Resulta asombroso como se ha instalado una especie de cultura «mágica» (mentalidad esotérica, espiritista, mentalista) proveniente de círculos enemigos de la fe cristiana o del sentido común.
El llamado «pensamiento mágico«, esa creencia -tan ya extendida- de que si uno piensa desenado con intensidad una cosa, ésta se hará realidad. Esto, claro está, va disparatadamente más allá, por ejemplo, de aquello -inocente e inofensivo- de imaginarse un paisaje verde durante un rato para sentirse más tranquilo y relajo.
A todo esto cabe unir o incluir el asunto de indudable éxito de la perversión de las palabras. Lo cual proviene de esa escuela de pensamiento constructivista, estructuralista, escuela de Frankfurt, neocomunismo cultural, etc.
Ha hecho, con cierta fortuna, en cuanto a la utilización del lenguaje como capacidad transformativa, al menos en cuanto a la subjetividad. Se piensa que con el poder del lenguaje, poniendo nombre a las cosas, están quedan transformadas, «mágicamente», según la fuerza creadora del autor del verbo, como un «demiurgo«, vamos.
En este juego malabárico del lenguaje utilizado para crear imágenes distorsionadas en el inconsciente colectivo sobre quién o qué se quiere neutralizar o eliminar, dos ejemplos:
-Hay términos teológicos, cristianos, como por ejemplo «escatología«, que hace hermosamente referencia a las cosas sobrenaturales del más allá, celestes; pues bien, lo han pervertido, para calificar como «escatológico» a la mierda que apesta. La Hostia, santísima forma; a «hostia», pegar un golpe, puñetazo, bofetón. «Sermón«, homilía pronunciada por un sacerdote durante la misa; a «un sermón», «vaya sermón nos ha soltado», discurso plomizo o mitin insoportable. «Beata«, persona santa, piadosa; a «beata», persona friqui de rezo o misa diaria. Etc.
-En el ámbito político e ideológico, ocurre otro tanto, aunque más limitado y menos llamativo (quizá, porque al diablo no le interesa tanto). La utilización del lenguaje con eslóganes en cualquier campaña, la izquierda siempre ha conseguido una efectividad extraordinaria. E incluso para calificar a los otros, despectivamente; por ejemplo: «derechona», «nazista», «fascista», “facha”, “ultra”, etc. con indudable fuerza; en cambio, la «izquierdona», «estanilista», «totalitarismo de izquierdas», etc., poseen menos fuerza y apenas se usan.
En la misma onda de todo esto que estamos comentando como especie de malabarismo mágico del uso y utilización caprichosa de la realidad a través del lenguaje que propicio acomodándolo a mi gusto para sea como yo quiero o deseo, es la llamada «ideología de género» y el intento por recrear la realidad natural; o el camino emprendido por el NOM (Nuevo Orden Mundial), que pretende llegar a su Orden, a la Creación Nueva, a través de crear el caos, el desorden más absoluto; el destruir todo para reconstruirlo, según su paradigma de tinieblas.
Ante esto, tan aceptado comúnmente hoy, uno, si lo piensa detenidamente, se queda ojiplático, preguntándose con asombro: ¿cómo es posible? …A no ser que esté detrás el príncipe de este mundo, que “juega” a la “brujería” con los seres humanos, con el fin de perderlos.
¡Que Dios nos libre!