«Cada religión es un camino para llegar a Dios»

Esta expresión de hace unos día del papa Francisco está causando una cierta controversia. Los detractores le acusan fundamentalmente de sincretista, y algunos llegan hasta calificar la expresión de herejía.

Esta polémica tan áspera que algunos aventan es una sinrazón por parte de estos; porque el Papa tiene toda la razón.

De manera más o menos perfecta, todas las religiones conducen a Dios. Evidentemente la religión católica es la más perfecta, junto con la ortodoxa, seguida de la protestante (en sus múltiples manifestaciones), luego le sigue la judía, después posiblemente la islamista, hinduista, budista, etc. y todas las demás hasta llegar a las más primitivas. No hay más que haber estudiado algo de teología de la Historia de la Religiones, a Miscea Eliade, para comprender que en esa apertura -propia de las religiones- a la Trascendencia y hay una búsqueda y religación con la divina.

La revelación más perfecta de la divinidad es la del mismo Dios encarnado, Jesucristo: él es el camino, la verdad y la vida, y nadie va al Padre sino por él. Así es; pero el Hijo de Dios está llevando a la Humanidad toda desde los orígenes: el ser humano tiene como modelo matricial, al Hijo, del que fue creado a imagen y semejanza. De modo que en toda persona humana que viene a la tierra existe una gracia increada, una semilla divina, en ella: es la huella de Dios impresa en cada una de sus criaturas con alma; creada espiritualmente para vivir eternamente. Esto es algo único y excepcional, que sucede con este ser llamado hombre, al que Dios en un memento, por puro amor, decidió crear para invitarle a una vida feliz, con él. Y en esto estamos todos, todos, seamos de una religión determinada o no, e incluso aunque no tengamos religión. “Cristo ilumina a todos hombre que viene a este mundo” (Jn 1,9).

Desde de los estadios más primigenios de la historia humana ya ha habido esa inquietud, esa búsqueda, esa sed, esa vocación, llamada, apertura o necesidad de encuentro con la divinidad. De modo que la religión o religación con el Trascendente no es una invención de unos pocos, sino una realidad común a todos los pueblos, toda comunidad humana ha tenido religión. Y en ella esta Dios, con distinto nombre, pero Dios estaba ahí, con ellos; porque son criaturas (hijos) suyas nacidos por decisión suya, y todas están invitadas al Cielo.

De modo que podemos concluir que toda persona humana, sea del color religioso que sea y se encuentre en las circunstancias que se encuentre, en el fondo es un reflejo de Jesucristo, al que todos somos llamados a asemejarnos cada vez mas perfectamente en santidad. Todos estamos llamados a ser como Dios es: amor, y en este actuar amoroso nos parecemos más a él, que es el objetivo de todo ser humano; se sea consciente o no de ello.

Todos pertenecemos a una hermandad humana, querida por el Padre en el Hijo, más allá de las filiaciones religiosas. La gracia divina actúa en el corazón de todo hombre de buena voluntad; la gracia de Dios no conoce fronteras y actúa a través de la conciencia y inclinando el corazón del ser humano a hacer el bien y a amar. Dios no abandona a nadie, hasta el final está de alguna manera presente en él, aunque sea malo.

Quien lo desee puede leer también los artículos: «Santos anónimos«, «La acción anónima del Espíritu Santo en todos»,  «La gracia de Dios no conoce fronteras» y “Respeto sublime”

 

ACTUALIDAD CATÓLICA

3 comments

  1. Jesucristo es el camino de todos, el alfa y omega, el principio y el fin. Él es el salvador que atrae a todos a sí. El es el Pontíice, el puente entre los seres humanos y Dios. No hay otro. Por él vamos todos hacia el Padre. El enseñó cómo: la manera mejor, más rapida, preferible y santa, para llegar al objetivo final.

  2. Todas las religiones pueden guiar hacia Dios, no todas son iguales, no valen lo mismo. No todas son igualemente buenas para llegar a Dios. El medio de salvación es Cristo, y no lo que digan o propongan esas otras religiones. De modo que hay una notablle deficiencia en las otrs religiones con arreglo a la religión de Cristo, y más en concreto la católica y la ortodoxa, que cuentan con los sacramentos, fuentes de gracia para alcanzar la salvación .

  3. Jesús mando a los apóstoles, discípulos y a todos sus seguidores a anunciar y llevar la Buena Nueva a todos los pueblos de la Tierra, porque era sustantivo el predicar el Reino, como Él hizo. Es decir, dar a conocer y expandir a todos los seres humanos la fe en el Dios que salva. Jesucristo vino a traer la salvación dando su vida, y a que todo el mundo participara conscientemente de ella, por una fe plenificante de santidad.

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