos de la Historia, esa elemental y santa tradición de siempre se ha truncado. Hoy son otros quienes lo hacen, y de manera distinta: al mal ya no se le llama o reconoce como tal, y hasta se lo aprueba como bien.

Que nadie te engañe, existe el bien y el mal. Esto es el mal:

 

San Marcos 7, 21-23:

Después, Jesús llamó a la gente y les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre«.

 

San Pablo: 1 Cor 1, 9-10:

¿No sabéis que ningún malhechor heredará el reino de Dios? No os hagáis ilusiones: los inmorales, idólatras, adúlteros, lujuriosos, invertidos,  ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios.

 

Aunque los amigos del Malo digan que el mal no existe o quieran trascocarlo llamado al bien y al bien mal, éste existe, es evidente, y no enseñarlo así es una gravísima -la más- irresponsabilidad, y los padres tienen ese cometido fundamental respecto a la formación de la conciencia de la persona de sus hijos, y no han de dejar ni desentenderse, posibilitando que otros lo hagan por ellos.

 

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