En esta estamos: «El ser humano actual ya no se preocupa por la salvación del alma sino por la felicidad del cuerpo», dice el filósofo francés Pascal Bruckner. Lo cual implica una total manera de estar en la vida, de comportamiento, de valores (o disvalores) y en definitiva de ser persona.
Esto es, sin duda alguna, en enfoque vital que cambia muchas cosas que afectan a la antropología. Es una cosmovisión radical de carácter materialista, lo cual altera la real grandeza de la totalidad del ser humano, entre ellas sus manera de estar en la realidad, de comportarse (de su ethos clásico) moral, de afrontar las cosas y de ser persona, entre otras muchas y sustantivas, amputando la dimensión trascendente y espiritual.
En cualquier caso esta aspiración a la felicidad a través de la sola satisfacción del cuerpo, está condenada al fracaso. Quedad, sin duda, disimulado por el fragor del activismo de jóvenes en concentraciones, como las que se ha podido ver en este verano en los tumultuosos eventos musicales a campo abierto; donde se dan los estímulos psicofísicos de todo tipo. Junto a este botón de muestra de los festivales musicales, podemos citar otras actividades en que ocupa el tiempo esta juventud de hoy día como son los previstos por los llamados «bonos culturales» -generosidad del poder político- para posibilitar el consumo de productos como los videojuegos y suscripción a plataformas digitales que procuran películas y series en línea.
Esta búsqueda de la felicidad consistente en dar gusto al cuerpo produce un engolfamiento egoísta y, «por inconsciencia», esclavizante, y deja sin atender facetas importantísimas de la persona humana; de modo que es una felicidad imposible.
Estas palabras concluyentes que dijo Yeonmi Park a los universitarios norteamericanos vale para toda la juventud de Occidente: «Ustedes han perdido el sentido común en un grado que yo, como norcoreana, ni siquiera puedo comprender… ¿A dónde vamos desde aquí? No hay moralidad, ya nada es bueno o malo, es un caos total».
Pero un caos donde los sujetos, a simple vista y de momento, parecen estar satisfechos.
Hoy parece estar haciéndose realidad lo que Aldous Huxley imaginó hace noventa años, en su novela «Un mundo feliz»: el vaciamiento del ser humano para ser satisfecho por el suministro de pastillas de «soma».
No dudamos que esto se está traduciendo en consecuencias como el aumento de los suicidios, la indiferencia o insensibilidad ante el hecho destructivo de los abortos, la cada vez más necesarias aumentos de leyes y de medidas coactivas y represivas para ordenar a la gente ante el aumento de la violencia, de los delitos sexuales y de todo tipo..., o la cada vez más en aumento, hasta que se haga una práctica totalmente normalización, como va a ser la eutanasía o suicidio asistido, que claro, ante el fin de la felicidad del cuerpo y la aparición de la amargura, será preferible acabar… Etc.