«Tierra Santa»

Se nos dice que se trata de guerra religiosa, pero no, no nos engañen, se trata de una guerra por la tierra. Y la que se denomina Tierra Santa, pero tampoco es así, exactamente: desde sus orígenes ha sido una tierra de sangre: los conflictos no han cejado de acaecer desde que hace 4.000 años en que apareciera allí Abraham (2.000 a.C.) procedente de Ur de Caldea, con la ya división de repartición del terreno con su sobrino. Si uno lee el Antiguo Testamento completamente -como servidor- puede comprobar cómo todas las generaciones han tenido varias guerras con los pueblos vecinos, y a veces entre sí (de tal modo que se dividieron entre judíos y samaritanos); amén de las varias invasiones, que llevaron a los israelitas a dos deportaciones: en el año 605 a.C., Nabucodonosor, poco antes de llegar a ser rey, atacó a Jerusalén y llevó cautivos a Babilonia al rey de Judá y a algunos de sus príncipes; en el año 597 a.C. Nabucodonosor volvió a atacar al reino de Judá, y esta vez se llevó a Babilonia diez mil cautivos; el 586 a.C. Babilonia, conquistó a Judá, destruyendo no sólo la ciudad de Jerusalén sino también el bello templo que Salomón. Luego vino el dominio despótico de los generales (Antíoco) de Alejando Magno, hasta la aparición de los romanos, que les expulsaron por todo el mundo, en el año 70 (d.C.), con Tito, y luego, con su hijo, que destruirían totalmente el segundo templo reconstruido y Jerusalén, arando el terreno, definitivamente. Tal y como Jesucristo había profetizado  («no quedará piedra sobre piedra»; quien empapó con su sangre tan santa tierra, al igual que otros muchos de sus discípulos y seguidores, llamados más tarde cristianos. 

Aquellas tierras, a las que los romanos la habían dado el nombre de Palestina, pasaron a ser cristianas a partir del año 330 con Constantino y el imperio romano adoptar la religión cristiana como la oficial; la emperatriz Elena, madre de Constantino, comenzó a restaurar Jerusalén, y a localizar sitios de la tradición cristiana, sobre los cuales construyó santuarios, como la iglesia del Santo Sepulcro en el lugar donde se creía que Jesús había sido crucificado y sepultado. Desde entonces aquellas tierras podían verse iglesias bizantinas, cristianas. En el siglo VII, apareció el Islam, que conquistó aquellos “santos lugares” a sangre y fuego, arrasando comunidades cristianas como la de los monjes del monte Carmelo; como defensa ante tan brutal invasión surgieron los templarios y las cruzadas, lo que dio lugar a casi dos siglos (1088-1244) de enfrentamientos sangrientos; hasta que tres siglos más tarde se les paró los pies en su expansión hacia Occidente: con la expulsión islámica de España con la Reconquista y la victoria de Lepanto (s. XVI); que pararon definitivamente en avance invasivo del islamismo por todo el mundo. Palestina, que así se llamó a aquellas tierras desde el imperio romano, estuvo dominada a partir de la aparición del Islam por el islamismo; a destacar los años (1517-1917) bajo el dominio del imperio otomano (turco).

Y llegamos al siglo XX: el retorno de los judíos repartidos por todo mundo desde principios del siglo II. El Mandato Británico (1917-1948): El 9 de diciembre de 1917 llegaron a su fin cuatrocientos años de gobierno otomano. Jerusalén fue declarada capital del país. La Declaración Balfour prometía el establecimiento de una patria para los judíos. En 1920 y 1929 hubo violentos choques entre árabes y judíos. Entre 1936 y 1939 los árabes se sublevaron, iniciándose las hostilidades entre árabes y judíos por obtener el control de Jerusalén.  Entre 1939 y 1945 seis millones de judíos fueron asesinados sistemáticamente por órdenes de Adolfo Hitler. Después de la Segunda Guerra Mundial la opinión mundial favoreció ampliamente la creación de un estado judío. Hacia noviembre de 1947 la tensión entre árabes y judíos era tal que las Naciones Unidas decidieron intervenir, poniendo fin al mandato británico y declarando a Jerusalén patrimonio de la humanidad. Se sometió al voto en las Naciones Unidas, y se decidió (con 33 votos a favor y 13 en contra) dividir en dos la zona de Palestina al oeste del rió Jordán; un sector para los árabes y otro para los judíos. Los judíos aceptaron el plan, pero los árabes lo rechazaron.   

