La gran tribulación

Coliseo romano

Durante estos días de noviembre, de finales del año litúrgico, en las primeras lecturas de la liturgia de la misa se ha leído el libro del Apocalipsis, que se centra en la dolorosa tribulación padecida por los siervos de Jesús, su Iglesia. Y cómo, a pesar de las persecuciones y la perversidad que se da en el mundo, en la Humanidad deshumanizada, inmunda, a la que se tacha de la Gran Babilona (Ap 18,1-2), Dios entrará en acción para castigar o corregir esta situación calamitosa del mundo bajo el poder de la sinagoga de Satanás, y salvar a sus fieles y justos martirizados, con la Parusía o venida de Cristo.

La gran tribulación corresponde a un hecho histórico que está por acaecer —así está profetizado por la palabra divina—. De lo cual, se desprende que van a ser momentos dolorosos para los seguidores de Cristo. Y, según el mismo Señor, se podrá prever observando los signos de los tiempos. Hoy día, a la luz de los acontecimientos, se podrían -como nunca en otro momento- atisbar esas señales…

El sexto sello es el preámbulo inmediato a la apertura al séptimo, al «Gran Día de su cólera» (Ap 6,17), que como hemos visto (en el artículo ) corresponde a los tres días de oscuridad, en que Dios intervendrá asumiendo su poder para acabar con el Maligno, el Anticristo, sus secuaces y todos los malos de la Tierra.

El quinto sello revela la persecución de la Iglesia, de los sus hijos, de los fieles justos. La persecución ha existido desde los orígenes, desde que el Señor de los cristianos, Cabeza y fundador de la Iglesia, fuera crucificado. Luego el martirio de sus seguidores ha sido una constante a lo largo de la historia; habiendo momentos y lugares en que se produjeron una especial concentración de esa persecución (Roma, Francia, Armenia, Rusia, Méjico, España), que tendrá su colofón en la denominada «la gran tribulación» con una duración de 3,5 años, 1.200 días o 42 meses.

Apocalipsis 11

Luego me fue dada una caña de medir parecida a una vara, diciéndome: «Levántate y mide el Santuario de Dios y el  altar, y a los que adoran en él.

El patio exterior del Santuario, déjalo aparte, no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles, que pisotearán la Ciudad Santa 42 meses.

 

Apocalipsis 12

La mujer = dio a luz un = Hijo = varón, = el que ha de = regir a todas las naciones con cetro de hierro; = y su  hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.

Y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada 1.260 días.

14 se le dieron a la Mujer las dos alas del águila grande para volar al desierto, a su lugar, lejos del Dragón, donde tiene que ser alimentada un tiempo y tiempos y medio tiempo. (3,5 años)

17 Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús.

 

Apocalipsis 6:

Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados a causa de la Palabra de Dios y del  testimonio que mantuvieron.

10 Se pusieron a gritar con fuerte voz: «¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin  tomar venganza por nuestra sangre de los habitantes de la tierra?»

11 Entonces se le dio a cada uno un vestido blanco y se les dijo que esperasen todavía un poco, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que iban a ser muertos como ellos.

 

Ante el martirio de tantos cristianos, los que ya lo han padecido y se encuentran ante Dios le piden encarecidamente que intervenga y acabe con tan tremenda persecución. El Señor les dice que esperen pues se ha de completa el número de sus hermanos sacrificados. (Esto es un misterio. No sabemos el porqué Dios ha dispuesto esperar y no intervenir hasta que se llega a esa complementación de los que a ejemplo de Cristo hayan de derramar su sangre).

 

Apocalipsis 7:

Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.

10 Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.»

11 Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron  delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios

12 diciendo: «Amén. Alabanza, gloria, sabiduría,  acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.»

13 Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?»

14 Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.» Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero.

 

En el cap. 7 del Ap, Dios pide a sus ángeles que marquen a los fieles justos que restan sobre la tierra, para que queden a salvo ante el «Gran Día de su cólera». El Resto, que suman un 144.000 (un número simbólico, al multiplicar las 12 tribus de Israel por 12.000). Esta pequeñísima cantidad no es matemática o estadística, que de los 7.500 millones que poblamos la tierra, tan sólo haya esa minúscula de cristianos fieles; aunque sí es cierto que el número no va a ser muy elevado, ya que se nos ha relevado en forma de interrogación:

Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?“ (Lc 18,8).

 

Apocalipsis 14

Seguí mirando, y había un Cordero, que estaba en pie sobre el monte Sión, y con él 144.000, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre.

Y oí un ruido que venía del cielo, como el ruido de grandes aguas o el fragor de un gran trueno; y el ruido que oía era como de citaristas que tocaran sus cítaras.

Cantan un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro Vivientes y de los Ancianos. Y nadie podía aprender el cántico, fuera de los 144.000 rescatados de la tierra.

 

Y esto será así, hasta que Dios finalmente intervenga, con la apertura del séptimo sello y especialmente con la Parusía del Señor:

 

Apocalipsis 19

1  Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: «¡Aleluya! La salvación y la gloria  y el poder son de nuestro Dios,

2  porque sus juicios son verdaderos y justos; porque ha juzgado a la Gran Ramera que corrompía la tierra con su prostitución, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos.»

6  Y oí el ruido de muchedumbre inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían: «¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso.

11 Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco: el que lo monta se llama «Fiel» y «Veraz»; y  juzga  y combate con justicia.

12 Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas; lleva escrito un nombre que sólo él conoce;

13 viste  un manto empapado en sangre y su nombre es: La Palabra de Dios.

14 Y los ejércitos del cielo, vestidos de lino blanco puro, le seguían sobre caballos blancos.

15 De su boca sale una espada afilada para herir con ella a los paganos; él  los regirá con cetro de hierro; él pisa el lagar del vino de la furiosa cólera de Dios, el Todopoderoso.

16 Lleva escrito un nombre en su manto y en su muslo: Rey de Reyes y Señor de Señores.

 

ACTUALIDAD CATÓLICA