Si alguno quiere ser el primero, que sea el último y el servidor de todos

 

Hoy, 21 de septiembre, el Evangelio (Mc 9, 30-37) Jesús habla abiertamente de la gravedad de lo que le esperaba…, y cuando los discípulos se disputaban apegados a la lógica del mundo quien era el más importante entre ellos, Jesús le rompe los esquemas y les dice que los más grandes en el Reino de los cielos son los que se ponen al servicio de los demás, los humildes, los que no ambicionan puestos mundanos destacados…

Si alguno quiere ser verdaderamente cristiano, seguidor de Cristo, estar con él, junto a él, vivir según él, parecerse a él, tener sus mismos sentimientos, pisar donde el pisa, hacer el camino de él que llega al cielo y tener un lugar en la Gloria de Dios, ha de ser humilde, ponerse en último lugar de importancia y servir a todos, dando la vida por amor, tan y como Cristo, nuestro Señor, nos enseñó.

 Jesús les habla de lo que le había de acaecer, que era algo ilógico para sus discípulos, no le entendía, por eso ante la ambición de ellos de mirar la vida desde la lógica distinta a la de Jesús. No le entendían ni le pedían aclaraciones. Más adelante Jesús les pide a ellos explicaciones acerca de lo que discutían En un momento dado, Jesús, les pide le digan de qué se trataba; ellos guardaron se callaron, guardaron silencio; algo así hacían  los espíritus inmundos cuando se encontraban en presencia de Jesús, enmudecían. Los discípulos de Jesús callaron porque se encontraban bajo la lógica in-muda, sumergidos en la mundanidad, en una mentalidad mundana que chocaba con la de Jesús.  

Se puede aspirar a llegar a lo alto en el escalafón profesional, a tener éxito en lo que se emprende, a triunfar en las actividades de la vida…; pero siempre hacerlo desde la humildad. Todo cuando se hace ha de hacerse según el modo Dios, no según el mundo.

 

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9, 30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará». Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutían por el camino?» Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado».

 

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Palabras del papa Francisco

(Ángelus, 19 de septiembre de 2021)

El Evangelio de la liturgia de hoy (Mc 9,30-37) nos cuenta que, de camino a Jerusalén, los discípulos de Jesús discutían sobre quién «era el más grande entre ellos» (v. 34). Entonces Jesús les habló de forma contundente, que también se aplica a nosotros hoy: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos» (v. 35). Si quieres ser el primero, tienes que ir al final de la fila, ser el último y servir a todos. Con esta frase lapidaria, el Señor inaugura una inversión: da un vuelco a los criterios que marcan lo que realmente cuenta. El valor de una persona ya no depende del papel que desempeña, del éxito que tiene, del trabajo que hace, del dinero que tiene en el banco; no, no depende de eso; la grandeza y el éxito, a los ojos de Dios, tienen otro rasero: se miden por el servicio. No por lo que se tiene, sino por lo que se da. ¿Quieres sobresalir? Sirve. Este es el camino.

Hoy en día la palabra “servicio” parece un poco descolorida, desgastada por el uso. Pero en el Evangelio tiene un significado preciso y concreto. Servir no es una expresión de cortesía: es hacer como Jesús, que, resumiendo su vida en pocas palabras, dijo que había venido «no a ser servido, sino a servir» (Mc 10,45). Así dijo el Señor. Por eso, si queremos seguir a Jesús, debemos recorrer el camino que Él mismo ha trazado, el camino del servicio. Nuestra fidelidad al Señor depende de nuestra disponibilidad a servir. Y esto cuesta, lo sabemos, porque “sabe a cruz”. Pero a medida que crecemos en el cuidado y la disponibilidad hacia los demás, nos volvemos más libres por dentro, más parecidos a Jesús. Cuanto más servimos, más sentimos la presencia de Dios. Sobre todo cuando servimos a los que no tienen nada que devolvernos, los pobres, abrazando sus dificultades y necesidades con la tierna compasión: y ahí descubrimos que a su vez somos amados y abrazados por Dios.

Precisamente para ilustrarlo, Jesús después de haber hablado de la primacía del servicio, hace un gesto. Hemos visto que los gestos de Jesús son más fuertes que las palabras que usa. Y ¿cuál es el gesto? Toma un niño y lo coloca en medio de los discípulos, en el centro, en el lugar más importante (cf. v. 36). El niño, en el Evangelio, no simboliza tanto la inocencia como la pequeñez. Porque los pequeños, como los niños, dependen de los demás, de los adultos, necesitan recibir. Jesús abraza a ese niño y dice que quien recibe a un pequeño, a un niño, lo recibe a Él (cf. v. 37). Esto es, en primer lugar, a quién servir: a los que necesitan recibir y no tienen nada que devolver. Servir a los que necesitan recibir y no tienen para devolver. Acogiendo a los que están en los márgenes, desatendidos, acogemos a Jesús, porque Él está ahí. Y en un pequeño, en un pobre al que servimos, también nosotros recibimos el tierno abrazo de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, interpelados por el Evangelio, preguntémonos: yo, que sigo a Jesús, ¿me intereso por los más abandonados? ¿O, como los discípulos aquel día, busco la gratificación personal? ¿Entiendo la vida como una competición para abrirme un hueco a costa de los demás, o creo que sobresalir es servir? Y, concretamente: ¿dedico tiempo a algún “pequeño”, a una persona que no tiene medios para corresponder? ¿Me ocupo de alguien que no puede devolverme el favor, o sólo de mis familiares y amigos? Son preguntas que podemos hacernos.

