Solución a la migración

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Esto de la migración se está convirtiendo en un problema serio, un problemón no imaginario sino real, al que hay que afrontar de inmediato, dándole una solución definitiva.

Supongamos que se quitan todos los diques, trabas o muros de contención. ¿Qué pasaría entonces? Inmensas poblaciones de ciudadanos del mundo se trasladarían hacia el primer mundo, ocupándolo, llenándolo por completo. ¿Y qué pasaría? Pues que el mundo occidental colapsaría.

Y no es cuestión de darle supuestamente soluciones siendo solidarios, acogedores, fraternos, etc., y acusando a los que advierten del problema de que son xenófobos e inhumanos, guerreadores de odio, etc. La cuestión no se soluciona recibiendo a todo el mundo con los brazos abiertos, por muy buenos cristianos que seamos. No, esto sólo es un parche para ir tirando por poco tiempo, y nada más. Los que están en esa misión voluntariosa de abrir las fronteras a todos, sólo resuelven instantáneamente el problema de hoy, pero ¿y mañana y pasado…? Estas actitudes caritativas de las ONGs no resuelven el problema sino que lo palian brevemente, e incluso lo ralentizan y prolongan en el tiempo pues no van al meollo de la cuestión y ponen soluciones reales y concluyentes.

Hay muchos cristianos que argumentan que “se debe acoger al inmigrante con espíritu de caridad, pues así lo dice la Biblia. Tenemos que tener presente  que el mismo Jesús fue emigrante en Egipto, cuando de niño tuvo que salir de Nazaret, huyendo de Herodes. También se  argulle que, no hace mucho, éramos los españoles quienes teníamos que emigrar al extranjero para ganarnos el pan, etc.”. Cierto, pero hay algunas cuestiones de la actualidad que desbordan eso: si en aquellos tiempos el mundo egipcio hubiera concentrado la densidad de población del Occidente actual, y si en lugar de ser una familia hubiera sido un millón…, ¿qué hubiera pasado entonces? Tal vez hubiera barajado Dios otra solución para salvar a su Hijo (alguna parecida a la que usó con Juan Bautista); en fin, que la situación actual está complicada. Ah, y en cuanto a lo otro: la emigración de la España necesitada de la postguerra civil, a Alemania o Suiza, se realizó legalmente, con papales y contrato de trabajo; algo no comparable con la migración actual.  De modo que no se pueden sostener posturas que afecten al marco actual con parámetros de otras epocas y circunstancias.

La migración masiva, como ya se está dando, comporta muchas cuestiones problemáticas; desde las económicas, laborales, culturales, de identidad, religiosas, de seguridad, etc., que afectan a las sociedades desestabilizándolas. Esto es un problema grave, claro, para las poblaciones receptoras de esa masiva migración. Pero lo más grave es el hecho de los migrantes, de la necesidad de estas personas, que es su desespero, tienen abandonar su tierra, su querida tierra, su mundo, para aventurarse a un destino incierto, y a veces con toda su familia. A lo que hay que dar solución, y solución urgente.

No, no, la solución no es de la dar el pez de las ONGs de acogida, sino las de proporcionales la caña. Es decir, que se acabaría el problema con una solución rotunda: la de posibilitar la existencia de los emigrantes en su lugar de origen, sin que tengan que renunciar a sus raíces y marchar a la desesperada. ¿Y cómo se consigue tal cosa?

Todas las naciones del mundo se tienen que sentar y coger el toro por los cuernos. Los países ricos, receptores, han de posibilitar la caña a los países pobres, emisores. No hay más solución que el que todos los países de la tierra se reúnan y planteen seriamente el resolverlo. Es decir, que hay que sacrificarse un poco para que los pobres de la tierra sobrevivan y vivan según unos estándares bienestar, universalizados, dados a conocer por los medios de comunicación.

Es decir, que la solución no es otra que el mundo del bienestar, sobradamente alimentado, del despilfarro, rico… aporte una renta universal para todos los ciudadanos empobrecidos del mundo, fomentando a la vez la industrialización y producción propia de países para su desarrollo, etc. Cada ciudadano de los países del «primer mundo» tienen que desprender de una parte de su sueldo (un 5%, por ejemplo) para ser destinado a solucionar la pobreza y la migración forzosa.

Hasta entonces, la rebelión de los hambrientos será imparable. Y harán bien; estos serán los que, haciendo explotar todo esto, con el riesgo de malograr sus vidas en el intento, procurarán una vida más digna para sus generaciones siguientes.

Aunque de momento estamos con las Conferencias Episcopales Africanas (Secam) intentan convencer a los jóvenes de que se queden en África y no emigren a Europa persiguiendo ilusiones. Y con que realmente cumplan los países comprometidos con contribuir con el 0,7. Algo que algunos incumplen descaradamente.

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