El pecado contra el Espíritu Santo, el que no será perdonado

El Evangelio (Mc 3,22-30) de la liturgia de  hoy, 27 de enero, nos habla de este pecado no perdonable: el que se cometa contra el Espíritu Santo. 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3,22-30):

EN aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:
«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Él los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:
«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres:
los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre
».
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

De otros dos sinópticos Lucas y Mateo, que pueden ver más abajo, se pueden extraer algunos detalles que enriquezcan el texto de Marcos:

Jesús realiza un milagro, la liberación de una persona que estaba endemoniada. La gente allí  presente se siente admirada, e incluso algunos se preguntan si no será Jesús el Mesías, el hijo de David, prometido y esperado, los escribas y fariseos también allí presentes se revuelven contra el sentir general y califican a Jesús de todo lo contrario: de no ser quien la gente piensa que es, sino de haber realizado esa expulsión no con poder de origen divino, es decir, con el poder que le hubiera otorgado el príncipe de los demonios, Belzebú, que le tenía poseído «tenía dentro un espíritu inmundo».

Y Jesús rebate a estos con un argumento preciso: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Si Satanás expulsa a Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?…». A lo que añade: «el árbol se conoce por su fruto»

Si Él expulsa «a los demonios por el Espíritu de Dios, es que ha llegado el reino de Dios». El Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, está con Él y en Él, junto con el Padre. Es en sí la Trinidad, pues donde una de las tres personas trinitarias está están las otras dos. La vida trinitaria, el Reino de Dios, ha llegado con el Hijo a los hombres.

De modo que negar esto: negar el Reino de Dios, la obras de amor y bien que nacen del corazón de Dios, impulsadas por el Espíritu Santo, es negar el todo, ponerse insultante, blasfemamente, aliándose con el Maligno, a Dios Padre-Hijo-Espíritu Santo. Y está radical negación contra la más sagrado: achacando a lo bueno como obra de mal y a lo malo como obra de Dios trinitario, se opone a la voluntad salvadora. Aun así, Jesús viene a añadir un matiz referido a la ofensa que se haga contra Él:  «… contra el Hijo del hombre será perdonado»,  y sin embargo se muestra tajante:  «pero quien hable contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en este mundo ni en el otro.», «no tendrá perdón jamás». Es la obstinación en la perversión que se resiste diabólicamente a la misericordia perdonadora del amor trinitario de Dios.

El Catecismo de la Iglesia Católica en el nº 1864 dice: “No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna”. 

El único pecado que no será perdona es el que se cometa contra el Espíritu Santo. Si todos los pecados se cometen contra Dios, ¿qué tiene este pecado de extraordinariamente particularidad para ser distinto a los demás, que si serán perdonados? Dios perdona siempre y todo, y persiste en ello, hasta setenta veces siete, ¿entonces? Es el pecado que no será perdona, no  por Dios, que si quiere perdonarlo, sino por el hombre que no se va a dejar serlo. ¿Y cómo? Porque el hombre endurecido en su corazón, por su mucho mal odia al Bien, lo rechaza mortalmente, y en el ejercicio de la libertad en cuya dignidad personal ha sido creado, decidirá rechazar la Luz y marchar con los demonios y hacerse uno ellos. DE ahí que cuidemos la acumulación de mal, de pecados, sobre nuestra conciencia, no sea que alcancemos un grado de encanallamiento que al final dramáticamente confundamos al Bien por el Mal. Es el drama de la libertad humana que puede oponerse a Dios y a su Palabra y cerrar el corazón al perdón. Es decir, que por más misericordioso que sea Dios y trate de salvar a todos, habrá quién se niegue a ser personado, a recibir esa gracia indebida; todo porque a base de mal, de encanallamiento, es ya incapaz de percibir la bondad que el Espíritu Santo le muestra como su bien y lo rechaza como algo aborrecible, como la luz apagada por las tinieblas. Este es el mayor temor o único, que hemos de temer: el odiar el amor trinitario que nos hace presente el Espíritu Santos.

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Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,15-26):

En aquel tiempo, habiendo echado Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:«Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios.»
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo.
Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama. Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice: «Volveré a la casa de donde salí.» Al volver, se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio.»

