Pensamientos de Fe (108)

  1. Esto es la santidad: ponerse a disposición de Dios. Es la pobreza espiritual que humildemente confía en el auxilio del Espíritu Santo. Y se deja llevar por esa influencia divina que le fortalece, guía y mueve, sutil y realmente.       
  2. Los cristianos que no estén dispuestos a renunciar a ciertas cosas de la mundanidad por las exigencias que conlleva el hecho de ser seguidor de Cristo, es preferible que renuncien a su condición de tales, porque lo único que hacen es licuar el vino y desdibujar el testimonio cristiano, entibiarlo, y, en definitiva, que se conviertan en un antitestimonio o piedra de escándalo.
  3. Es nuestra debilidad la que posibilita la acción de la gracia divina, pues se abre en su fragilidad a cuanto pueda humildemente recibir, sin merito alguno ni merecimiento; cuanto más vacio estamos, más Dios nos puede llenar. Sabernos dependientes de la gracia de Dios es la mayor de la sabidurías.
  4.  En el hacer nos hacemos. Desenvolvemos como en un lienzo lo que en potencia llevamos dentro, y al plasmarlo en la realidad, hacerlo acto, se hace real, verdaderamente nuestro, cobra vida en nuestra personalidad. Quien hace el bien se hace bondadoso; quien el mal, malvado.
  5. Cuántas veces se usan razones para esquivar la conciencia: una de ellas es desentenderse de la responsabilidad votar en conciencia, alegando que un religioso no debe enredarse en política. Amén. Una excusa pequeña para irresponsabilizarnos de algo mayor. ¡Cuántos camellos nos tragamos…!
  6. Cuántas veces empañamos la verdad, cuando a lo dramáticamente importante lo barnizamos anteponiendo o resaltando lo secundario. Hay quien ve ofensivo o hiriente que se vea una imagen de la verdad, y tratan de solapar la evidencia, ocultar la crudeza de la verdad, minimizándola, ninguneándola, haciendo que no se vea, porque hay que empatizar: ahí está el nasciturus abortado, descuartizado; ahí está el individuo trans hormonado crónico; ahí está el suicidio, que pone en evidencia el fracaso de la sociedad actual; ahí está la eutanasia, los descartados…
  7. El peligro de la gracia, del amor misericordioso de Dios, Él mismo en donación caritativa… es que choca en esa su generosidad y grandeza con la libertad atribuida a la Humanidad; en su exceso gracia, otorga una dignidad que rebosa, y consiguientemente, ese ser creado así, puede quebrantar la lógica del amor gratuito al ejercer una libertad que pueda defraudar el propósito que le constituye.
  8. Dios, pues, está en continua comunicación con nosotros. Cualquier cosa que nos suceda por insignificante o accidental que parezca Dios se comunica a través de esa mediación, y expresa en ello su voluntad para con nosotros. Demos gracias en todo momento, y asintamos con un ¡amén!
  9. Esta libertad defraudada, es decir, el pecado cometido por la persona libre, se opone a ese dinamismo de gracia, de donación, rechazando el ofrecimiento y donación gratuitos de parte de Dios. Este rechazo es horrible: es ingratitud diabólica. Ingratitud que se resuelve en Cristo, el Hombre divino, que vino a arreglar este quebranto del dinamismo la caridad trinitaria, restituyendo la comunión. De modo que el ser humano pecador ha quedado restablecido, salvado, pese a su negativa a ello, pues el Dios hecho hombre ha dado un sí a Dios, en nombre de todos, aunque estos —en su inconsciencia— se opongan a ello. La potencia del amor misericordioso de Dios en Jesucristo es infinitamente mayor que la resistencia opuesta del pecador se opone a ser salvado.
  10. Todo cuanto ocurre acaece para el bien de los que creen en Dios. Tengamos esta actitud: Perfecta conformidad de nuestra voluntad con la voluntad de Dios. ¡Hagase tu voluntad! Amar lo que nos ocurre como si fuera la voluntad de Dios. Cualquier cosa que nos sucede es voluntad de Dios sobre ti, aceptarla, acogerla, aunque sean accidentes, hechos fortuitos, insignificantes, sin sentido aparente alguno.

 

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