Que la Virgen María, humilde sierva del Señor, nos ayude a comprender que servir no nos disminuye, sino que nos hace crecer. Y que hay más alegría en dar que en recibir (cf. Hch 20,35).

 

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Catena Aurea

Teofilacto

Después de estos milagros habla el Señor de su Pasión, para que no se creyera que iba a padecer contra su voluntad. «Y habiendo marchado de allí, dice, atravesaron la Galilea; y les decía: El Hijo del hombre será entregado», etc.
 

Beda, in Marcum, 3, 39

Mezcla siempre lo adverso con lo próspero, para que cuando ocurra lo primero no se acobarden los Apóstoles, estando ya preparados para el desenlace.
 

Teofilacto

Después de haber dicho lo que debía entristecerlos, añade lo que debe ser motivo de alegría para ellos. «Y después de muerto, dice, resucitará al tercer día», etc., para hacernos ver que a las angustias seguirán los gozos.

«Ellos empero no comprendían», etc.
 

Beda, in Marcum, 3, 39

Esta ignorancia de los discípulos nacía no tanto de falta de inteligencia como de su amor al Salvador, porque no podían creer, sujetos aún a la carne e ignorando los misterios de la cruz, que hubiera de morir aquél que conocían como verdadero Dios. Y como estaban acostumbrados a oírle hablar mediante parábolas y les horrorizaba la idea de su muerte, se deleitaban creyendo que debía ser también una parábola lo que decía de la traición que habían de hacerle y de su pasión.

«En esto llegaron a Cafarnaúm».
 

Pseudo-Jerónimo

Cafarnaúm significa ciudad de consuelo, y esta significación conviene con las palabras citadas: «Y le darán la muerte, y después de tres días resucitará». Sigue: «Y estando en la casa, les preguntaba: ¿Qué tratabais en el camino? Pero ellos callaban».
 

Pseudo-Crisóstomo

San Mateo dice que se acercaron a Jesús sus discípulos preguntándole: ¿Quién estimas que es el mayor en el reino de los cielos? ( Mt 18,1). No tomó la narración desde el principio, sino que calló el conocimiento que tenía el Salvador acerca de los pensamientos y conversación de los discípulos. Aunque se podía suponer que aun aquello que separadamente pensaban y decían era como si se lo dijesen a El, porque nada se le ocultaba. Sigue: «En verdad que en el camino habían disputado por quién de ellos era mayor». San Lucas dice que entró en los discípulos la tentación sobre quién de ellos sería el mayor, cuya intención y pensamiento descubrió según se lee en el Evangelio ( Lc 9,46).
 

Pseudo-Jerónimo

Con razón trataban en el camino de quién sería el primero, porque el poder es semejante a un camino. El poder así se alcanza como se pierde cuando se tiene se escapa y se ignora cuándo acabará.
 

Beda, in Marcum, 3, 39

Parece que la disputa de los Apóstoles sobre la primacía surgió de haber visto que Pedro, Santiago y Juan habían sido llevados con preferencia al monte, y que allí se les había confiado algo en secreto; y que a Pedro según refiere San Mateo (cap. 16) le habían sido prometidas las llaves del reino de los cielos. Viendo, pues, el Señor el pensamiento de sus discípulos, cuida de corregir con la humildad el deseo de gloria, enseñando con autoridad que no debe buscarse la primacía sino por el ejercicio de una sencilla humildad. Por eso sigue: y sentado llamó a los Doce y les dijo: si alguno de vosotros quiere ser el primero, sea el último de todos.
 

San Jerónimo

En cuyas palabras hay que notar que cuando ellos caminando disputaban sobre quién preside, Jesús sentándose enseñaba la humildad, porque los que presiden se fatigan y los humildes descansan.
 

Pseudo-Crisóstomo

Los discípulos ambicionaban alcanzar honores del Señor y deseaban ser enaltecidos por Cristo, porque cuanto más elevado está el hombre, es más digno de ser honrado. Por esto el Señor no puso obstáculo al deseo de sus discípulos, sino que los condujo a la humildad.
 

Teofilacto

No quiere, pues, que usurpemos para nosotros los primeros puestos sino que los merezcamos por la humildad.
 

Beda

Después de esto les presenta como ejemplo la inocencia de los niños. Por eso sigue: «Y tomando a un niño», etc.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom., 58, 2

De este modo les hace ver que deben ser humildes y sencillos, porque el niño está limpio de envidia, de vanagloria y de toda ambición de primacía. Y no les dice solamente: Si obráis de este modo, recibiréis gran recompensa, sino también, si honráis a otros por mí. «Y después de abrazarle, díjoles: Cualquiera que acogiera a uno de éstos», etc.
 

Beda, in Marcum, 3, 39

En lo cual, o aconseja simplemente a los que quieren ser los primeros que reciban en honor suyo a los pobres de Cristo, o que sean niños en la malicia, a fin de que conserven la sencillez sin arrogancia, la caridad sin envidia, y la devoción sin ira. El abrazar al niño significa que los humildes son dignos de su abrazo y su amor. Y añade en mi nombre para que guiados por la razón adquieran en nombre de Cristo la virtud que observa el niño guiado por la naturaleza. Pero para que no se crea que al enseñar que era honrado en los niños se refería sólo a lo que acababan de ver, añade: «Y cualquiera que me acoge, no tanto me acoge a mí, como al que a mí me ha enviado», etc., queriendo ser considerado en igual grado que su Padre.
 

Teofilacto

Ved, pues, cuánto vale la humildad, que hace digno de recibir al Padre y al Hijo y aun al Espíritu Santo.

 

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