Reflexiones de Semana Santa

Cristo de Velazquez

A la luz de los hechos de la Pasión del Señor extraemos una sería de reflexiones:

  • Dijo Jesús al respecto del trato que le daban a Él y del que les esperaba a sus seguidores: “Si esto hacen al leño verde, ¿qué será al seco?« (Lc 23,31). Se trata sin duda de una profecía que no ha dejado de cumplirse desde el primer momento con el protomártir san Estaban al poco tiempo de la crucifixión del Leño Verde, y que no ha dejado de cumplirse desde entonces hasta nuestros días, donde se recrudecen las persecuciones de los cristianos como nunca y a lo largo de todo el mundo. Ya incluso previamente a la Pasión de Cristo, pero por su misma causa, hubo persecución: el degollamiento de los Santos Inocentes o la decapitación de san Juan Bautista.
  • La traición de Judas, delatando a Jesús, y su propia traición, acabando con su propia vida. En el relato de la Santa Cena, se dice que el demonio había penetrado en el corazón de Judas y éste salió -de la presencia del Señor- a cometer la traición, y cuenta que era de noche. Efectivamente, cuando el Mal penetra en el ser humano, su corazón se vuelve tinieblas, se oscurece como una noche, en su cualidad y en el tiempo en que se comenten las perversiones; cuando los demonios poseen a alguien no pueden resistir la presencia de Jesús, así Judas sale
  • Pilato mandó a Jesús a Herodes, con la excusa de que al ser de origen galileo pertenecía a su jurisdicción. San Lucas nos dice que Herodes le hizo un prolongado interrogatorio, pero que Jesús no le contesto nada. Algo parecido le paso a Pilato, cuando interrogando posteriormente a Jesús, le reprochó «¿A mí no me contestas?» Es curioso: Dios calla; ante dos personajes sin escrúpulos y duros de corazón, teniendo claro la imposibilidad de tocar aquellos corazones al servicio del Mal, el silencio es lo más significativo, la «respuesta» más elocuente.
  • La brutalidad con que se trató a Jesús, tanto que Pilato lo hizo sentarse ante la situación dramática en apareció el flagelado y coronado de espinas en su presencia. Y he aquí la paradora, Aquel que presentaba un aspecto tan horroroso que no parecía humano «desfigurado no parecía hombre ni tenía aspecto humano» (Is 52,13)-, Pilato afirma: «Ecce homo», dijo Pilato: «¡Aquí tenéis al hombre!» (Jn 19,5).
  • A Jesús se le acusaba políticamente de pretender ser rey, agitador del pueblo para que se rebele contra los romanos y el Cesar. Pilato tuvo delante de sí a un hombre destrozado, que apenas si puede mantenerse en pie, y al que Pilato le hace sentar en su sillón. Y allí, sentado el aquel trono, con una corona de espinas sobre su cabeza, con la caña con que le habían golpeado, colocada entre sus manos, haciendo de cetro, y con la capa color púrpura, de realeza…, se manifiesta simbólicamente, sin pretenderlo, la viva estampa de un rey, el Rey. En la conversión con Pilato este le pregunta: «Dijo entonces Pilato: “¿Luego tu eres rey?” Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey» (Jn 18,37). «Dijo entonces Pilato: `¿Luego tu eres rey?´ Respondió Jesús: `Tu dices que yo soy rey’» (Jn 18,37).  «Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: `Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos´.» (Jn 19,19).
  • El gran número de personajes que durante la Pasión se vieron afectados: Claudia Prócula, la mujer de Poncio Pilato, que en un sueño «descubrió» la relevancia de Jesús, de la que avisó a su marido, y Pilato —que según se cuenta al margen de las Escrituras— se convertiría más tarde (ambos son santos y mártires para ortodoxos y coptos); la figura de la Verónica, la mujer que secó el rostro de Jesús camino del Calvario; Dimas, el buen ladrón, convertido al morir junto a Jesús, y a quién Éste prometió que ese mismo día estaría con Él en el Paraíso; Longinos, el soldado romano de la lanzada en el costado de Cristo, que se convertiría llegado a la santidad; «El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: `Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios´» (Mc 15,39). Pedro, llorando por su triple negación; María Magdalena, una mujer -como tal sin voz- y además pecadora, a quien Dios elige como la primera y protagonista del anuncio de su Resurrección.
  • El sufrimiento agónico de la tanta tortura le llevó a una muerte que le sorprendió a Pilato cuando le comunicaron que había muerto: «José de Arimatea (…) se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.  Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.» (Mc 15,43-44). El agotador martirio comenzó en Getsemaní, allí Jesús en un estado de angustia total, de estrés que le producía sudar sangre; luego al apresarlo los soldados -según cuenta Ana K. Emmerick- de maltrataron y golpearon en el trayecto hasta la casa de sumo sacerdote; allí paso la noche en un cisterna dolorido y sin -seguro- poder descansar; al amanecer ante el Sanedrín, fue golpeado en la cara con una vara que le inflamó el pómulo derecho cerrándole la visión de ese ojo y rompiéndole el cartílago de la nariz; después, llevado a Pilato, fue flagelado salvajemente y coronado de espina y golpeado con una caña… El aspecto de Jesús era dantesco. Le cargaron con la cruz y de camino al Gólgota, tal sería la falta de fuerzas, que llegó a caerse tres veces y tuvieron que buscar quien la cargara…; luego vinieron los clavos y el estar suspendido sobre ellos en la cruz, durante unas tres horas finales. A Jesús, como está escrito no le rompieron piernas para que muriera asfixiado, como hicieron con los dos ladrones; el brutal tormento infringido a Jesús fue tal que había acabado con su vida antes de lo pensado.

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