Dios nos hace libres

Este texto evangélico se proclama en la misa del sábado 7 de septiembre. De el se desprende una enseñanza sobre a valorar y profundizar por la verdad que contiene y que parece pasar como desapercibida por la contienda provocada por los fariseos.

Este es un hecho contundente, un dogma o verdad de fe, y es que:  los apóstoles seguían a Jesús actuando según su autoridad, Él es que guía la conciencia de sus seguidores, que asumen su voluntad como la voluntad divina expuesta en la Escrituras. Jesús es “Señor del sábado”,  de la ley. La fe y la confianza de Jesucristo por parte de los apóstoles les lleva a la liberación de cualquier ley que se fanatiza chocando con la razón o sentido común. Cristo libera, y quien le sigue se hace libre ante cualquier sometimiento o bloqueador del ejercicio del bien y del amor.

Esta misma libertad de los que seguían a Jesús, entonces, es, la misma de la que y en la que ha de vivir el cristiano de hoy, de ayer y siempre, cuando sigue la guía del Espíritu Santo, enviado por Cristo, y que habita en nosotros como partícipes de su reinado. La presencia del Espíritu y la vida, según el Espíritu nos permiten y exigen caminar según el Espíritu (Gál 5,25; Rom 8,4). Una ley interior, por la ley del amor filial y fraternal.

Evangelio de Lucas 6,1-5

Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, comían. Algunos fariseos les dijeron: “¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?”. Jesús les respondió: “¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus compañeros?”. Después les dijo: “El Hijo del hombre es dueño del sábado”.

Cuando se dice «la verdad os hará libres», no es tanto y propiamente la verdad de la sinceridad o verdad objetiva, real, sino la Verdad -con mayúsculas-, es decir, Jesucristo. Él es la verdad que hace libres.

 

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Palabras del papa Francisco

(Santa Marta, 31 octubre 2014)

Se preocupaban por la ley, descuidaban la justicia. Se preocuparon por la ley, descuidaron el amor. Eran modelos, eran los modelos, y Jesús sólo encuentra una palabra para estas personas: hipócritas. Por un lado vas por todo el mundo buscando prosélitos, buscas y luego cierras la puerta. Hombres de cerrazón, hombres tan apegados a la ley, a la letra de la ley, no a la ley, porque la ley es amor; sino a la letra de la ley, que siempre cerró las puertas de la esperanza, del amor, de la salvación […] Este es el camino que nos enseña Jesús, totalmente opuesto al de los doctores de la ley. Y este camino del amor a la justicia conduce a Dios, en cambio, el otro camino, el de apegarse sólo a la ley, a la letra de la ley, conduce a la clausura, conduce al egoísmo. El camino que va del amor al conocimiento y al discernimiento, a la plenitud, conduce a la santidad, a la salvación, al encuentro con Jesús. En cambio, este camino conduce al egoísmo, al orgullo de sentirse justo, a esa santidad entre comillas. apariencias, ¿verdad? Jesús les dice a estas personas: «Pero a vosotros os gusta ser vistos por la gente como hombres de oración, de ayuno…», ser vistos, ¿no? Por eso Jesús dice al pueblo: «Pero haced lo que dicen, pero no lo que hacen». Jesús se acerca: la proximidad es precisamente la prueba de que vamos por el verdadero camino. Porque es precisamente el camino que Dios eligió para salvarnos: la cercanía. Se acercó a nosotros, se hizo hombre.

 

 

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Catena Aurea

San Ambrosio, in Lucam lib. 5

El Señor empezó a librar al hombre de la observancia de la antigua ley, no sólo por miedo de sus discursos, sino también con su conducta y sus obras. De donde prosigue: «Y aconteció un sábado segundo primero, que como pasase por los sembrados, sus discípulos cortaban espigas,…».
 

Beda

Como los discípulos no tenían tiempo para comer por la impertinencia de las turbas, tenían hambre como hombres; pero cortando espigas, calmaban su necesidad; lo cual es un indicio de la austeridad de la vida, que no buscaban manjares preparados, sino alimentos simples.
 

Teofilacto

Dice, pues: «Y aconteció un sábado segundo primero», porque los judíos llamaban fiesta a todos los sábados. El sábado quiere decir descanso. Muchas veces ocurría que la víspera del sábado era una fiesta, y se le llamaba sábado, a causa de la fiesta; después al verdadero sábado le llamaban segundo-primero, porque era el segundo después de la festividad del día anterior.
 

San Cirilo

Las fiestas eran de dos clases: una que se celebraba en el sábado verdadero, y la otra que se celebraba al día siguiente, y que también se llamaba sábado.
 

San Isidoro

Dice segundo-primero, porque segundo era el de la Pascua, y el primero era el de los Azimos; pues como se inmolaba la pascua en la tarde, se celebraba la fiesta de los ázimos en el día siguiente. Que esto es así, infiérese de que los apóstoles cogían espigas y las comían; porque ya en aquellos días las espigas estaban sazonadas.
 

