Los familiares de Jesús

Vamos a realizar una sucinta relación de las personas que fueron próximas a Jesús en su paso por la tierra. Lo que nos da una idea del buen número de parientes y cercanos que rodearon al Señor y que le siguieron en la expansión de la Buena Nueva.

Es preciso, antes de nada, tener claro este dato: la raíz familiar era muy importante —más que hoy día, por supuesto— en tiempos de Jesús; hay una gran conexión interfamiliar y prolonga la tradición o genealogía, y esto por identidad judía, como pueblo elegido por Dios, con el que Yahvé ha trabado alianza de fidelidad (alianzas), trazando una historia de salvación.    

De este reforzamiento de los vínculos familiares, surge el hecho de que a los primos —es decir, los procedentes de los mismos abuelos— se les considere y denomine como hermanos. En hebreo o arameo, donde el término «ah» (hermano) tiene un campo semántico más amplio que el nuestro y puede incluir otras relaciones de parentesco. La palabra griega adelphos, a menudo traducida como «hermano», puede referirse a cualquier relación familiar.

Y en términos teológicos y de fe, cabe añadir aquello que dijo Jesús: «El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre» (Mt 12,50). Este es el vínculo más importante: aquél por cuyo ser espiritual corre la misma sangre que la divina, el que vive de la gracia, la misma sabia de Cristo, cepa, que vivifica a aquellos que están unidos a Él, sarmientos, haciendo su voluntad.

Después de estas disquisiciones previas, vayamos a hablar de los lazos familiares del Jesús terreno, que nos otorgan los datos concretos, genealógicos, y marco de referencia de una persona humana concreta, que estuvo entre nosotros, como uno de nosotros, igual a cualquier de nosotros excepto en el pecado.

         (Según Ana Catalina Emmerick):

Emorun (o Moruni) tuvo a Emerencia e Ismeria.

         Emerencia tuvo a Isabel, que tuvo a Juan Bautisa.

         Ismeria tuvo a Sobe, Ana y Maraha.

Sobe tuvo a María Salomé (la de Zebedeo), que tuvo a Santiago y Juan.

Maaha tuvo a Arastaria y Cocharia.

Ana (de la tribu de Leví, y Esenia), casada con Joaquín (de la tribu de David y pariente de san José), tuvo a María, que tuvo a Jesús. Ana también tuvo a otra hija: María de Cleofás o Alfeo (Cleofás, primo hermano de san José) que tuvo a Jacob o Santiago el Menor, Simón, Judas Tadeo (del primer matrimonio, antes de enviudar), José, Lidia y Lisa.

José de Arimatea fue hermano menor de Joaquín, padre de María, o sea, tío-abuelo de Jesús. Miembro del Sanedrín. José de Arimatea ofreció la propia tumba como sepulcro de Jesús, donde tuvo lugar la Resurrección.

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Jesús tuvo varios primos de carnales, los hijos de las hermas de la Virgen María, de modo que tenían a los mismos abuelos, Joaquín y Ana, y por lo tanto se les denominaba como hermanos.

Juan Bautista. La madre (Ana) de la Virgen e Isabel eran primas, luego Isabel era tia segunda de la Virgen María. Así, pues, Jesús y Juan Bautista era primos lejanos, de tercera generación, compartieron tatarabuelos.

La Virgen María, aunque pasó a ser de la tribu de Judá, tras desposarse con José, era, como todos antepasados, de la tribu de Leví, la tribu del culto (que vivía muy en la expectativa del cumplimiento de la venida del Mesías).

Jesús contó entre su apóstoles varios familiares: la Virgen María y la madre la Santiago y Juan eran primas, luego Jesús y los hermanos Zebedeos eran primos segundos (es decir, tuevieron el mismo visabuelo). Y como primos carnales y también apóstoles serían: Santiago el Menor, Simón y Judas Tadeo.

Santiago el Mayor, el de los Zebedos, sería el primero de los apóstoles en dar la sangre por Cristo, en Jerusalén, tras evangelizar hasta España, en donde se hayan sus restos, en Santiago de Compostela. Y su hermano Juan, en cambio, sería en único apostol que no moría martirialmente.

Al ser asesinado Santiago el Menor —primer obispo de Jerusalén— por lo judíos, los apóstoles y discípulos se reunieron para elegir a su sucesor en la sede de Jerusalén, eligiendo a su hermano Simón.

Las mujeres que estuvieron con Jesús al pie de la cruz fueron: Su madre, la Virgen María; su tía María de la Cleofás; María Salomé (la de Zebedeo), tia segunda, María Magdalena, Juana y Susana (a quienes Jesús habría liberado de espíritus malignos o curadas de enfermedades, y que le seguían y ayudaban económicamente, ya que poseían bienes). Y que tuvieron el privilegio de ser las primeras en saber de la Resurrección del Señor.

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También todos nosotros formamos parte de los próximos a Jesús:

En una ocasión en presencia de sus parientes y su misma madre Jesús impartió la siguiente doctrina sobre los lazos familiares y los de la fe:

Vinieron su madre y sus parientes; se quedaron fuera y le enviaron un recado para avisarle. Estaba la gente sentada alrededor de él y le dijeron: «Tu madre y tus parientes están fuera y te buscan: Y les respondió: ¿Quién es mi madre y mis parientes? Y, dirigiendo una mirada a los que estaban sentados alrededor de él dijo: He aquí mi madre y a mis parientes. El que hace la voluntad de Dios ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,31-35; Mt 12.46-50; Lc 8, 19-21).

Dios es lo primero en todo, hasta tal punto que antecede incluso al amor familiar, la fe es un vínculo más fuerte que el de la sangre pues une con Dios. Es el parentesco de la familia celeste, y que es para siempre, eterna.

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