De las lecturas de la Liturgia del domingo 28 de agosto, la primera del libro del Eclesiástico (3,17-18.20.28-29) y el Evangelio de san Lucas (14,1.7-14), nos hemos fijado en estas dos virtudes, una cardinal y la otra teologal, sobre las que nos gustaría comentar algo:
Lectura del libro del Eclesiástico (3,17-18.20.28-29):
Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres,
y te querrán más que al hombre generoso.
Cuanto más grande seas, más debes humillarte,
y así alcanzarás el favor del Señor.
«Muchos son los altivos e ilustres,
pero él revela sus secretos a los mansos».
Porque grande es el poder del Señor
y es glorificado por los humildes.
La desgracia del orgulloso no tiene remedio,
pues la planta del mal ha echado en él sus raíces.
Un corazón prudente medita los proverbios,
un oído atento es el deseo del sabio.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-14):
En sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga:
“Cédele el puesto a este”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Y dijo al que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».
«Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos«. (Lc 14,14). Siempre habrá quien critique -hay gente para todo- que es un dar a los pobres por el interés de ser pegado en el cielo. Primero, Dios lo ha dispuesto así, y es pues suficiente, Él sabrá si hay un grado de egoísmo reprochable o si el peso de la generosa compasión es mayor; y segundo, es ejercer a la vez las virtudes teologales de la esperanza y de la fe, es decir, que se cree en las palabras de futuro de Dios; ah, y una tercera cosa más, hasta el pobre beneficiado se alegra de que seas así, y no como el que se escuda en razones para no ejercer la misericordia y no dar al necesitado; da y no busques excusas rácanas, de «malpagador», de nula generosidad, y haz la voluntad de Dios, que siempre santifica.
La humildad es la reina de las virtudes. “La verdadera humildad es la principal y las abraza todas.”(santa Teresa de Jesús).Todos los santos así la han considerado, siguiendo las enseñanzas de palabra y obra de Jesucristo; comenzado por asumir la humanidad abajándose del trono de su dignidad de rey divino. No ha habido santo que no haya sido, a imagen y semejanza de su Señor, humilde; con una humildad que se hace servidora y elige el último lugar. No hay santidad sin humildad, ni lugar en el banquete del cielo.
Y la humildad va unida a la confianza o la fe que lleva a comprender que cuanto bien podemos hacer no depende sólo de nuestro esfuerzo sino de la gracia de Dios.
El mundo no valora ni entiende la grandeza y el poder de la humildad, los creyentes en Cristo, sì, porque èl fue manso y humilde de corazón, hasta aparecer ante el mundo como el hombre más miserable, con tal de salvarnos. “ÉL revela sus secretos a los mansos” (Eco 3,20), «El secreto de Yahvé es para sus fieles» (Sal 25,14).
Santa Teresa de Jesús: «humildad es andar en verdad». Y mi verdad es que cuanto soy y tengo de muchos dones y talentos, porque todos somos hijos de Dios, y a todos nos ha hecho bien, valiosos, únicos. “La verdadero humilde ha de desear con verdad ser tenido en poco y perseguido y condenado sin culpa, aun en cosas graves.”
«La humildad es la negativa a existir fuera de Dios. La humildad consiste en saber que en lo que se denomina “yo” no hay ninguna fuente de energía que permita elevarse» [1]
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[1] WEIL, S., La gravedad y la gracia, Trotta, Madrid, 1994, pp.87 y 79.