El activismo de la fe

Mark Wahlberg, Eduardo Verástegui, Mel Gibson y Jim Caviezel.

Quizá hubiera sido más preciso decir apostolado o evangelización, pero el termino activismo creo que es más amplio y apropiado para estos tiempos actuales, en que hay que hacerse visible para que se preste atención al mensaje que se quiere colocar, pues, como se dice, “lo que no sale en los medios no existe”.

Y no es sólo anunciar o trasladar a la sociedad y a los demás la Nueva Buena evangelizadora, sino además el luchar por causas justas, nobles, etc., según los valores del Reino, y que constituyen un imperativo moral. Y hacerse influyente de tal manera que el testimonio fe presencial y práctico comunique verdad y bien a la gente. Hay mucho que decir y hacer, y no podemos estar como ausentes, desaparecidos. Hay que hacerse notar si se quiere comunicar algo.

El cristiano, cada cristiano, debe ser «un activista«; es decir, salir de «sacristía», de la “zona de confort”, dejar de vivir sin más la fe reducida a la actividad concreta de la parroquia —y esto en el mejor de los casos—. Ha de salir con la fe a campo abierto, no ya testimoniando con su comportamiento e incluso de palabra, si se da, en el ambiente en que nos desenvolvemos, en el trabajo, el estudio, etc., sino en todo acontecer social y público. 

Todos estamos vocacionados, como cristianos, al apostolado: somos enviados, mensajeros, embajadores… de la fe que profesamos; aunque cada cual en su justa medida y posibilidades. Pero en apostolado, la misión, la «proclamación» del Evangelio nos corresponde a todos —no solo al clero, también a los laicos o seglares—, de palabra y obra.

El activismo —como participación en movimientos de tipo social— movidos por la fe, aunque sea a nivel individual, sin una llamada eclesiástica específica, es una participación en el compromiso que atañe a todos los bautizados a ser luz y sal en medio del mundo. «También los laicos hechos partícipes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen su cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en el mundo. (…) Siendo propio del estado de los laicos el vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, ellos son llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento. (C. Vaticano II, Apostolicam actuositatem, 2).

El cristiano tiene que anunciar el Reinado de Cristo con el testimonio de su vida. Viviendo la fe se puede y debe dar testimonio con la palabra, la oración, el sacrificio, la ayuda, el compromiso, la presencia activista en reivindicaciones y movilizaciones, y en todo momento y lugar, en mayor o menor medida. Hoy, por pasividad, comodidad, acomplejamiento, falta de coraje, etc., hay muchos que pasan del dar la cara, de salir a la calle, al foro público, del compromiso real, del voluntariado, etc. Esta actividad y hacer presente los valores que transmite la fe es fundamental para evangelizar. Pero —y esto es fundamental— el creyente no debe reducirse o centrarse al llamado apostolado obras de antaño, de entrega más y más a actividades exteriores relegando la vida interior; es preciso alentar la disposición real de movilización por causas a las que aliente la fe. Es el Espíritu Santo, con la fuerza de la gracia, quien los ha de llevar al activismo según la voluntad de Dios.

Hay muchas cosas concretas por las que vivir activo la fe: desde acudir a manifestaciones pro—vida, a concentraciones de rezo del rosario en vida pública, boicotear ciertas marcas de productos de consumo cuyas firmas promueven antivalores cristianos (Disney, Netflix, medios de comunicación, etc.), estampar la firma en cualquier reivindicación justa, participar en debates y asambleas sobre temas humanos y, por supuesto, religiosos, defender la enseñanza escolar católica, etc., etc. Hay una infinidad de causas y compromisos en los que participar activamente. Nadie que se diga creyente está exento de esta responsabilidad. Si la fe no le moviliza…, algo falla.

Queremos en este momento expresar nuestras felicitaciones a cuatro personajes famosos de la cinematografía, que dan la cara de forma activa por la fe: Mark Wahlberg, Eduardo Verástegui, Mel Gibson y Jim Caviezel.

Este es el camino para la recristianización y para la salvación de muchos. Y ya sabemos el aforismo ignaciano: «esforzarse como si todo dependiese de nosotros, rezar como si todo dependiese de Dios». 

 

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