- Hemos de florecer y dar fruto allí donde hayamos sido plantados; es decir, santificarnos según la voluntad de Dios en las circunstancias en que vivimos y somos, con sus limitaciones y posibilidades. Con esos mimbres y en ese contexto, más o menos propicio, es nos es dado el santificarnos.
- Hay un dicho en pintura que dice «al mal Cristo mucha sangre». Los cuadros de la Pasión que pintan los evangelistas son escuetos, sin regodearse en lo tortuoso, en detalles de morbo sangriento; son narraciones sencillas y concisas. Esto habla del realismo y la veracidad de lo que nos cuenta, sin alardes, sin dramatizar más que no necesario.
- El escrúpulo habla mucho del respeto, pero muy poco de la misericordia.
- Los escrúpulos, la excesiva preocupación por la rectitud, el puritanismo, por cumplir estrictamente y meticulosamente la ley, refleja una peligrosa reflexión sobre sí mismo, un egocentrismo, que nos insensibiliza al dinamismo del Espíritu de Dios. No ahoguéis al Espíritu.
- Seguramente, cuando la Trinidad pensó en crear unas nuevas criaturas -los humanos- que participaran de la vida y que fueran eternamente santas y felices, al igual que los ángeles…, se planteó la cuestión de cómo hacer «la cuadratura del circulo»: crear a alguien con una dignidad extraordinaria: inteligente, amable y libre, pero que no se echara a perder por el posible mal uso de esa libertad que lo engrandece. La solución a tal riesgo fue Jesucristo, el hombre por excelencia y salvador.
- Dios nos quiere santos, felices, como Él. A más santidad más felicidad. En Dios ambas coinciden. Ese es nuestro objetivo, ahora si siempre.
- La sencillez es el camino a la felicidad. La sencillez es lo más difícil para la gran mayoría hoy día, y consiguientemente la felicidad. Los complicados se enredan en la complejidad de una existencia agobiante, que les hace infelices.
- Dios perdona nuestros pecados siempre (“70 veces 7”); el peligro está en no querer su perdón. Y esto puede sucedernos, pues nuestros pecados nos incapacitan para aceptarlo, nos insensibiliza para quererlo; una alma empecatada, sometida a las tinieblas y en sombras de muerte, se hace refractaria a la luz. El endurecimiento del alma humana puede hacer de la condenación una posibilidad; el peligro de «no ser perdonados» existe y consiguiente el de la condenación; depende de nosotros, del mal, de nuestro mal. Todo lo referente a Dios es bueno y salvador.
- Quien no cree se hace autoviolencia. La inocencia es el estado natural del ser humano, luego confiarse es lo naturalmente normal, lo suyo es ser tendente a creer. Esta disposición innata a la creencia es noble y buena, le hace abrirse y trascender, y le engrandece y eleva.
- El ser humano actual ha hecho de su sentir y desear la lógica de su existencia, de su interpretar la realidad y de comportarse. El orden constituido, la naturaleza, la realidad tal y como es dada, de creación, ha sido alterado, reconstruido…. Lo cual supone una rebelión de nefastas consecuencias; de lo que aún no sabemos de todo la dimensión de lo que va a suponer.