El Evangelio según san Marcos (1,29-39) de la liturgia de hoy, 15 de enero, nos cuenta cómo Jesús llevaba a cabo su misión para la que había venido. Jesús anunciaba la Buena Nueva predicando el Evangelio y curando a los enfermos, tanto física como espiritualmente, pues la presencia del Reino de Dios, tiene esos efectos reales de sanación y salvación.
«Jesús muestra su predilección por las personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu. Cuidar de los enfermos de todo tipo forma parte integrante de la misión de la Iglesia, como lo era de la de Jesús.» (Papa Francisco).
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.
Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.
Tengamos también muy presente que en medio de esa misión tan ajetreada, recorriendo todos los pueblos y siempre rodeado de gente, Jesús dedicaba tiempo a la oración: De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. La vida activa y contemplativa han de ir unidas.
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Palabras del papa Francisco:
(Ángelus, 7 de febrero de 2021)
¡De nuevo en la plaza! El Evangelio de hoy (cf. Mc 1,29-39) presenta la sanación, por parte de Jesús, de la suegra de Pedro y después de otros muchos enfermos y sufrientes que se agolpaban junto a Él. La de la suegra de Pedro es la primera sanación física contada por Marcos: la mujer se encontraba en la cama con fiebre; la actitud y el gesto de Jesús con ella son emblemáticos: «Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó» (v. 31), señala el Evangelista. Hay mucha dulzura en este sencillo acto, que parece casi natural: «La fiebre la dejó y ella se puso a servirles» (ibid.). El poder sanador de Jesús no encuentra ninguna resistencia; y la persona sanada retoma su vida normal, pensando enseguida en los otros y no en sí misma, y esto es significativo, ¡es signo de verdadera salud!
Ese día era un sábado. La gente del pueblo espera el anochecer y después, terminada la obligación del descanso, sale y lleva donde Jesús a todos los enfermos y los endemoniados. Y Él les sana, pero prohíbe a los demonios revelar que Él es el Cristo (cfr vv. 32-34). Desde el principio, por tanto, Jesús muestra su predilección por las personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu: es una predilección de Jesús acercarse a las personas que sufren tanto en el cuerpo como en el espíritu. Es la predilección del Padre, que Él encarna y manifiesta con obras y palabras. Sus discípulos han sido testigos oculares, han visto esto y después lo han testimoniado. Pero Jesús no les ha querido solo espectadores de su misión: les ha involucrado, les ha enviado, les ha dado también a ellos el poder de sanar a los enfermos y de expulsar a los demonios (cf. Mt 10,1; Mc 6,7). Y esto ha proseguido sin interrupción en la vida de la Iglesia, hasta hoy. Y esto es importante. Cuidar de los enfermos de todo tipo no es para la Iglesia una “actividad opcional”, ¡no! No es algo accesorio, no. Cuidar de los enfermos de todo tipo forma parte integrante de la misión de la Iglesia, como lo era de la de Jesús. Y esta misión es llevar la ternura de Dios a la humanidad sufriente. Nos lo recordará dentro de pocos días, el 11 de febrero, la Jornada Mundial del Enfermo.
La realidad que estamos viviendo en todo el mundo a causa de la pandemia hace particularmente actual este mensaje, esta misión esencial de la Iglesia. La voz de Job, que resuena en la Liturgia de hoy, una vez más se hace intérprete de nuestra condición humana, tan alta en la dignidad —nuestra condición humana, altísima en la dignidad— y al mismo tiempo tan frágil. Frente a esta realidad, siempre surge en el corazón la pregunta: “¿por qué?”.
Y Jesús, Verbo Encarnado, responde a este interrogante no con una explicación —a este porqué somos tan altos en la dignidad y tan frágiles en la condición—, Jesús no responde a este porqué con una explicación, sino con una presencia de amor que se inclina, que toma de la mano y hace levantarse, como hizo con la suegra de Pedro (cf. Mc 1,31). Inclinarse para hacer que el otro se levante. No olvidemos que la única forma lícita de mirar a una persona de arriba hacia abajo es cuando tú tiendes la mano para ayudarla a levantarse. La única. Y esta es la misión que Jesús ha encomendado a la Iglesia. El Hijo de Dios manifiesta su Señorío no “de arriba hacia abajo”, no a distancia, sino inclinándose, tendiendo la mano; manifiesta su Señorío en la cercanía, en la ternura y en la compasión. Cercanía, ternura, compasión son el estilo de Dios. Dios se hace cercano y se hace cercano con ternura y con compasión. Cuántas veces en el Evangelio leemos, delante de un problema de salud o cualquier problema: “tuvo compasión”. La compasión de Jesús, la cercanía de Dios en Jesús es el estilo de Dios. El Evangelio de hoy nos recuerda también que esta compasión tiene sus raíces en la íntima relación con el Padre. ¿Por qué? Antes del alba y después del anochecer, Jesús se apartaba y permanecía solo para rezar (v. 35). De allí sacaba la fuerza para cumplir su ministerio, predicando y sanando.
Que la Virgen Santa nos ayude a dejarnos sanar por Jesús —siempre lo necesitamos, todos— para poder ser a nuestra vez testigos de la ternura sanadora de Dios.
