Visitación de María a su pariente Isabel

 El 31 de mayo este año celebramos Pentecostés, que coincide con la visita de María santísima a santa Isabel, que vive en Ein Karem que dista de Nazaret unos 150 km.  Hecho recogido en el Evangelio de san Lucas (1,39-56).

Es un acontecimiento importante, que nos proporciona datos y lecturas interesantes:

 

    • Lo que da pie a esta visita es la Anunciación (Lc 1,26-37), donde el mensajero de Dios, Gabriel, pone en conocimiento de María que Isabel está embarazada de 6 meses, y que es un milagro dada su edad avanzada.
    • María se pone en marcha para ir a ayudarla en su estado. Va —se ha puesto la fecha del 31 de mayo— 25 días antes del parto; o sea estando María embarazada de dos meses.
    • Cuando María llega y se encuentra con Isabel, ésta da dos datos importantísimos: 1º. Declara a María como Madre del Señor (de Dios), es decir, la maternidad divina de María y la divinidad del ser encarnado (Cristo Jesus); 2º. Su hijo, Juan Bautista, salta de alegría en su vientre ante la presencia de quién está (aquel del que sería su anunciador), y que ya lo «anuncia a su madre Isabel», y lo cual, pues, pone de manifiesto que el feto en la Virgen María se trata de la Persona Divina (Jesús el Señor); esto implica que ya desde la concepción hay vida personal inviolable, inabortable.

  

Nota:

Aunque en algunos sitio se menciona como su prima Isabel, lo más correcto en pensar para hacernos una idea más exacta como pariente; pues, según parece no era exactamente su prima —por entonces los parentescos  eran más amplios, (dándolos los abuelos)—; era prima de su madre Ana (con la que coincidiría, más menos, en edad).

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-56):

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

 

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