Los palestinos llaman Nakba (Día de la catástrofe) a la creación del Estado de Israel, ocurrido el 14 de mayo de 1948, cuando más de 750.000 personas fueron obligadas a dejar sus tierras ante la llegada de miles de inmigrantes judíos. Poco a poco, los judíos fueron colonizando esas tierras, asentándose a fuerza de comprar terrenos a los palestinos que malvivían, todo ello a base de ingentes cantidades de dinero procedente de magnates estadounidenses y centro europeos (Roquefeller, Rothschild,, etc.). Pero llegó un punto en que el mundo árabe-islamista reaccionó; pero los israelitas ya se habían hecho demasiado fuertes, se desataron enfrentamientos armados, conquistando los judíos la ciudad eterna, Jerusalén. Y desde entonces los judíos no han dejando de empujar, expulsar y arrinconar a los palestinos, hasta reducirlos al gueto de Gaza, y también de hostigar a los cristianos, para que se vayan y abandonen sus santos lugares, sobre los que tienen puestos objetivos, sobre todo los ultraortodoxos judíos. Ya tan sólo es cuestión tiempo  -de poco tiempo- de que Israel acapare totalmente aquellas tierras y que el pueblo palestino se extinga para siempre como lágrimas en la lluvia.

Al final pueden leer una síntesis precisa para saber del proceso de constitución del estado de Israel.

 

Algunos detalles y puntualizaciones:

Esto no se trata de una guerra religiosa, sino, como ocurre la mayoría de las veces, es una guerra por la tierra. Donde los intereses económicos juegan un papel fundamental. De lo contrario, países como Arabia Saudita, Marruecos… están a favor de Israel, y otros varios se mantienen neutrales… De modo que si fuera por el islamismo estarían todos del lado palestino, pero no es así. Y creer en Dios por ambas partes parece que no se cree mucho (eje.: el 90% de los judíos dice no creer? ¿Y los cristianos que también tiene presencia, qué papel jugarían? No son belicosos ni suponen amenaza alguna por su fe… Los israelitas parece que tienen puestos los ojos en los lugares santos que atienden los franciscanos (el Cenáculo, el Monte de los Olivos, etc.), y a la vez hostigan a la población del barrio cristiano de Jerusalén, dos para que dejen sus propiedades y se vayan. Vean este breve video:

Hace unos años en un viaje de peregrinación pasando con el autobús por la zona central de Samaria, pudimos ver algunos cementerios de palestinos, estaban abandonados, no sabemos si habían vaciado las tumbas llevándose los restos de sus seres queridos. Era significativo. Cuando uno campo santo se abandonado se deja atrás mucho, toda un historia.

El final de los cada vez más arrinconados en esa Franja de Gaza, superpoblada, el lugar del mundo más poblado por metro cuadrado, con una vida supercomplicada, sin verdadera autonomía ni bienestar, a los que no se les deja mejorar, sin poder construir puerto marítimo ni aeropuerto ni centrales eléctricas, etc. Tal vez, se pretenda que hastiados de ese apartheid se marchen a Egipto.

La crueldad de Hamás es obvia, y condenable la salvajada del sábado 7 de octubre, pero ¿de los bombardeos (6.000 bombas) destructores de viviendas y de vidas inocentes, qué cabe decir? No hay nada que justifique tal actuar, ni recurriendo al argumento de derecho a la autodefensa o la «guerra justa»;no cabe responder con una masacre de daños colaterales.

Todo esto supone el fracaso de la ONU, que ha sido incapaz a lo largo de 70 años de resolver esta guerra interminable.

