El Evangelio (Lc 17,7-10) de la liturgia de hoy, 12 de noviembre, Jesús dice a sus discípulos que cual siervos que cumplen su deber y que por ello no reclaman mérito alguno ane su señor, también así los que cree en el Señor Dios, que han de cumpllir su voluntad como condición de su estado, crituras suyas, las cuales hacen lo que debían hacer, humildemente.
Y en lo cual se ha de estar agradecidos más que esperar que el Señor elogie sus obras. Es más, estar a srivicio de tal Señor es un privilegio, el que Dios nos haya invitado a ser de su servidumbre es ya de agradecer. Dios nos ha llamado, creandonos, a ser de sus próximos. Y el que le podemos obedecer es nuestro mayor bien.
Ser siervo servidor es sentirse perteneciente al Reino de Dios; pues Jesucristo vino a manifestarse sirviendo, y a recomerndarnos que actuaramos así, como sirvientes de los demás. «El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir« (Mc 10,45). Algo incomprensible para la la lógica mundana. Pero amar sirviendo es un provilegio. La servicialidad es una caracteristica de la lógica del Reino, que es una actitud propia del amor. De modo que tenerla es una gracia. «Este servicio hacia los hombres debe ser ciertamente gratuito y el que se consagra a él debe sentirse sometido a todos y servir a los hermanos» (San Gregorio de Nisa).
Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 7-10:
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: ‘Entra enseguida y ponte a comer’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú?’ ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación?
Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’ ”.
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Palabras del papa Francisco
(Ángelus, 6 de octubre de 2019)
¿Cómo podemos entender si realmente tenemos fe, es decir, si nuestra fe, aunque minúscula, es genuina, pura y directa? Jesús nos lo explica indicando cuál es la medida de la fe: el servicio. Y lo hace con una parábola que a primera vista es un poco desconcertante, porque presenta la figura de un amo dominante e indiferente. Pero ese mismo comportamiento del amo pone de relieve el verdadero centro de la parábola, es decir, la actitud de disponibilidad del siervo. Jesús quiere decir que así es un hombre de fe en su relación con Dios: se rinde completamente a su voluntad, sin cálculos ni pretensiones.
Esta actitud hacia Dios se refleja también en el modo en que nos comportamos en comunidad: se refleja en la alegría de estar al servicio de los demás, encontrando ya en esto nuestra propia recompensa y no en los premios y las ganancias que de ello se pueden derivar. Esto es lo que Jesús enseña al final de esta lectura: «Cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: “Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer”» (v. 10).
Siervos inútiles; es decir, sin reclamar agradecimientos, sin pretensiones. “Somos siervos inútiles” es una expresión de humildad y disponibilidad que hace mucho bien a la Iglesia y recuerda la actitud adecuada para trabajar en ella: el servicio humilde, cuyo ejemplo nos dio Jesús, lavando los pies a los discípulos (cf. Juan 13, 3-17).
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Catena Aurea
Teofilacto
Como la fe hace dueño de sí mismo al que observa los mandamientos divinos, adornándole con obras admirables, parecía que podía exponer al hombre al vicio de la soberbia, por ello advirtió el Señor a sus apóstoles que no se ensoberbezcan por sus virtudes, poniéndoles el siguiente ejemplo: «Y quién de vosotros, teniendo un siervo que ara», etc.
San Agustín, De quaest.Evang. 2,39
A muchos que no comprenden esta fe de la verdad más sublime, puede parecerles que el Señor no respondió a lo que sus discípulos le habían pedido. A mí, sin embargo, me parece difícil creerlo así; a no ser que entendamos que el Señor les mudó una fe en otra, esto es, la fe que prestamos a Dios con la fe de la que se goza en presencia de Dios. Se aumentará la fe primero por las palabras de los predicadores y después por las cosas visibles. Pero la contemplación en que consiste el descanso eterno, se concederá en el eterno reino de Dios; aquel eterno descanso es el premio de los trabajos de los justos, que se emplean en el gobierno de la Iglesia. Por tanto, aun cuando el siervo are en el campo o apaciente, esto es en la vida secular, ya ocupándose en los negocios terrenos, ya sirviendo como si fueran rebaños a los hombres ignorantes, es necesario que después de aquellos trabajos vuelva a la casa, esto es, se asocie a la Iglesia.