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Catena Aurea
Beda
Primeramente debió cerrar aquella boca de serpiente para que no esparciese más veneno. Después curó a la mujer, que fue seducida antes, de la fiebre de la concupiscencia carnal. Por esto dice: «Y luego que salieron de la sinagoga fueron», etc.
Teof
Se retiró cerca del anochecer del sábado, como era costumbre, para ir a casa de sus discípulos. Pero la mujer que debía servirles estaba con fiebre. Y sigue: «Hallábase con calentura la suegra de Simón».
San Crisóstomo
Como esperaban que habían de obtener por ello alguna utilidad, le rogaban los discípulos, sin esperar a la noche, que curase a la suegra de Pedro. Y continúa: «Y al punto le hablan de ella».
Beda
En el Evangelio de San Lucas se lee que le rogaron por ella ( Lc 4,38). Tan pronto como ruegan al Salvador, cura El espontáneamente a los enfermos. De este modo muestra que las pasiones y los vicios se mitigan siempre con los ruegos de los fieles, y que a veces da a entender a los mismos lo que no entienden absolutamente. O perdona también lo no entendido a los que piadosamente le ruegan con insistencia, como pide el salmista ( Sal 18,13): «Purifícame, Señor, de mis yerros ocultos». Por esto cura cuando se le ruega. Continúa, pues: «Y acercándose la levantó tomándola de la mano».
Teof
Esto quiere significar que si alguno enferma, será curado por Dios si sirviere a los santos por amor de Cristo.
Bed, super Lucam, cap. 4
La frecuencia con que reparte sus dones de medicina y doctrina, principalmente los sábados, enseña que El no está bajo la ley, sino sobre ella, y que no ha elegido el sábado judío, sino el verdadero sábado. El descanso es querido por el Señor, si atendiendo a la salvación de las almas nos abstenemos de obras serviles, esto es, de todas las ilícitas. «Y en el momento, prosigue, se le quitó la calentura». La salud que se da por mandato del Señor vuelve toda a la vez y acompañada de tanta fuerza, que basta para que pueda ponerse a servir a los que la asistían. Si dijéremos que el varón librado del demonio significa el ánimo purificado moralmente de todo pensamiento inmundo, habremos de decir que la mujer curada de la fiebre a la voz del Señor significa la carne preservada del fuego de la concupiscencia por los preceptos de la continencia.
San Jerónimo
La fiebre significa incontinencia, de la cual sanamos los que no somos hijos de la sinagoga por mano de la templanza con la elevación del deseo, sirviendo a la voluntad del que nos sana.
Teof
Tiene fiebre el que se irrita, puesto que por la ira muestra desenfrenadamente las manos. Pero si detiene la razón su mano, se levanta y de este modo le sirve.
Teof
Como las gentes consideraban que a nadie era permitido curar en sábado, esperaban el ocaso del sol para llevar a Jesús a los que había de curar. Así dice: «Por la tarde, puesto ya el sol, le traían todos los enfermos», etc. Y después: «Y curó a muchas personas afligidas por varias dolencias».
San Crisóstomo
En donde dice muchas debe entenderse todas, según la costumbre de la Escritura.
Teof
O dice muchas, porque hubo algunos que no fueron curados a causa de su incredulidad. Pero curó a todos aquellos que de entre los presentados tenían fe. «Y lanzó, continúa, a muchos demonios».
San Agustín, De cuest. sobre el antiguo y nuevo Testamento, cap. 66
Los demonios sabían que El era el Cristo que había sido prometido por la ley, pues veían en El todas las señales que habían anunciado los profetas. Aún así, tanto ellos como sus príncipes, desconocían el misterio de su divinidad, ya que si lo hubieran conocido, nunca hubiesen crucificado al Señor de la majestad ( 1Cor 2,8).
Beda
El diablo comprendió (o más bien sospechó) que era el Hijo de Dios por las señales tan portentosas que realizaba aquel hombre, a quien había visto en el pesado ayuno de cuarenta días, pero que ni aun en medio de la tentación le permitió experimentar que era el Hijo de Dios. Por tanto, indujo a los judíos a que lo crucificaran, no porque no juzgara que era el Hijo de Dios, sino porque no previó que con su muerte había de ser él condenado.
Teof
El Señor no dejaba hablar a los demonios porque así nos enseñaba a no creerles aunque digan la verdad, pues la mezclarán con la mentira cuando encuentren alguno que les crea.
San Crisóstomo
No se opone lo que se consigna aquí a lo que dice San Lucas ( Lc 4,41) en cuanto a que salían los demonios de muchos clamando y diciendo: «Tú eres Cristo, Hijo de Dios», porque añade: «Y reprendiéndolos no les dejaba hablar». Omitiendo muchos detalles para mantener la brevedad, habla San Marcos acerca de la finalidad de dichas palabras.
Beda
El ocaso del sol significa místicamente la pasión y muerte de Aquel que dijo ( Jn 9,4): «En tanto que estoy en el mundo, soy la luz del mundo». Es al ocaso del sol cuando es curada la mayor parte de los enfermos y poseídos, porque Aquel que durante su estancia en este mundo enseñó a unos cuantos judíos, les transmitió los dones de la fe y de la salvación a todos los pueblos de la tierra.
San Jerónimo
En sentido moral, la puerta del reino es la penitencia con la fe, que da la salud en diversas enfermedades, porque son varios los vicios que enferman la ciudad del mundo.