El testimonio del padre Gabriel Romanelli, superior provincial de los Misioneros del Verbo Encarnado en Tierra Santa, que vive en Gaza desde hace 12 años, cuenta que su parroquia ha acogido a unas 300 personas que han huido de sus casas por los bombardeos. «Estamos tratando de darles lo básico: comida, agua, colchones, mantas… También tenemos un equipo médico que atiende a los heridos». También ha criticado la falta de soluciones políticas al conflicto y la indiferencia internacional. «Es una situación muy triste e injusta. No hay respeto por la vida humana. Se mata a inocentes por ambos lados. No hay diálogo ni voluntad de paz. Y el mundo mira para otro lado», lamenta.

El testimonio de Margaret Karram, presidente del Movimiento de los Focolares, árabe, cristiana-católica, de origen israelí y palestino, hizo un llamamiento a la acción coral de la comunidad internacional para que se reanuden las negociaciones y se perciba la urgencia de resolver este conflicto: «Todavía hay demasiado silencio. Mi voz sola no dará fruto, es necesario el compromiso de todos para promover el respeto de los derechos humanos y la reconciliación entre los pueblos».

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Llegados a estos extremos y dada la gravísima situación para todos, especialmente para los palestinos, es la hora definitiva de hacer algo resolutivo, de lo contrario esta población de Gaza acabará extinguiéndose en el dolor. Por ello, nos unimos a las palabras del obispo Paul Richard Gallagher, secretario de Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales de la Secretaría de Estado, que ha intervenido en la reunión de Alto Nivel de la ONU sobre la paz en Oriente Medio desde su empeño en la defensa De los Santos Lugares y la presencia de la comunidad cristiana en la zona:

La Santa Sede está firmemente convencida de que la paz entre israelíes y palestinos, y en la región en general, beneficiaría a toda la comunidad internacional. Por ello, toda iniciativa de paz es bienvenida, incluida la Iniciativa de Paz Árabe, siempre que no vaya en detrimento de las poblaciones locales, ni de las legítimas exigencias de israelíes y palestinos.

Los palestinos se encuentran hoy en una posición muy débil, tanto por problemas de gobernanza interna como por la actitud cada vez más dura y militarmente invasiva del Estado de Israel. Es triste constatar que seguimos aquí discutiendo sobre el conflicto israelo-palestino 30 años después de la firma de los Acuerdos de Oslo, el 13 de septiembre de 1993, que dejaban entrever cómo sería la solución de dos Estados para los dos pueblos.

La administración de la ciudad de Jerusalén es un punto central de controversia que debe abordarse para lograr una paz estable y duradera. Es evidente que esta ciudad es muy importante para nosotros los cristianos, así como para los judíos y los musulmanes, que la consideran la Ciudad Santa. La Santa Sede que considera Jerusalén no como un lugar de confrontación y división, sino como un lugar de encuentro en el que cristianos, judíos y musulmanes pueden convivir con respeto y buena voluntad mutua, aún a los actos de intolerancia en Jerusalén, como los perpetrados recientemente por algunos extremistas judíos contra los cristianos. Atentados contra los que reclama la actuación de Israel y que podrían ser sofocados, defendió una vez más, a través de un estatuto especial garantizado internacionalmente como el Vaticano lleva años promoviendo.

 

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El día de 1948 por el que Israel celebra y los palestinos se lamentan

El 14 de mayo de 1948, Israel logró constituirse como un Estado legítimo en el territorio que antes era del Mandato Británico de Palestina. Un día después, comenzó la ‘Nakba’ o catástrofe, el destierro de más de 700 mil palestinos de sus tierras.

El mundo se sentía en deuda con el pueblo judío recién terminó la Segunda Guerra Mundial. No sólo se reveló que el Holocausto había consignado la muerte de 6 millones de judíos en campos de concentración nazis, sino que aquellos que habían sobrevivido no tenían una patria adónde volver.

En calidad de refugiados, cientos de judíos se embarcaron en naves para cruzar el Mediterráneo y probar suerte en el Medio Oriente, en las tierras que Moisés les había entregado en el Éxodo bíblico. Sin embargo, en ninguno de los puertos donde atracaban les permitían la entrada.

Uno de esos barcos, rebautizado Exodus 1947, fue repelido por los ingleses desde el puerto de Haifa, y devuelto a las costas francesas de Toulon. Ninguno de los ocupantes quiso obedecer la orden de desembarcar. Peor aún, se declararon en huelga de hambre por tres semanas. En consecuencia la prensa internacional acusaba a Londres de una crisis humanitaria.

