
No nos cabe la menor duda de que Dios ha hecho el mundo de tal forma que, llegado a un punto extremo, no fuera más allá y descarrilara; es decir, que su creación humana, en su devenir histórico, no se echara a perder. De ahí que el sentido común y moral de las personas por mucho que se le intente subvertir siempre persistirá, y tarde o temprano, se levantará diciendo ¡no, no, por ahí no paso! Y así, pues, con esto de wokismo está poniendo pies en pared.
Hay cosas que son imposible, y en su hipérbole o exageración desmedida, loca y antinatural, irracional y acientífica, fruto de mentes raras y hasta con un grado de perversidad diabólica (como la Escuela de Frankfurt y adláteres), inundaron su pensar tóxico en los centros académicos de Occidente, provocando, tras unas décadas de imposición, una reacción social, que ya se está dando abiertamente, pese a su apelación reaccionaria y coactiva, al odio, a esta ley progre que han establecido sectariamente bajo influencia de sus lobis y presión de sus activistas, que han penetrado las instituciones y medios de comunión, hasta hacernos convencer que ciertas leyes –como esta del odio- que más que favorecer, lo que hacen es restringir libertades y levantar muros y escavar trincheras, para cercenar el libre albedrio y controlar y someter a la gente a su ideología enfermiza, que hace pasar como algo bueno y saludable, pero que lo único que persiguen es adoctrinar a las nuevas generaciones en una fanática forma de pensar y de sentir, especialmente la sexualidad, para subvertir todos los valores y principios tradicionales y naturales, en una apuesta evidente por arrumbar el cristianismo; porque a fin de cuentas el wokismo principalmente cristofóbico.
Llegado un momento, la gente y la sociedad comienza a sentir, pese a todos los lavados de cerebro hoy tan poderosos con la influencia masiva de los medios tecnológicos de comunicación, que algo se le remueve por dentro y se dice que no lo puede asumir sin más, que resulta violento para la sensibilidad humana y en sentido común. Futro de este desacuerdo cada vez más generalizado contra el wokismo es la contestación cada vez mayor que está teniendo, el que la gente ya hasta no se calla ni les tiene miedo a sus artífices; el resultado de la victoria de Trump es un claro exponente de todo ello, y otro dato explícito es la renuncia de muchas empresas patrocinadoras que se están dando de baja a seguir promocionándole, Puede leer al respecto este interesante artículo de Religión en Libertad:
Toyota, Ford, Harley Davidson, incluso JP Morgan abandonan el wokismo porque las lleva a la ruina
El tiempo y esfuerzo en vigilancia ideológica se resta de sus productos y clientes
La fiebre por las causas woke que durante años ha enloquecido a las universidades y las grandes empresas estadounidenses parece que por fin está desapareciendo. Así lo afirma The Economist, confirmado por las cada vez más numerosas y sonoras deserciones de las cruzadas «antidiscriminatorias«.
Una mañana, Estados Unidos se despertó para descubrir que el wokismo se había desatado. No fue un descubrimiento repentino, sino una tendencia que en pocos años se había manifestado en grandes empresas y universidades, los laboratorios donde los preceptos sobre ser bueno, no discriminar al prójimo, no ofender su sensibilidad identitaria y no utilizar otro pronombre que el indicado en el currículum dieron lugar a nuevas prácticas corporativas, formaciones obligatorias, decisiones estratégicas, normas de comportamiento. Cosas a menudo más discriminatorias que las costumbres que pretendían erradicar.