La primera lectura de la misa del 18 de febrero trataba del libro del Deuteronomio (30,15-20):
Seguir leyendo “Pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Elige la vida”
La primera lectura de la misa del 18 de febrero trataba del libro del Deuteronomio (30,15-20):
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“Bienaventurados los dulces, porque ellos heredarán la tierra” (Mt 5,4).
“Hay que ser fuete para poder ser infinitamente dulce” (Sta. Teresa).
Algo hay que no va como se supone que debería ir. La mediocridad existencial del ser humano de actual es apabullante. No hay honor, no hay amor a la verdad, no hay moral, no hay grandeza, no hay genio creador, no hay aspiración a lo más sublime y elevado; se vive para nada, sin trascendencia, sometidos a la efímera transitorialidad de los placeres fugaces.
“No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.” (Rom 8-19-21).
“Nadie vuelva a otros mal por mal, mas tened siempre por meta el bien, tanto entre vosotros, como para los demás. Estad siempre alegre. Orad sin cesar. Dad gracias en toda coyuntura, porque esto es lo que Dios quiere de todos vosotros en Cristo Jesús. No extingáis el Espíritu.” (1 Tes 5,15-20).
“El hombre esté dividido en su interior. Por esto, toda vida humana, singular o colectiva, aparece como una lucha, ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas” (GS 13,2).
La Historia de la Humanidad esta transida por la feroz lucha entre la luz y las tinieblas.