Finalmente, los ocupantes del barco fueron llevados a Alemania y los medios del mundo titulaban ‘De vuelta al Reich’.

La indignación era generalizada, al punto que la comunidad internacional llevó el caso a las recién constituidas Naciones Unidas.

En 1948 se izó la bandera del Estado de Israel en el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York

En 1917, el Reino Unido le había prometido al pueblo judío, con la Declaración Balfour, un estado legítimo en el territorio de Palestina.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el momento de cumplir aquella promesa era un menester. Desde las Naciones Unidas se propuso una partición del territorio que los ingleses ocupaban en la región palestina luego de la caída del Imperio Otomano.

Los judíos saltaban de la emoción, mientras que los árabes rechazaban por completo dicha propuesta. El voto, sin embargo, fue a favor de los judíos, y el 14 de mayo de 1948 se fundó el nuevo Estado de Israel.

Un día después, el 15 de mayo, los palestinos decretaron ‘La Nakba’, la catástrofe. A partir de entonces, 700 mil de ellos fueron obligados a desertar. Tuvieron que buscar mejor suerte en las vecinas Gaza y Cisjordania.

En 1948 comienza el conflicto árabe- israelí, que lleva 70 años sin ser resuelto

Para la comunidad árabe, la constitución del Estado de Israel no era otra cosa que una intromisión. Cuatro países de la región, Egipto, Siria, Transjornania e Irak, lanzaron una ofensiva contra los recién instalados israelíes, en un territorio de cerca de 20 mil kilómetros cuadrados.

El apoyo estadounidense fue fundamental para que las tropas israelíes pudieran contener la avanzada de la Liga árabe. Un año después, en 1949, se firmó un cese del fuego.

Luego vinieron otras guerras: La guerra del Suez del 53, la Guerra de los 6 días del 67, la Guerra del Ramadán o del Yom Kipur del 73, la Guerra del Líbano del 82.

En todos estos embates Israel demostró suficiencia militar y ambición de terreno. Solo en 1967, con una serie de bombardeos aéreos durante 6 días, Israel invadió y se anexionó la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén del Este, la Península del Sinaí y los Altos del Golán en Siria.

Las Intifadas palestinas y los Acuerdos de Oslo

Desde 1987, el pueblo palestino se tomó la lucha de su territorio como algo personal. Armados con piedras, los palestinos comenzaron una ola de ataques violentos contra el ejército israelí, que a la cuenta de cinco años dejaba un saldo de más de mil muertos.  

En 1993, y con Bill Clinton como mediador, la Autoridad Palestina y el Estado de Israel buscaron un acuerdo de paz para el medio oriente. En los Acuerdos de Oslo, Isaac Rabin y Yasser Arafat se estrecharon la mano. Por primera vez los palestinos reconocían el estado de Israel como legítimo, bajo la condición que Israel devolviera los territorios invadidos en 1967.

Los Acuerdos de Oslo se disolvieron apenas dos años después, con el asesinato de Isaac Rabin, a manos de un israelí radical.

Jerusalén, la manzana de la discordia

La ciudad santa de Jerusalén ha sido por años uno de los pleitos más tensos entre Israel y Palestina. Tanto Israel la llama la capital de su Estado, como Palestina la denomina la capital de su futuro estado. Por lo pronto, es una ciudad donde confluyen varias religiones como el cristianismo, el judaísmo y el islamismo.

La crisis por la tenencia de Jerusalén escaló con la decisión de Donald Trump de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel, y de trasladar allí su embajada de Tel Aviv.

Los palestinos, por su lado, piden a la comunidad internacional apoyo diplomático para que Jerusalén no deje nunca de ser parte de su territorio.

Entre tanto, las protestas civiles no se detienen, y el número de muertos asciende cada semana por cuenta de este longevo conflicto del medio oriente.

Por:Andres Suárez JaramilloSeguir

Fuente: https://www.france24.com

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De 1947 a 2023: el complejo conflicto israelí-palestino, una pugna sin solución a la vista

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¡Recemos para que Jesús traiga a su tierra, Tierra Santa, la paz, y a Jerusalén,  Ciudad de Paz!

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