En la lectura de la liturgia de hoy, 7 de septiembre, san Pablo en un espeluznantes y conmovedoras nos refiere las penurias por las que pasa en esta vida el verdadero apóstol de Cristo. Sólo contando con la gracia de una fe total y estando locos de amor por Él se puede vivir en esa actitud de entrega generosa y absoluta por la causa del Reino de nuestro Señor Jesucristo.
Esta locura de amor a lo divino, como se atisba en todo amor profundo y verdadero a nivel humano, “enajena” a tal grado que resulta hasta incompresible para el que lo mira desde fuera; así a los ojos del mundo, de la mundanidad, el cristiano es tenido –como se ve hoy más que nunca, en cuanto a la persecución que padece- como “basura del mundo y el desecho de la humanidad”. Como se está comprobando día tras día se suceden hechos luctuosos contra los cristianos en cualquier parte del mundo –de modo que se ha convertido en la religión más perseguida de la Tierra-, y sin embargo, el silencio generalizado de los dirigentes políticos e instituciones así como de los medios de comunicación resulta de un escandaloso e hipócrita mal disimulado asentimiento (si aplicamos en dicho: “quien calla otorga”).
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1 Cor 4, 6-15:
Hermanos: Si he hablado de Apolo y de mí, ha sido para que aprendieran con este ejemplo a no enorgullecerse de uno despreciando al otro, como ya se lo he escrito a ustedes. Pues, ¿quién te ha hecho superior a los demás? ¿Qué tienes, que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué presumes como si no lo hubieras recibido?
Conque ya están ustedes satisfechos, ya son ricos, ya han obtenido el Reino sin nuestra ayuda… Ojalá fuera esto verdad, para que también nosotros reináramos con ustedes. Porque me parece que a nosotros, los apóstoles, Dios nos trata como a los últimos de todos, como a gente condenada a las fieras, pues nos hemos convertido en todo un espectáculo para el mundo, tanto para los ángeles como para los hombres.
En efecto, nosotros somos los locos a causa de Cristo y ustedes los sensatos en las cosas de Cristo; nosotros los débiles y ustedes los fuertes; nosotros los despreciados y ustedes los dignos de respeto. Hasta el presente pasamos hambre y sed, vamos pobremente vestidos y recibimos golpes; andamos errantes y nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos. Nos maldicen y nosotros les deseamos el bien; nos persiguen y los soportamos; nos calumnian y correspondemos con bondad. Nos tienen, incluso hasta el día de hoy, como la basura del mundo y el desecho de la humanidad.
Les escribo esto, no para avergonzarlos, sino para llamarles la atención como a hijos queridos. Pues aunque como cristianos tuvieran ustedes diez mil maestros, no tienen muchos padres, porque solamente soy yo quien los ha engendrado en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.