Si eres cristiano no lo celebres, note vistas de nada… Con los disfraces tratan de subvertir esta fiesta de estelar de todos los santos, convirtiéndola en una mofa satánica.
Se trata de la celebración de aquel propósito divino de que el ser creado a su imagen y semejanza aspirara, por vocación inscrita en su ser, a la santidad, y que en este día celebramos a quienes lo han conseguido entrando en la vida eterna. Y en cambio, el enemigo de que este designio divino llegue a su consumación trata a toda costa de, celebrando la muerte, desfigurar, disfrazar esa verdad y realidad, como si no existiera.
Desgraciadamente, en este Occidente gamberro esta noche del 31 para el 1 de noviembre cada vez más cobra protagonismo la parte de lo tenebroso; lo cual pone de manifiesto el activismo cada vez mayor que están teniendo las fuerzas del mal en nuestro mundo. Es tremendamente sospechoso este fenómeno de la influencia del Mal en nuestras vidas… El aumento es una realidad que podemos comprobar en la maldad y perversión que se extiende en nuestras sociedades (sólo hay que comprobar las estadísticas de las violaciones de la ley, los delitos, la corrupción, la falta de respeto por los demás, por sus cosas y por uno mismo, etc.).
No cabe la menor duda que estos males (estas celebraciones diabólicas —exaltación de la muerte, de «glorificar al mal»—, perversiones, pecados, etc.) y todo tipo de conductas de cada uno nosotros contrarias al bien, al amor, a la paz, etc., solo —y no hacen otras cosa— que favorecer la potencialización la mal. De modo que, como un círculo vicioso, se retroalimenta: el ejercicio del mal expande el mal, y este poder se plasma en una mayor influencia que deriva en acontecimientos luctuosos, maléficos, pecaminosos, satánicos.
Tenemos una gran responsabilidad con nuestras conductas, en la medida que podemos favorecer (o no), haciéndonos cómplices con actuar del mal en el mundo. (Ah, y esta es una responsabilidad —esto de abrir puertas y ventanas para que el maligno penetren en nuestro espacio…— de la que «no nos iremos de rositas» (como dice el dicho), o lo que es lo mismo: se nos ajustarán cuentas. Sí, sí, porque al final habrá juicio; aunque los malos no lo quiera creer, entre otras cosas porque no les conviene. Dicho está: «allí será en crujir y rechinar de dientes»).
Por otra parte, con esto de vestirse fantasmalmente, cadaverícamente, de muerte, etc., es promocionar una simbología fea, gore, maléfica, como algo atractivo, que metemos en la cabeza (o alma) de nuestros niños, contaminándolos. Toda esta escenografía de vestimenta simbólica —entre disfraces y dulces— no aporta objetivamente nada bueno, y en todo caso es un trata de burlarse obviando el verdadero sentido del día: la celebración de todos los santos.
Tengamos claro esto: El diablo actúa por lo que la gente hace, no porque él haga algo por sí mismo. Y con la celebración de Halloween se posibilita a que actúe a través de quien se presta.., invitando a que el mal y los espíritus malignos entre a nuestras vidas.