El castigo o «día de la ira». Tres días de oscuridad

Cuando llegue «el Gran Día de su cólera y ¿quién podrá sostenerse?» (Ap 6,17).

El día de la ira –Dies Irae es una profecía incontestable: esta sagradamente escrita en el libro del Apocalipsis, con la apertura del sexto sello serán los prolegómenos al séptimo, que definitivamente da paso el «Gran Día de su cólera» (Ap 6,17). Está recogida en la Palabra de Dios y en las revelaciones privadas en numerosas veces y formas.

Es una realidad que no hay que soslayar, aunque se esgriman argumentos tratando de acallarla, como el de no meter miedo a la gente anunciando calamidades; pues la cosa es seria y no es cuestión de meterse la cabeza debajo del ala… El hecho es de tal magnitud ya trascendencia por sus gravísimas consecuencias para todo el mundo, que cuanto se haga en avisar…  elevando la voz por anunciarlo, será siempre poco. Por ello, por amor a la Humanidad, para evitar el riesgo evidente de que muchas personas dramáticamente se pierdan para la eternidad…, ladraremos con insistencia, para que nos se nos tache de perros mudos, que cuando llega el ladrón callan.

Quienes no presten atención a estas advertencias, quienes no se tome en serio esta realidad, quienes no cambien y se conviertan… perecerán, serán abandonados y muertos por el furor de Dios ante un mundo ensoberbecido y en vías de perdición…

Se prefiere mirar para otra parte a la hora de tocar este tema del «cabreo de Dios ante una humanidad que le pone los cuernos»; es decir, como el antiguo pueblo de Dios que le era infiel yéndose tras otros dioses de pueblos vecinos. Hoy como ayer esos dioses idolátricos existen…, quizá con otros nombres y ropajes, pero existen; al igual que las consecuencias, siempre nefastas, que arrastran a los seres humanos hacia su condenación.

Una perdición que es contagiosa y «como un pecado original» pervierte la inocencia y envenena las almas, infectando al mundo y haciéndole que este cada vez más sometido y bajo el poder de las tinieblas.

Dios no está dispuesto a que su obra creada por puro amor y salvada con su sangre se pierda, caiga en manos de la abominación. Y Dios Padre amantísimo, misericordioso, que nos ha dado la vida, nos ama y vela por nosotros, sus hijos, no se conmoverá ante el padecimiento de sus hijos, los justos, los mártires…. Dios va a responder a los fieles degollados por su nombre: Se pusieron a gritar con fuerte voz: «¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin  tomar venganza por nuestra sangre de los habitantes de la tierra?» (Ap 6,10).

 ¡Dios va a dar la batalla! Dios va a asumir su poder y ejercerlo, según consta en el Apocalipsis. Abrirá los sellos y verterá las copas sobre la tierra, y se manifestará junto con sus ángeles encabezados por san Miguel, para encerrar en el infierno a Satanás y a todos sus secuaces.

Serán tres días de oscuridad, tremendos, de tinieblas; en los que se desarrollarán el toque de las siete trompetas y los consiguiente derramamiento de las terribles copas sobre la tierra, para purificar y acabar con todo vestigio de mal.

 Refugios en vuestras casas y cerrad todas las puertas y ventanas, y estad en oración a la luz de las velas benditas, hasta que pasen los tres días del inmenso castigo. Así lo aconseja el profeta Isaías: «Vete, pueblo mío, entra en tus cámaras y cierra tu puerta tras de ti, escóndete un instante hasta que pase la ira» (26,20).

Joel 3,3-5:

Y realizaré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, fuego, columnas de humo.

El sol se cambiará en tinieblas  y la luna en sangre,  ante la venida del Día de Yahveh, grande y terrible.

Y sucederá que todo el que invoque el nombre de Yahveh será salvo.

         

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