Milagro espiritual en orden a la salvación

No me cabe la menor duda que los milagros existen, y son, incluso, más habituales y cotidianos de lo que pensamos. Pero son sólo apreciados por la fe, pues suceden en el plano espiritual y fundamentalmente por causa de nuestra salvación.

La historia de este milagro que cuento a continuación es real:

Pocos años atrás fallecía un familiar muy cercano. El día 10 a las 23 horas entraba en la habitación 626 de un hospital madrileño el capellán para administrar la unión de enfermos a una paciente. Tres minutos después del sacerdote abandonar la habitación, moría repentinamente la persona.

Momentos antes pensábamos que viviría como mínimo varios días más, si es que acaso no se recuperaría. Teníamos pensado en los días siguientes llamar al capellán, pero como por una aviso del cielo, la enferma sufrió como un corte de respiración momentáneo; lo que nos hizo tomar la decisión aún a esa hora tan tardía de llamar al sacerdote. Que enseguida vino.

Alguien dijo cuando al día siguiente contamos este momento y dada la devoción de la familia al Sagrado Corazón, que Éste la esperó y dio tiempo para que se le administraran los sacramentos.

Otros hecho singular fue que la enferma, dada su penosa dolencia y por muchos años, tenía el rostro marcado por las arrugas y el gesto hosco. Pues bien, momentos después de inspirar la cara se le relajó adquiriendo un semblante extraordinariamente sereno, apacible, sin arrugas… Se había producido una transfiguración, sin duda por efecto de la presencia de la gracia divina. 

Como dato curioso, y que refuerza esto, es que en todos los sitios, a esta persona, que apena tenía dos años más que su hermana, la confundían como si fuera su madre, dado el aspecto de su cara avejentada. Y sin embargo, al día siguiente, en el velatorio, una persona lejana, que no conocía a la difunta, le pregunto a su hermana si ella —a la que todo el mundo tenía como su hija— era la mayor. Y es que el cambio facial fue extraordinario; reflejo seguro del estado beatífico espirtual.

Estos milagros, ocurren más a menudo de lo que la gente cree. Y aquí lo cito para que nuestra fe se alegre por lo que Dios hace en nuestras vidas, aunque no lo ignoremos.

Tan sólo añadir que durante días anteriores, un «ejercito» de personas (aquí en la tierra familiares, amigos y fieles de la comunidad que asiste a misas a la que vamos, junto con sacerdotes amigos -ese mismo día por la mañana se había pedido en las preces por ella-; más los que en el cielo, familiares que nos consta están allí, más muchas almas que hemos ayudado a salir del purgatorio, con indulgencias plenarias) han intercedido por la salud de la enferma, que llegó de la manera mejor posible para ella, con la salvación eterna. (Ah, y sin olvidar a nuestros ángeles de la guarda, que también echaron una mano). Gracias a todos, y especialmente a nuestra Madre, la Santísima María, especialmente en sus advocaciones como Virgen del Carmen y Virgen del Olvido, el Triunfo y la Misericordia.

ACTUALIDAD CATÓLICA