Lleno total en la misa de sanación del padre Kelly en Madrid: cuellos, piernas, brazos… y fervor

Unas 500 personas llenaron por completo este lunes 14 de febrero la parroquia madrileña de San Dámaso en la misa de sanación que presidió el padre Jaime Kelly, irlandés, misionero del Sagrado Corazón, que ha pasado mucho tiempo como misionero en Maracaibo, Venezuela. Desde hace 5 años vive en Cork, Irlanda, atendiendo un hogar de ancianos y enfermos. «Les imparto a cada uno la unción de los enfermos cada seis meses», explicó a ReL.

Como explicamos en ReL, el padre Kelly adquirió fama en Madrid en 2011, cuando fue el invitado a la Asamblea Nacional de la Renovación Carismática Católica, organizada con el lema “Levántate y anda”. Allí oró por los enfermos y Sara Quiroz, una joven muy conocida entre los jóvenes de la Renovación de Madrid se curó después de 20 meses sin poder caminar, entre muletas y silla de ruedaTambién se curó un niño de Azuqueca de Henares, que carecía de hormona de crecimiento y llevaba meses sin crecer, algo que atestiguaban sus padres con informes de tres hospitales distintos.

Pueden encontrar información más detallada: AQUÎ y AQUÎ.

Con esos precedentes, y el añadido de dos años de pandemia de coronavirus, muchas personas quisieron acudir a esta oración especial por los enfermos, que contó con mucha música de alabanza (aunque con megafonía insuficiente), fervor y devoción. La misa empezó a las ocho de la tarde con el templo a rebosar, 450 personas sentadas y unas 60 personas de pie. Había pocos niños, pero todas las otras edades estaban bien representadas: muchos jóvenes, ancianos, personas de mediana edad…

Una homilía con ejemplos de curaciones

En su homilía, el padre Kelly comentó algunas sanaciones de las que había sido testigo; algunas, al instante tras rezar, otras, pasado un tiempo. A veces, la sanación era fuera de misa pero con los sacramentos, dijo.

«Al acabar una misa de sanación en Venezuela, me pidieron ir a dar la unción de los enfermos a una señora en un barrio que llevaba dos años con artritis y parálisis en la espalda. Llegamos a las 10 de la noche, le ungí y antes de irme le dije: si está sanada puede usted levantarse y servir a sus invitados. Y se levantó, caminó bien y nos acompañó hasta la puerta. Cuento estas cosas para mostrar que el Señor sigue haciendo sanaciones en medio de su pueblo. Pidamos la gracia de servir a Dios con amor. Para él nada es imposible«, predicó.

Era un día laborable, se pedía acabar a una hora prudente y el sermón no fue largo. No se molestó, por ejemplo, en pedir a la gente esforzarse en predisposiciones previas como perdonar, abandonar malos hábitos, etc… Sí que dirigió a todos en una oración de aceptación de Jesús.

Palabras de conocimiento tras la comunión

Tras la comunión, se hizo un silencio denso y orante en la parroquia de San Dámaso. Y el padre Kelly, desde el ambón, empezó a proclamar «palabras de conocimiento», frases que nacían de una certeza súbita en su interior de que personas se estaban sanando en ese momento, sin necesidad de imponer manos.

«El Señor me da la palabra de una persona que se está sanando de los riñones, le está dando un gran alivio. Personas se sanan de glaucoma en la vista. Hay aquí familiares de una persona desahuciada por los médicos, por cáncer: el Señor me dice que por intercesión de la Virgen recibe sanación. El Señor sana a personas que sufren de la espalda y hombros, y rodillas… ¿pueden levantar las manos esas personas?» Varias personas levantaban la mano. «El Señor sana a dos niños que no están aquí, uno de 3 años que no puede caminar«, añadía.

Por muy pocas personas -tres o cuatro- sí oró imponiendo las manos: una señora que no podía apenas caminar, otra que no podía levantar los brazos… A menudo oraba pidiendo específicamente la intercesión de la Virgen María y de San José. También se oró mencionando su nombre por algunas personas que no estaban. El grupo anfitrión leyó una lista de personas enfermas e intenciones, y todos rezaron con seriedad.

Una mujer que no podía mover el cuello salió a dar testimonio público de que lo movía bien. Otra que sufría de cervicales mostró que ahora podía alzar los brazos. Una señora que llevaba meses con muletas mostró que subía bien las escaleras.

El padre Kelly animó a todos a seguir orando por los enfermos con confianza y a dar testimonio de las sanaciones a medida que se fueran confirmando.

Tras esto, el padre Kelly dio la bendición final y la multitud empezó a dispersarse con el canto final.

Pablo J. Ginés/ReL

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