La «ley» del odio

Esto de legislar un sentimiento (el del odio) es tan subjetivo como peligroso.

Es un medio susceptible de ser utilizado por quien tiene la capacidad de legislar para ejercer su poder según le interese y el poder (mediático, económico, influente, político, activista, etc.) de interactuar con y en los juzgados para que tal y cual asunto -por este causa- vaya adelante. Es decir, se constituye en un arma peligrosísima, susceptible de ser fácilmente manipulada por los poderes para atemorizar a quienes les parezca… Esta ley es tan elástica, que en ciertas manos, puede dar mucho de sí.

Medios -agrupados, constituidos en oligarquía- y grupos de presión, debidamente engrasados con subvenciones y financiaciones de quien se lo puede permitir, jalean, como avanzadilla, lo “políticamente incorrecto”, es decir, una censura psicológica y social, que predispone a la autocensura y a condena social; lo que servirá como justificante para legislar según quieren o estimen, creando una «ley del odio» «ad hoc». Después aplican ese ley, que anula, bloquea y extingue cualquier alternativa en contra.

De modo que, los que tienen medios económicos y mediáticos, o sea capacidad de orientar y ser creadores de opinión o generadores de sensibilidades sociales, inducen a la gente a pensar, sentir y actuar según quieren. Después de establecido ese pensamiento único social y la supuesta ley del odio, o te autocensuras y callas o estás perdido (serás echado a los leones).

Así que si hemos llegado al extremo que si al NOM (nuevo orden mundial) no le gusta lo que dices porque va contra sus planes o sólo por reducirte a la mínima expresión -y nunca mejor dicho, porque no eres de los suyos, emprenden una campaña de desprestigio o de amenazas con una «ley» del odio que supuestamente has infringido.

El NOM conduce al mundo a un sometimiento absoluto, a las tinieblas. La única luz que podrá oponerse será la de la Iglesia de Cristo, que jamás podrá conformarse sin levantar la voz ante tal estado de cosas; se convertirá en el único baluarte contra el «espíritu del tiempo» que pretende convertir el mundo en un caos en todos sus ordenes, especialmente en moral. Aunque todos los poderes del mundo callan o participan de ese espíritu mundano, en cambio, ya se está viendo -en contraste- como muchos obispos están pronunciándose sobre cualquier tema de actualidad que contradiga la doctrina que dimana de la palabra de Dios.  

Esta oposición trae, sin duda, consecuencias: cualquier voz que se levante diciendo que no se está de acuerdo (por ejemplo, cualquier prelado o sacerdote sobre la ideología de género, el aborto, la eutanasia, etc.), se acusa a la Iglesia promotora el odio..

De forma que no tardando, el mundo al que la Iglesia tratará de defender de «sí mismo», de su deriva autodestructiva, acabará estigmatizándola, repudiándola como extremista y excluyéndola como peligrosa.

Hoy el cristianismo, la religión con más seguidores del mundo es, paradójicamente, la más perseguida. Nadie parece prácticamente darse por aludido, una especie de manto de silencio se extiende cada vez más en los medios sociales, como si no existiera tal realidad. No tardándose se llegará incluso hasta aplaudir esta persecución, con el mismo entusiasmo que se hacía en el circo romano. Lo veremos.

 

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