
El evangelio de la liturgia de la misa de hoy, 23 de noviembre, nos habla de esta realidad tremenda: la de que «todos nos odiarán a causa del nombre de Cristo y nos perseguirán».
Esto parece ser el sino del cristiano. «En verdad, que quienes quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús habrán de sufrir persecución» (2 Tim 3,12). Así ha sucedido a lo largo de los siglos: la sangre de los mártires desde los orígenes, desde la misma llegada de Jesucristo en la historia humana, ha regado la Tierra. Desde los Santos Inocentes hasta cualquier atentado, secuestrado, asesinado… en cualquier lugar de los muchos países africanos o asiáticos, sin olvidar incluso de Occidente, que ocurren hoy día. AQUÍ pueden ver una extensa relación de países donde el cristianismo es perseguido en la actualidad.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,12-19):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
La Iglesia, cuerpo místico de Cristo, tiene que sufrir la pasión como su Señor. Y al final de los tiempos la persecución será aún mayor: se dará la gran tribulación profetizada, que pude leer AQUÍ.
La cristianofobia irá en aumento, hasta llegar a la gran tribulación. La persecución será del poder de las tinieblas, diabólica, irracional, inhumana. Y en la actualidad ya aparecen signos de este esta perversidad que llevan a pensar si no estaremos en los prolegómenos… Según un informe del obispo anglicano de Truro, Philip Mounstephen, para el ministro británico de Asuntos Exteriores, Jeremy Hunt, afirma que «extensión geográfica de la persecución anticristiana, sino también de su creciente dureza«. Y añade que «en algunas regiones, puede decirse que el nivel y la naturaleza de la persecución se está acercando a la definición internacional de genocidio adoptada por Naciones Unidas«. «La incómoda verdad es que la abrumadora mayoría de los creyentes perseguidos (en torno al 80%) son cristianos«.
Seremos entregados a los poderes ideológicos y políticos: «entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores». En defensa, ante esos acusadores malignos, Dios nos pide que dejemos nuestra defensa, que no pueda contradecir ni acallar, en sus manos. Es todo es cierto: solo hay que observar cómo —valga de ejemplo de la persecución religiosa en la guerra civil española de 1936— eran las hermosas respuestas —comportamiento arrebatados de gracia, cuasi estáticos— de los mártires en esos momentos finales: ninguno de los miles de los asesinados renuncio a su fe, ninguno apostató, y todos testimoniaron una respuesta de perón, de hermosas palabras llenas de gracia y de aspiración al cielo buscando su amparo. Ante esta actitud que nadie podía contradecir y resistir, los enemigos, rabiosos, incrementaban su saña. «Meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro».
El ser cristiano requiere de una fe llena de gracia a la que hay que responder con una confianza total apoyándose en las esperanza de lo que se cumplirá según Jesús, pero que salta más allá, se verá desvelado al final: «nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse», «ni un cabello de vuestra cabeza perecerá «, «¡no hay que temer a quienes matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma!». «El que pierda su vida por mi causa la salvará». «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».