La razón del porqué existe esta realidad del Maligno en nuestro mundo, al menos con la capacidad de influir en él, es algo que se nos escapa por su magnitud, cuanto menos, para dar a nuestra lógica una respuesta satisfactoria.
La de que nos ponga a prueba y que nuestra fidelidad a Dios adquiera con la ayuda de su gracia un valor meritorio, no parece del todo suficiente para esclarecer este misterio.
Hay no obstante quien, escéptico, se niega a creer en los demonios (ángeles caídos) y en su presencia en nuestras vidas. Pero la experiencia de tal realidad, las revelaciones particulares y la revelación de las Escrituras ponen de manifiesto que tal presencia demoniaca existe.
- Esto dice la Palabra de Dios:
«Y a vosotros que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el Príncipe del imperio del aire, el Espíritu que actúa en los rebeldes... entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a la Cólera…» (Ef 2,1-3)
«Revestíos de toda la armadura de Dios para que podáis resistir a las insidias del diablo, que no es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires. » (Ef 6,11-12)
«Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como = león rugiente, = buscando a quién devorar.» (1 Pe 5,8)
- Esto demuestra la experiencia:
Amén de la influencia del mal en nuestras mundo, en el actuar de la gente, expresados en los pecados, injusticias y maldades, se manifiesta más tangiblemente en la infinidad los casos de posesiones diabólicas.
Desde Jesucristo en su paso por la tierra, sus apóstoles y los sacerdotes exorcitas a lo largo de la historia (sobre todo, la actual) evidencian estas realidad maligna presente.
Hay una gran cantidad de testimonios recogidos en los Evangelios en que Jesús delata con su autoridad la presencia de los demonios en posesos, a los que libera. Uno de ellos, como botón de muestra:
Marcos, cap. 1:
21 Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar.
22 Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
23 Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar:
24 «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.»
25 Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él.»
26 Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él.
E incluso mandó que sus discípulos hicieran lo mismo ante esa presencia maligna:
Lucas, cap. 10:
1 Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.
17 Regresaron los 72 alegres, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»
18 El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
19 Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño;
20 pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos.»
- Esto dicen las revelaciones o conocimientos particulares:
—Según las visiones de la Beata Ana Catalina Emmerick:
«Uno de los descendientes de Caín fue Tubalcaín; de éste proceden varias industrias y también de él proceden los gigantes. He visto muchas veces que en la caída de los ángeles, cierto número de ellos tuvo un momento de arrepentimiento(6), o de duda, y que no cayeron tan profundamente como los demás.
Estos ángeles recibieron morada en una montaña solitaria, alta e inaccesible, que en el diluvio universal quedó deshecha y se convirtió en un mar de aguas, creo el Mar Muerto. Estos ángeles tenían facultad de obrar sobre los hombres, en cuanto éstos se apartaban de Dios. Después del diluvio desaparecieron de ese lugar y fueron dispersados por el ámbito de los aires. Recién en el juicio final serán arrojados al infierno. He visto a los descendientes de Caín volverse cada vez más impíos y sensuales. Se dirigieron siempre más a esos lugares, y los ángeles caídos se posesionaron de muchas de esas malas mujeres y las dirigían, enseñándoles toda suerte de industrias y seducciones.
Los hijos de estas mezclas eran de grande estatura; estaban llenos de toda clase de mañas y artificios y se hicieron instrumentos de los espíritus y ángeles caídos. De este modo se formó en esa montaña y a su alrededor una raza de gente que por la fuerza y la seducción trató de pervertir a los descendientes del justo Set. Fue entonces cuando Dios anunció a Noé el diluvio, y el patriarca tuvo mucho que sufrir por causa de este pueblo impío y perverso.
He visto muchas cosas de este pueblo de gigantes. Con suma facilidad llevaban enormes piedras a las altas montañas; se volvían más atrevidos, y hacían obras enteramente maravillosas. Los he visto subir derecho por los troncos de los árboles y por las paredes de los edificios, tal como hacen hoy los poseídos por el demonio. Lo podían todo, aún las cosas que parecían más extraordinarias; pero lo más eran fantasmagorías y artificios que hacían por arte diabólica. Por esto he concebido gran aversión a todos los juegos de magia, de prestigio y de adivinación. Hacían toda clase de figuras y trabajos de metal y de piedra. De la ciencia de Dios no tenían y rastro alguno y se hacían toda clase de ídolos para adorarlos. He visto que de pronto hacían de una piedra cualquiera una imagen perfecta, y la adoraban, o algún animal espantoso u otro objeto de abyección. Lo sabían todo; lo veían todo; preparaban venenos; ejercían la magia, y se entregaban a toda clase de pecados. Las mujeres inventaron la música. Las he visto ir de un lado a otro para seducir a las mejores razas y llevarlas a los desórdenes que ellas practicaban. No edificaban casas como las nuestras, sino que hacían torres redondas, muy gruesas, de piedras relucientes, en cuyas bases se apoyaban pequeñas viviendas, que llevaban a extensas cuevas, donde se entregaban a sus horrendos desórdenes y pecados. Sobre los techos de estos edificios se podía caminar en derredor. Subían a las torres y miraban a través de ciertos telescopios a muy grande distancia; pero no por la perfección de estos instrumentos, sino por arte satánica.