Evangelio según san Mateo (12,22-33): 

Entonces le fue presentado un endemoniado ciego y mudo, y lo curó, de suerte que el mudo hablaba y veía.  Y toda la multitud asombrada decía: «¿No será este el hijo de David?». Pero los fariseos al oírlo dijeron: «Este expulsa los demonios con el poder de Belzebú, príncipe de los demonios». Pero él, dándose cuenta de sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido internamente va a la ruina y toda ciudad o casa dividida internamente no se mantiene en pie. Si Satanás expulsa a Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino? Y si yo expulso los demonios con el poder de Belzebú, ¿vuestros hijos con el poder de quién los expulsan? Por eso ellos os juzgarán. Pero si yo expulso a los demonios por el Espíritu de Dios, es que ha llegado a vosotros el reino de Dios. ¿Cómo podrá uno entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse su ajuar, si no ata primero al fuerte? El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. Por eso os digo que cualquier pecado o blasfemia serán perdonados a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Y quien diga una palabra contra el Hijo del hombre será perdonado, pero quien hable contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en este mundo ni en el otro. Plantad un árbol bueno y el fruto será bueno; plantad un árbol malo y el fruto será malo; porque el árbol se conoce por su fruto

 

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Catena Aurea

Beda

Hay mucha distancia entre los que no entienden por su escasa capacidad la palabra de Dios, como eran éstos de que se ha hablado, y aquéllos que la blasfeman adrede, y que son por los que dice: «Al mismo tiempo los escribas, que habían bajado de Jerusalén», etc. Y lo que no podían negar se esforzaban por alterarlo con una interpretación errada, como si no fuesen obras de la Divinidad, sino del más impuro de los espíritus, esto es, Beelzebú, que era el dios de Ecrón, pues Beel es el mismo Baal, y zebú quiere decir mosca, significando por tanto Beelzebú hombre de las moscas 1 por la inmundicia de la sangre de las víctimas que se le sacrificaban. Con este repugnante nombre llamaban al príncipe de los demonios: «Es por Beelzebú, príncipe de los demonios, por quien expulsa a los demonios», decían.
 

Pseudo-Jerónimo

La casa a que iban es, en sentido místico, la Iglesia primitiva; las turbas que impedían hasta que comiesen, son los pecados y los vicios, porque el que come indignamente come y bebe su juicio ( 1Cor 2,29).
 

Beda

Los escribas, que habían bajado de Jerusalén, blasfemaban; pero la muchedumbre que viene de aquella ciudad y de otras partes de la Judea y de los pueblos gentiles sigue al Señor. Porque la muchedumbre del pueblo judío había de precederle a Jerusalén en el tiempo de la pasión con palmas y cánticos de alabanza, mientras que los gentiles deseaban verle, y los escribas y fariseos trataban de su muerte.
 

Notas

  1. Baal-Zebul, «Baal, el Príncipe», divinidad filistea adorada en Ecrón. Baal-Zebub: Señor de las moscases un juego de palabras burlesco sobre el verdadero nombre de la divinidad (ver nota Biblia de Jerusalén: 2Re 1,2s) .

 

an Juan Crisóstomo, homilae in Mattaeum, hom. 42

Demuestra el Señor que era imposible lo que decían los blasfemos escribas, confirmando su demostración con un ejemplo. «Mas Jesús, prosigue, habiéndolos convocado les decía o refutaba con estos símiles. ¿Cómo puede Satanás expeler a Satanás?» Es como si dijera: Es forzoso que quede asolado un reino dividido en guerra interna, que es lo que se ve en las casas y en las ciudades: por esto si se divide en sí mismo el reino de Satanás, de modo que Satanás expulse de los hombres a Satanás, se aproximará la desolación del reino de los demonios. El reino de éstos consiste en tener sujetos a los hombres. Por lo tanto, si son arrojados de los hombres, la disolución de su reino es inevitable, mientras que, si conservan aún potestad sobre los hombres, es claro que su reino dura todavía, y no está dividido contra sí mismo.
 

Glosa

Mostrando con el ejemplo que el demonio no ha echado fuera al demonio, muestra de qué modo puede ser echado diciendo: «Ninguno puede entrar en la casa del valiente para robarle sus alhajas, si primero no ata bien al valiente», etc.
 

Teofilacto., super Cum fortis armatus.

En el fondo este ejemplo quiere decir: el demonio es fuerte; las alhajas son los hombres, en los cuales se refugia. ¿Cómo, pues, podrá nadie apoderarse de las alhajas, esto es, de los poseídos, sin vencer y sujetar antes al demonio? Por esto yo, que le arranco las alhajas, es decir, que libero a los hombres del espíritu maligno, sujeto antes a los demonios, los venzo y soy su enemigo. ¿Cómo decís, pues, que yo estoy poseído de Beelzebú, y siendo amigo de los demonios los lanzo fuera?
 

