Es la hora de dar la cara, de ejercer de cristianos, de arriesgar algo por una causa justa, de cumplir la voluntad de Dios. Y es el momento preciso y de a campo abierto de dar el testimonio de nuestra fe que nos impele a enfrentarnos al mal con el bien.
Estamos viviendo momentos históricos con arreglo al aborto. Algo comienza a emerger en el mundo, una toma de conciencia de lo que lo supone esta realidad homicida, en la que se exterminan vidas de seres humanos como si fuera un derecho a ello, con el respaldo de las leyes —por votaciones temporales y según el interés de los votantes— deciden establecer que eso, el despedazar, quemar, succionar (extraer arrancándolo) una vida es legítimo (otorgan a cualquier licencia para matar. En España incluso a una niña de 16 años lo puede hacer por su cuenta, sin contar con sus padres).
Esta es la cultura de la muerte con carta de ciudanía, a la que hay que combatir; que produce anualmente: en el mundo 73 millones y en España 90 mil abortos (un país donde mueren más personas que nacen). Es la hora de que los cristianos nos movilicemos, de dar un paso al frente y dedicar tiempo, empeño y valentía. El cristiano que se apunte a esta batalla cultura por la vida, sería más honesto que renunciara a su fe y no hiciera el hipócrita.
Como afirmamos en nuestro artículo Pecado de omisión: el nulo activismo, los cristianos no podemos retrotraernos a vivir nuestra fe de manera intimista, oculta, ajena a nuestro estar en la realidad social que nos ha tocado en suerte. No podeos huir y refugiarnos confortablemente en las paredes del templo o de nuestro entorno estrictamente famular. El compromiso que demanda la fe es una actitud de apertura y dialogo activo con todos los aspecto de la realidad que nos sale al encuentro y en todas sus circunstancias. No nos está permitido rehuir, escabullirnos y desentendernos; la conciencia informada por la fe y el amor que profesamos y de los que vivimos no debería dejarnos en paz, tranquilamente, sin más.
Con todo esto nos estamos haciendo referencia a la necesidad imperiosa de que el cristiano se movilice, que sea activo en su fe, que viva el ser cristiano demostrando que lo es. Lo cual implica dar la cara, moverse, molestarse saliendo de un estado de confort, y hacer esfuerzo y dedicar tiempo. Hay que dar la cara, molestarse, preocuparse, estar activo por nuestra fe, salir de nuestra zona de confort en que hemos instalado nuestra conciencia.
El cristiano (la Iglesia) tiene que salir a la calle y ejercer su dimensión profética defendiendo las causas nobles, justas, queridas por Dios. Los cristianos estamos para hacer la voluntad de Jesucristo en quien creemos. En esos se muestra nuestra fe y nuestro amor a nuestro Señor. Esto acarre que las fuerzas del mal, que se ven impedidas avanzar por ese obstáculo (katejón) que representamos los fieles a Cristo, nos persigan. Esta perspectiva de la cruz es ineludible para los cristianos. No nos está permitido desertar de esa lucha contra las tinieblas. Y para ello el campo de batalla del aborto es el momento en que se nos llama combatir.
Y así es un campo de batalla a nivel mundial que va a ir a más; esto es lo que se constata: en el ámbito provida estadounidense consideran que la furibunda y agresiva reacción por parte de las más altas esferas del poder en defensa del aborto muestra hasta qué punto se ha convertido para ellos en una especie de pseudorreligión. Así lo cree que el senador por Misuri, el republicano Josh Hawley: «El aborto es una ‘religión’ para la extrema izquierda y están dispuestos a todo para imponerla«; este nivel de hostilidad y violencia potencial demuestra —asegura— que “están dispuestos a hacer cualquier cosa para defender esa religión e imponerla a todos los demás. Y es por eso que están dispuestos a quemar la Corte como institución”.
Las palabras ya son algo, sobre todo ante el silencio temeroso de la Conferencia Episcopal Española, a decir cualquier cosa que vaya en contra del Gobierno de turno. Pero hay que hacerlo de continuo y respaldarlo con los hechos. De momento nos quedamos con las palabras de Luis Argüello, obispo auxiliar de Valladolid y portavoz de la Conferencia Episcopal, se pronunció este martes sobre esta ampliación del aborto:
«La defensa y la promoción de la vida es una de las fuentes de civilización. Es una de las líneas rojas que expresan la salud moral, la esperanza de un pueblo: defender y promover la vida».
“los avances de la ciencia nos hacen poder afirmar con toda fuerza que en el seno de una mujer embarazada existe una nueva vida que es preciso cuidar, acoger, defender». Por el contrario, la ley del aborto defiende «el derecho del fuerte sobre el débil, a la hora de eliminar una vida nueva y distinta que existe en el seno de la madre».
Pidió ayudar a las madres, «ofrecer las condiciones, también económicas, laborales, de vivienda, de posibilidad de acoger a esta nueva vida que va a dar a luz. Por eso es tan importante que como sociedad, como Iglesia también, demos un paso adelante en la propuesta de la nueva vida, en la acogida de la nueva vida, en el apoyo a las madres embarazadas».
«Una sociedad que defiende la vida desde el seno de la madre pasando por todas las peripecias vitales, hasta el momento final de la muerte, acogida también como fenómeno que forma parte de la existencia, muestra la salud moral de una sociedad y la esperanza en construir un futuro de bien común».