Veían donde había otros pueblos y ciudades; iban allá, y los vencían, e introducían sus costumbres de libertinaje: en todas partes introducían esta falsa libertad. Los he visto ofrecer sacrificios de niños, a los cuales enterraban vivos. Dios hundió esta montaña con sus moradores profundamente en el diluvio universal.
Henoch, antepasado de Noé, predicaba contra este pueblo perverso. También ha escrito mucho; era un hombre sumamente bueno y muy agradecido a Dios. En muchos lugares de los campos alzaba altares de piedra, y donde el suelo producían frutos, ofrecía sacrificios a Dios, y agradecía los beneficios recibidos. Así conservó la religión en la familia de Noé. Fue trasladado al Paraíso terrenal y descansó junto a la portada de salida, y con el él otro más (Elías). De ese lugar del Paraíso ha de volver a la tierra antes del juicio final.
Los hijos de Cam y sus descendientes también tuvieron, después del diluvio, relaciones con espíritus malignos; y por eso hubo entre ellos tantos poseídos, tantos entregados a la magia, y poderosos según el mundo, e igualmente hombres grandes, audaces y desenfrenados. Semíramis provenía de la unión de estos influenciados por los espíritus malignos. Ella lo podía todo; sólo ignoraba el arte de salvarse eternamente. De estos gigantes salieron también hombres potentes, tenidos más tarde por dioses en los pueblos paganos. Las primeras mujeres que se dejaron poseer por estos demonios sabían lo que hacían; las demás no lo sabían, pero lo tenían ya metido en la carne y la sangre como otra culpa de origen.»
6 Acerca de los ángeles menos culpables parece coincidir con Santa Francisca Romana, en cuyas revelaciones sobre el Infierno se lee: “Los demonios que están en el aire y entre nosotros son aquéllos que en el tiempo de la rebelión de Lucifer no se opusieron a los planes del rebelde y pensaron permanecer indiferentes entre Dios y Lucifer”.
Espíritus planetarios son, según Ana Catalina Emmerick, los ángeles caídos que no fueron tan culpables como los del infierno, que habitan en los planetas, desde donde descienden para tentar a los hombres; parece recordar a los ángeles que pervagantur in mundo (que vagan por el mundo).
—Según la teología de Santo Tomás de Aquino:
«Hasta el día del juicio final hay que procurar la salvación de los hombres. Hasta entonces, por lo tanto, debe proseguir tanto el ministerio de los ángeles buenos son enviados aquí abajo, cerca de nosotros, mientras que los demonios residen en el aire tenebroso para probarnos «.
Además de los ángeles buenos, fieles a Dios, y que están con nosotros, como ángeles custodios; existen los ángeles malos, o demonios.
Un doble lugar de castigo se atribuye a los demonios: uno, por su falta, es el infierno; el otro, por las pruebas que hacen sufrir a los hombres, es el aire “aire tenebroso”, es decir, la atmósfera terrestre de la que habla la Sagrada Escritura (cfr Ef 2, 2; 6, 12 y 1 P 5, 8).
Después de su pecado Dios habría podido precipitar a todos los ángeles rebeldes en las profundidades del infierno, pero corresponde al sabio utilizar los males para fines superiores.
Mientras el Señor precipita en el infierno a una parte de los ángeles malvados, encierra la otra parte en la atmósfera terrestre para tentar a los hombres.
Dios se servirá de su malicia, perfectamente controlada, para poner a prueba a los hombres y para darles de este modo la ocasión de purificarse y de elevarse espiritualmente.
—Según (aunque no estoy del todo seguro) San Juan Bosco dijo que si los tantos demonios que vagan alrededor del mundo se solidificaran -materilizaran- oscurecerían la tierra.
—Sirva como muestra interesante de una experiencia de nuestros días el siguiente testimonio: