En la misa de hoy, 24 de julio, en la lectura del santo evangelio según san Mateo (12,38-42) Jesús habla del signo de Jonás como una proyección del suyo, que habría de abrir a la fe y a la conversión, tal y como ocurrió en Nínive tras la predicación de Jonás.
Pero Jesús, ante la exigencia tentadora de los teólogos de entonces —escribas y fariseos— pidiendo un milagro demostrativo —una señal espectacular— de su condición, responde con términos implacables. Jesús les califica —como nos puede calificar hoy a nosotros, que nos creemos tan listos— de generación malvada e idolátrica, y que no tendrán más signo que el de Jonás con su predicación, ni más que las palabras de sabiduría de Salomón a quien una reina —la la reina de Sabá— vino a escuchar. Y además, añade que Él es más que ambos; ellos son uno profeta y el otro rey. Pues bien, Jesús es más que profeta y más que rey. En él se cumple toda profecía y se realiza todo reinado. Hay que añadir un detalle más, a ambos les escucharon curiosamente gente extranjera, no del pueblo de Israel.
San Mateo (12,38-42):
En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: «Maestro, queremos ver un signo tuyo.»
Él les contestó: «Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.»
Dios quiere que seamos receptivos —que nos abramos e impliquemos— a lo que nos quiere decir. Él no se impone por encima de la libertad con que nos ha creado, sino en sintonía con esta libertad. Ahora el Signo que nos ofrece Dios no es reconocible por todos. A veces los que están más alejados están más predispuesto a escuchar al Señor que los próximos. Esto se ve en incredulidad creciente en forma de apostasía del Occidente cristiano.
Hoy más que nunca necesitamos abrir nuestras mentes y nuestros corazones a los signos del Dios. Somos duros de corazón, incapaces de comprender y aceptar, creemos saberlo todo, y vivimos volcados en nuestras ambiciones, egoísmos… Lo cual hace imposible acceder al significado de los singos del Reino. Necesita del arrepentimiento y docilidad que abre las puertas de nuestro ser al Espíritu Santo.
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Palabras del papa Francisco:
El signo que Jesús promete es su misericordia, la que ya pedía Dios desde hace tiempo: misericordia quiero, y no sacrificios». Así que «el verdadero signo de Jonás es aquél que nos da la confianza de estar salvados por la sangre de Cristo. Hay muchos cristianos que piensan que están salvados sólo por lo que hacen, por sus obras. Las obras son necesarias, pero son una consecuencia, una respuesta a ese amor misericordioso que nos salva». Las obras solas, sin este amor misericordioso, no son suficientes. Por lo tanto «el síndrome de Jonás afecta a quienes tienen confianza sólo en su justicia personal, en sus obras». Pero hay más: «El síndrome de Jonás nos lleva a la hipocresía, a esa suficiencia que creemos alcanzar porque somos cristianos limpios, perfectos, porque realizamos estas obras, observamos los mandamientos, todo. Una grave enfermedad, el síndrome de Jonás». Mientras que «el signo de Jonás» es «la misericordia de Dios en Jesucristo muerto y resucitado por nosotros, por nuestra salvación». (Homilía Santa Marta, 14 octubre 2013)