San Epifanio, Contra haer. lib. 1, haer. 30

En día, pues, de sábado, vióse que pasaban por medio de los sembrados y que cogían espigas, manifestando que había quedado concluida la obligación de guardar el sábado; esto es, Jesucristo, que nos hizo descansar del trabajo de nuestros pecados.
 

San Cirilo

Los escribas y los fariseos, ignorando las Sagradas Escrituras, habían conspirado a una para acusar a los discípulos de Cristo; por lo cual prosigue: «Y algunos de los fariseos les decían: ¿Por qué hacéis,…». Dime tú, cuando se te pone la mesa en día de sábado, ¿acaso no partes pan? ¿Por qué, pues, reprendes a los otros?
 

Beda

Otros dicen que esos cargos se hicieron al mismo Señor; pero pudieron ser dirigidos por diferentes personas al Señor y también a los discípulos; y a cualquiera que se refiriese, el cargo se dirigía a El especialmente.
 

San Ambrosio

El Señor arguye a los defensores de la ley de ignorarla, citándoles el ejemplo de David. Y así dice: «Y Jesús, tomando la palabra, les reprendió: ¿Ni aun esto habéis leído?», etc.
 

San Cirilo

Como diciendo: esto lo expresa claramente la ley de Moisés: Juzgad rectamente y no tendréis acepción de persona, al juzgar ( Dt 1,16-17). ¿Cómo reprendéis a los discípulos, cuando hasta hoy día ensalzáis a David como santo y como profeta, no habiendo observado el precepto de Moisés.
 

Crisóstomo, in Mat hom 40

Obsérvese que cuando se habla al Salvador de sus siervos, cita siervos como David y los sacerdotes, mas cuando habla de sí mismo hace mención del Padre, como cuando dice: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo» ( Jn 5,17).
 

Teofilacto

Los refuta de otro modo, cuando añade: «Y les decía: El Hijo del hombre Señor es también del sábado». Como diciendo: Yo soy el Señor que he mandado guardar el sábado, y como legislador tengo potestad de cambiar el sábado. El Hijo del hombre se llamó Cristo, porque, siendo Hijo de Dios, milagrosamente se dignó hacerse y llamarse Hijo del hombre, por amor a los hombres.
 

Crisóstomo, in Mat hom 40

San Marcos confiesa que dijo esto, refiriéndose a las dos naturalezas, porque decía: «El sábado se ha hecho para los hombres, y no el hombre para el sábado: conviene, por lo tanto, que más bien el sábado se someta al hombre, que no el hombre al yugo del sábado» ( Mc 2,27).
 

San Ambrosio

En esto se encierra un gran misterio. El campo es todo este mundo; la mies del campo es la fecundidad numerosa de santos, esparcidos en el campo del género humano; las espigas de ese campo son los frutos de la Iglesia que eran cogidos por el trabajo de los apóstoles, quienes se alimentaban de nuestro adelanto, y como separando los frutos de las mentes de los follajes de los cuerpos, los sacaron a la luz de la fe, por medio de los preclaros milagros de sus obras.
 

Beda

Restregaban las espigas, porque aquéllos que quieren seguir al cuerpo de Jesucristo, hacen morir el hombre antiguo en sus actos, separándole de los pensamientos terrenos.
 

San Ambrosio

Los judíos creían que esto no era lícito el sábado; mas Jesucristo, por el contrario, predicando el beneficio de la nueva gracia, anunciaba el ocio de la ley y el trabajo de la gracia. Dijo, sin embargo, admirablemente, segundo-primero, y no primero-segundo sábado, porque el sábado de la ley, que era el primero, fue abolido, y el que era el segundo, resultó el primero. Luego se llama sábado segundo, por razón del número, y primero por la operación de la gracia; mejor es el sábado en que se concede el perdón, que el otro en que se establece la pena. Acaso también se llama primero, por la predestinación del consejo, y segundo, por la sanción del decreto. Finalmente, David -fugitivo con sus compañeros- figura en la ley a Jesucristo y sus discípulos, que se ocultan al príncipe del mundo. Mas ¿cómo puede decirse que el que observaba y defendía la ley comió panes y dio a todos los que estaban con él -los cuales no era permitido comer, más que a los sacerdotes-, sino para demostrar por aquella figura que el alimento sacerdotal pasaba al uso de los pueblos, ya porque todos debemos imitar la vida sacerdotal, ya porque todos los hijos de la Iglesia son considerados como sacerdotes? Recibimos la unción del santo sacerdocio, ofreciéndonos a Dios como hostias espirituales ( 1Pe 2). Si, pues, el sábado se ha hecho para los hombres, y si la utilidad de éstos pedía que el hombre hambriento -que por mucho tiempo estuvo privado de los frutos de la tierra-, evitase los ayunos del hambre antigua, pues la ley no se quebranta, sino que se cumple.

 

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