Santos Tomás Moro y Juan Fisher, 22 de junio

Estas dos figuras extraordinarias, Tomás Moro (6-7-1535) y Juan Fisher (22-6-1535), fueron decapitados por el rey inglés Enrique VIII, por su fidelidad a la doctrina católica y al Papa.

Juan Fisher, hijo de un modesto mercero, nació en 1469 en el Condado de York (Inglaterra), estudiando Teología en Cambridge. Su talla espiritual y humana le hizo que fuese, excepcionalmente, ordenado sacerdote con veintidós años, siendo poco después Vicecanciller de la propia Universidad. Gran humanista, promovió diversas cátedras y fundaciones, siendo nombrado Obispo de Rochester, desempeñando un ministerio de verdadera entrega y servicio por amor al Reino de Dios.

Tomás Moro nació en 1477, y estudió en Óxford. Hombre de letras y también gran humanista, fue amigo personal y Gran canciller de Enrique VIII. Sin embargo, las cosas cambiaron cuando el rey se constituyó en cabeza de la Iglesia de Inglaterra porque la Santa Sede no le concedió la nulidad de su matrimonio con Catalina de Aragón, para casarse con Ana Bolena.

Después de cinco siglos, Santos Juan Fisher, arzobispo de Rochester y Tomás Moro, Gran Canciller de la corte del rey, son dos claros testimonios (mártires) muy apropiados para estos tiempos presentes donde se da un proceso de acercamiento entre las iglesias, de cuya separación traumática ellos fueron víctimas; también lo son, porque como ahora se ve, aquella separación fue un sinsentido, y que justo en la actualidad, se está produciendo un abandono considerable del anglicanismo y su derivada americana, apostatando o en pro de su integración en la católica, en la que ellos permanecieron fieles, y otra tercera cualidad de la santidad es su integridad, siendo incorruptibles, sin ceder hasta el martirio «martirio» que hoy es tan corriente en este mundo laicista y perseguidor, en sus múltiples formas del cristianismo.

Estos dos santos ingleses no cedieron  convenciendo o seduciendo a sus conciencias con argumentos según el juego de intereses que convenía para zafarse de una situación comprometedora. Se puede ceder especulando con la jerarquía de valores para justificar y justificarnos de nuestra traición. Pero los hombres grandes, llamados a la santidad no lo hacen, aún a costa de perder la vida. 

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           En el juicio a santo Tomás Moro, para comprometerle definitivamente le plantearon la pregunta: 

           ¿Con quién estás? ¿Con el rey o con el Papa?

           A lo cual Tomás respondió con aplomo:

           Con el Papa. Porque estando con el Papa, se está con Dios.

           Y fue condenando a morir decapitado.

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           A veces hay que jugársela. Si se está con Dios, corremos el riesgo de quedarnos solos, del martirio…

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Les ofrecemos este testimonio de integridad de Tomás Moro, tan ejemplar para nuestros días cuando el nepotismo , el enchufismo y la corrupción entre la clase política y en el Estado es tan común.

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           Santo Tomás Moro quería ser rectilíneo en cuestiones de justicia, pero sus familiares pensaban que era demasiado recto. Uno de sus yernos, William Dauncey, le hizo notar que en tiempos del cardenal Wolsey los propios porteros sacaban buenos dividendos con sus presentaciones y recomendaciones, pero él no podía obtener ningún provecho porque Moro tenía siempre abiertas las puertas para ricos y pobres.

           El Canciller le aseguró que de mil maneras quería ayudarlo; pero añadió:

           Por mi fe, te aseguro, hijo mío, que, si dos partes acuden a mí a pedirme justicia, aunque de mi lado estuviere mi padre y del otro el demonio, daría razón al diablo si sus pretensiones fuesen justas.

           Y mantuvo la palabra. A otro de sus yernos, Master Heron, a quien había aconsejado algún arreglo extrajudicial, pero que seguía porfiando en pedir justicia, le falló en contra.

           Fue esta misma rectitud la que le hizo rechazar los subterfugios que pretendían disfrazar lo que sería una verdadera apostasía, y esto lo llevó a la muerte. Siendo fiel a Cristo.[1]

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Oración

Señor, tú que has querido que el martirio sea el supremo testimonio de la fe, concédenos, por la intercesión de los santos Juan Fisher y Tomás Moro, ratificar con nuestra vida la fe que profesamos con nuestros labios.

Por Jesucristo Nuestro Señor.

Santo Tomás Moro y San Juan Fisher, rogad por nosotros.

 

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Santos: Paulino de Nola, Adán, Nicetas, Juan, Liberto, obispos; Juan Fisher, cardenal; Tomás Moro, Canciller y mártir; Pompiano, Galación, Heraclio, Saturnino, Albano, Flavio, Clemente, mártires; Inocencio V, papa; Consorcia, virgen; Lamberto, abad; Arón, eremita; Domiciano, monje.

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[1] www.elbuenpastor.8m.net

 

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