Beda
O bien: el siervo vuelve del campo, cuando una vez interrumpida la obra de la predicación, retorna nuevamente a su maestra, la conciencia, y medita sus acciones y sus palabras. A éste le dice el Señor inmediatamente: «Pasa luego», esto es, de esta vida mortal; «Siéntate a la mesa», esto es, regocíjate en el descanso eterno de la bienaventuranza.
San Ambrosio
Se comprende, pues, que ninguno se sienta si no pasa antes, por eso Moisés pasó antes de ver aquella gran visión. Pero así como tú no dices a tu siervo solamente: descansa, sino que le exiges nuevo trabajo, así el Señor no te permite el que obres o trabajes una sola vez, porque mientras vivimos debemos trabajar constantemente. Por esto sigue: «¿Y no le dice antes: disponme de cenar?», etc.
Beda
Le manda preparar algo para que cene, esto es, manifestar después del trabajo de su clara predicación, la humildad del propio conocimiento. Tal es la cena con que el Señor desea alimentarse, porque ceñirse es preservar a la humildad de todas las ilusiones vagas de nuestros pensamientos que suelen impedir el progreso en las buenas obras; ya que quien se ciñe el vestido hace esto para evitar ser envuelto en él y caer al andar. Y servir a Dios es confesar que no se tiene valor para nada sin el auxilio de su divina gracia.
San Agustín, De quaest. Evang 2,39
En tanto que le sirven, esto es, que anuncian el Evangelio, el Señor come y bebe la confesión y la fe de los gentiles.
Prosigue: «Que después comerás tú y beberás».
Beda
Como diciendo: Después que yo me he complacido por medio de tu predicación y cuando me halle alimentado en los convites del arrepentimiento, tú pasarás y te alimentarás eternamente con los manjares de mi eterna sabiduría.
San Cirilo
El Señor enseña, pues, que el derecho del poder divino exige razonablemente la debida sumisión de sus criaturas, cuando añade: «¿Por ventura debe agradecimiento a aquel siervo, porque hizo lo que le mandó?» Juzgo que no. Por este medio se cura la enfermedad de la soberbia. ¿Y por qué te ensoberbeces? Ignoras que si no pagas lo que debes, te amenaza un peligro, y si lo pagas no haces nada de más, como dice San Pablo ( 1Cor 3,16): «Si yo predico el Evangelio, no debo vanagloriarme, porque es para mí una necesidad. Y ¡ay de mí si no le predicare!». Considera, pues, que los que mandan en nosotros no dan las gracias cuando alguno de sus subordinados les obedece en lo que mandan, sino que muchas veces mueven su afecto por benevolencia y hacen que aumente su deseo de servirlos. Así también nos pide Dios que le sirvamos por derecho propio, pero como es clemente y bueno, ofrece honores a los que trabajan y hace que aventaje su benevolencia a los esfuerzos de los que le están subordinados.
San Ambrosio
No te jactes de haber servido bien, has hecho lo que debías hacer. Le adora el sol, le obedece la luna, le sirven los ángeles y nosotros no debemos alabarnos porque también le servimos. Por esto dice para concluir: «Así también vosotros, cuando hiciereis todas las cosas, que os son mandadas, decid: Siervos inútiles somos; lo que debíamos hacer hicimos».
Beda
Somos siervos porque hemos sido comprados a buen precio ( 1Cor 7); inútiles porque el Señor no necesita de nuestras buenas acciones ( Sal 15,2), o porque los trabajos de esta vida no son condignos para merecer la gloria ( Rom 8,18). Así la perfección de la fe en los hombres consiste en reconocerse imperfectos después de cumplir todos los mandamientos.