Tiempo atrás el papa emérito Benecitos XVI decía que la Iglesia tiene necesidad urgente de pastores que resistan el espíritu del tiempo. Concretamente: “La Iglesia se encuentra en una necesidad particularmente apremiante de pastores convincentes que puedan resistir la dictadura del espíritu de la época”.
El espíritu del tiempo es la mundanidad que dramáticamente conduce a la apostasía, al alejamiento de la Verdad, a la perdición, en definitiva. Este tiempo o atmósfera es una mentalidad en la que el ser humano ha perdido el contacto con la realidad primera, Dios, la Trascendencia, y con la segunda, la naturaleza humana creada por Dios mismo. Este doble alejamiento supone un extrañamiento profundo de lo que es el ser humano en su esencia, en su dignidad, en su grandeza, en lo que está llamado a ser…, convirtiéndose en un desconocido de sí mismo; sin verdades ni creencias, envuelto en ruido y ajetreo, en caos de ideas inconstantes, de deseos fugaces, de aspiraciones vagas, emociones y sentimientos volátiles, sin sujeción a una responsabilidad moral, llevados por un libertinismo y un escepticismo, que socaba los cimientos de una sociedad humana madura y comunitaria.
Este es el clima cultural dominante o espíritu del tiempo: el escepticismo, el relativismo, el nihilismo y el materialismo representan un cáncer para el espíritu y la moral. Y este es, sin duda, un ambiente tóxico, que hace imposible el desarrollo del ser humano según la especificidad de su naturaleza propia y única, que indique el camino. No hay nada a lo que sujetarse y que respetar, todo está bajo la voluntad de deseo, de satisfacer lo que se desee sin restricción alguna.
Tratan de eliminar en el ser humano cualquier atisbo de responsabilidad de las decisiones que toma o de lo que hace. Se le está inculcando una mentalidad pasiva, del nulo esfuerzo, de no hacerse cargo de si mismo, donde no se tenga nada pero no se necesita nada, porque el Estado lo va a facilitar todo (según las agendas 2030 y 2050), etc., De modo que ya se creado una actitud de olgazanamiento generalizado e de irresponsabilidad absoluta entre la gente joven. Cualquier esfuerzo, compromiso o responsabilidad han quedado descartados del horizonte de la juventud de hoy día. En este ambiente malsano, la cultura del descarte o de la muerte tienen el campo abonado.
En definitiva, que en este ambiente mundano e inadecuado, queda extirpado cualquier noción de bien o mal, de valoración ética, de sentimiento de culpa, de enmienda y expiación, o, no digamos ya, de pecado y remordimiento de la conciencia. En definitiva, trata de cambiar la naturaleza humana, creada por Dios, con racionalidad moral y conciencia sobre el bien y el mal; es decir, de asumir y valorar moralmente nuestras acciones inherente nuestra naturaleza. De modo que en estas estamos, en el acabamiento de la naturaleza humana y su verdad, para que después venga todo lo demás: la entropia diabólica de este espíritu del tiempo.
El espíritu de la época o el tiempo, Zeitgeist, no es otro sino el espíritu en que se desenvuelve el mal, el mundo de las tinieblas, bajo cuyo reinado -el del príncipe de este mundo- el ser humano, encadenado, se somete y perece.
La Santísima Virgen María como «La Señora de todos los Pueblos» manifestó en su día viendo lo que se nos venía encima: «El falso espíritu gobierna el mundo. El paganismo moderno, el humanismo, el ateísmo, el socialismo moderno y el comunismo gobiernan el mundo. (…) Grandes poderes son los que amenazan a este mundo. Y no me refiero sólo al humanismo moderno, al ateísmo, al socialismo moderno y al comunismo; aún hay otros poderes que amenazan a este mundo. (…) El mundo está envuelto por un falso espíritu, por Satanás«.