Beda.

El Señor ató también al fuerte, esto es, al diablo, en cuanto que le impidió sedujera a los elegidos, y entrando en la casa, o en el mundo, le quitó la casa y las alhajas, o los hombres, ya que librándolos del poder del diablo los ha unido a su Iglesia. O bien destruyó su casa, puesto que distribuyó entre los apóstoles y sus sucesores todas las partes del mundo dominadas en otro tiempo por el antiguo enemigo, para que atrajesen a los pueblos al camino de la vida. Así, pues, manifiesta el Señor el gran crimen que cometían al exclamar que era obra del diablo la que conocían que era de Dios, cuando dice: «En verdad os digo que todos los pecados se perdonarán», etc. No se perdonarán todos los pecados y blasfemias a todos los hombres en general, sino a los que hayan hecho penitencia proporcionada a sus errores en esta vida. Porque es un error el de Novaciano, que niega pueda ser perdonado el que no sale vencedor del martirio, como también el de Orígenes, quien afirma que todos los pecadores después del juicio universal y de innumerables evoluciones de los siglos, habrán de alcanzar el perdón de sus pecados: error que combaten las siguientes palabras del Señor: «Pero el que blasfemare contra el Espíritu Santo no tendrá jamás perdón».
 

San Juan Crisóstomo, homilia in Mattaeum, hom. 42

Y ciertamente dice que tiene excusa la blasfemia contra El, porque no lo veían sino como un hombre despreciable y bajo; pero que no tendrá perdón la dirigida contra Dios, y la blasfemia contra el Espíritu Santo es contra Dios, porque el reino de Dios es obra del Espíritu Santo. Por esto, pues, dice que es irremisible la blasfemia contra el Espíritu Santo. Ahora, en lugar de estas palabras: «Pero será reo de eterno delito», dice el Evangelista: «Ni en este siglo, ni en el futuro» ( Mt 12,32). Debemos distinguir en esto el juicio según la ley que mandaba matar al que blasfemaba el nombre de Dios ( Lev 24,15), y el juicio de la otra vida: la segunda ley no excusa semejante delito. El que se bautiza queda fuera de este siglo, y los judíos desconocían la remisión que se obra por el bautismo. Al que atribuye por tanto al demonio los milagros y la expulsión de los demonios, que son obras solamente del Espíritu Santo, no le queda excusa ninguna por su blasfemia, y siendo ésta tal contra el Espíritu Santo no puede ser perdonada. Les decía esto porque le acusaban de que estaba poseído del espíritu inmundo.
 

Teofilacto

Es preciso entender que no se consigue el perdón sino haciendo penitencia. Cuando se escandalizaban por la encarnación de Cristo, tenían alguna excusa, aunque no hiciesen penitencia, y podían esperar el perdón.
 

San Jerónimo,

O bien dice esto, porque no merecía la gracia de hacer penitencia para ser perdonado el que, conociendo que era Cristo, decía sin embargo que era el príncipe de los demonios.
 

Beda

No se debe con todo tener por reos de blasfemia irremisible a los que no creen que el Espíritu Santo sea Dios, porque no lo niegan por malicia diabólica, sino por humana ignorancia.
 

San Agustín, de Verbo Domini, serm. 11, 12

O es la impenitencia misma la blasfemia contra el Espíritu Santo que no se perdona. El hombre, que con su dureza y corazón impenitente va atesorando ira y más ira ( Rm 2), blasfema de palabra o con el pensamiento contra el Espíritu Santo, por quien se perdonan los pecados. «Porque le acusaban -prosigue- de que estaba poseído del espíritu inmundo», para manifestar que la causa ostensible de hablar así era que decían que lanzaba al demonio por Beelzebú; no porque sea blasfemia que no pueda perdonarse, puesto que se consigue su perdón con una verdadera penitencia, sino porque era ocasión de anunciar esta sentencia por el espíritu inmundo, a quien el Señor muestra dividido contra sí mismo por efecto del Espíritu Santo, quien une a los que acoge, perdonando los pecados que los dividían contra sí mismos: remisión a cuya gracia nadie resiste, sino el que tiene la dureza de un corazón impenitente. En otro pasaje dijeron del Señor los judíos que estaba poseído por el demonio ( Jn 8), y sin embargo, no les dijo que blasfemaban contra el Espíritu Santo, porque no le injuriaban al punto de presentarle dividido en sí mismo, como Beelzebú, por quien dijeron que podían ser lanzados los demonios.

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