Juan de Ávila, santo español del siglo XVI (1500-1569), sacerdote, de gran talla intelectual, declarado Doctor de la Iglesia Universal por el papa Benedicto XVI. Fue beatificado en 1894; Pío XII le proclama patrón del clero español en 1946, y le canoniza Pablo VI en 1970.
Pertenece al siglo de Oro de España, en todos sus sentidos, especialmente el de la santidad: Teresa, Ignacio, Francisco Javier, Juan de la Cruz, Tomás de Villanueva, Pedro de Alcántara, Diego de Alcalá, Francisco de Borja, Juan de Dios, etc. (A estos últimos conoció Juan de Ávila, y tuvo que ver en sus conversiones).
Juan de Ávila influyó en todos ellos. Juan de Dios se convirtió al escuchar su predicación. Francisco de Borja dejó las vanidades mundanas atendiendo a sus enseñanzas. Los jesuitas llevaron sus catecismos hasta Goa, en la India. En la Inglaterra protestante, los católicos perseguidos leían su obra «Audi, filia» y perseveraban en la fe.
Quiso embarcarse para evangelizar América, pero el arzobispo de Sevilla le retuvo para que se quedara a predicar en Andalucía. Y así lo hizo y de tal modo que se ha llegado a decir que después de san Pablo ha sido el que más ha evangelizado.
Juan de Ávila despertó celos y, por ello, como ocurriera con otros santos de su tiempo, fue denunciado a la Inquisición y recluido en las cárceles inquisitoriales, de las que salió demostrando su inocencia.
Vivió humilde y austeramente, alejado de las vanidades del mundo; rechazó ser obispo y cardenal, pues quiso ser un simple cura y predicador. Hijo único, heredero de padres que tenían minas de plata. Al morir sus padres, celebró su fiesta de ordenación sacerdotal volviendo a su casa e invitando a 12 pobres a una fiesta. Al día siguiente, lo vendió absolutamente todo y lo repartió entre los más necesitados.
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Pueden encontrar su obra «Audi, filia» AQUí.
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Les presentamos a continuación algunos datos de este gran santo, que hemos recogido de GONZALEZ RUIZ, N. y GUTIERREZ GARCIA, J. L.: «Juan de Ávila», BAC, Madrid 1961.
Al subir al púlpito Juan de Ávila, siente que la vergüenza le atenaza. Pero se sobrepone. Y sus palabras brotan como un torrente. Al terminar, le felicitan en la sacristía pro lo bien que ha hablado.
– Perdonen vuestras mercedes -responde el joven predicador- si no tomo en consideración las honras que me hacen, pero es el caso que eso mismo me decía el diablo al bajar del púlpito. 18
Para San Juan de Ávila su ministerio principal fue el de la predicación. Los frutos que cosechó fueron extraordinarios. Las iglesias se llenaban.
Pero el demonio se puso en movimiento. Un día, el empezar el sermón el púlpito estuvo a punto de caer por tierra. Hubo que apuntarlo, y el P. Ávila dijo al proseguir:
«Mucho fruto se ha de hacer hoy, pues tanto empeño pone el demonio por impedirlo» pp.20-1
En el año 1539 iba a proporcionar a Juan de Ávila la segunda gran sorpresa de su estancia en Granada: el encuentro con Francisco de Borja, marqués de Lombay. El día 16 de mayo de 1539 llegaba éste a Granada, acompañando el cadáver de la emperatriz Isabel, esposa del emperador Carlos V. Terminadas las solemnes honras fúnebres y antes de proceder a la sepultura en la capilla Real, donde yacen los restos de los Reyes Católicos y de sus hijos, hubo que proceder al reconocimiento y entrega del cadáver. La impresión que recibió el joven marqués de Lombay fue extraordinaria. Quedó anonadado ante la visión de los estragos que en el breve plazo de unos día sabía hecho la muerte en el rostro de la que había sido bellísima emperatriz. En quince días se había corrompido por completo la serena belleza de aquella rosa lusitana que tanto había alegrado a la corte y al pueblo de España.
Francisco de Borja no pudo dormir aquella noche. La pasó en oración. En el interior de su lama se oía una palabra nueva: la de nunca más servir a señor que pudiera morir. A los pocos días se celebran solemnes funerales en la catedral de Granada. Predica la oración fúnebre el P. Ávila. Las palabras del predicador inundan con nueva luz lo que hasta entonces era solamente una aurora prometedora en el alma de Francisco. 37-38
(San Juan de Ávila) El conocido consejo que daba a sus discípulos de insistir más en la oración que en el estudio para preparase a predicar con fruto. 58
Al llegar a Montilla, Ávila rehusó la habitación que la marquesa de Priego le había preparado en su palacio y se retiró a una modesta casa, todavía existente, situada en la calle de la Paz. Hasta su muerte, Ávila tuvo siempre muy presente el parecer que en cierta ocasión expuso al duque de Sessa sobre «cuán mal infamados están los palacios de los señores acerca los siervos de Dios». 64
Juan de Ávila vivió entregado a una vida austera de oración, penitencia y trabajo apostólico. Su mobiliario era pobre y reducido: una mesa de pino y dos sillas para recibir, una alacena para los libros, unas tablas apoyadas sobre cuatro pies de madera como lecho y un colchón que hubo de aceptar más tarde, obligado por mandato del médico, constituían todos sus enseres. 65
En cierta ocasión, cuando recayó la conversación sobre los achaques del Maestro, él respondió sonriendo que «las enfermedades y los achaques de los viejos son el vino generoso con que Dios obsequia a sus amigos». 67
El invierno de 1568 fue muy duro para el Maestro. Los dolores le acometían con una fuerza que parecía superior a su capacidad de resistencia. A tal punto llegaron los dolores una noche, que el P. Maestro pidió a Dios que se los quitase. Desapareció el dolor, y a la mañana siguiente dijo a uno de sus discípulos: «¡Ay, hermano, qué bofetada me dio esta noche el Señor! Me ha humillado, dándome conocimiento de mi flaqueza, pues rehusé como flaco llevar la carga». 89
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Santos del día de hoy:
Nuestra Señora de los Desamparados. Nuestra Señora de la Alharilla. Santos: Juan de Ávila, presbítero, Patrono principal del Clero Secular Español; Aureliano, Agatón, Cantaldo, Antonino, obispos; Afrodisio, Gordiano, Epímaco, Palmacio, Simplicio, Félix, Blanda, Silvio, Filadelfio, Cirino, Cuarto, Quinto, Dioscórides, mártires; Concesa, Amaro, Maturino, confesores; Calepodio, presbítero; Job, profeta; Congal, abad; Damián de Molokai, beato.