- La fe es lo más importante de la vida, y junto a esta es lo más grande que podemos proporcionar a nuestros hijos.
- En estado de gracia se atiende mejor la voluntad de Dios, en el sentido de ser escuchada y en el de ser realizada: afina la sensibilidad del oído espiritual para capta lo sobrenatural y recepcionar la fuerza impulsora para llevarla a cabo.
- El fanatismo es destructivo, pues fanatiza obsesivamente su verdad, de tal manera que no se sujeta a razones, su pensamiento se torna irracional. Hoy como nunca en la historia se ha llegada a tal grado de ideologización de la ilógica; todas las ideologías se han vuelto superestructuras irreales; tan solo la fe religiosa cristiana mantiene la razonabilidad, la coherencia.
- El mundo no puede por mucho más tiempo seguir destruyendo la religiosidad cristiana, que comporta una verdad moral e intelectual, una sensatez madura, una esperanza sostenible, al igual que un sentido coherente. Cualquier pensamiento que pretenda ideologizar la verdad camina hacia la autodestrucción.
- La lógica contable del Cielo dista de la de la Tierra: el más pequeño entre vosotros es el más grande en el Reino; los últimos serán los primeros; los humillados, ensalzados; Dios escogió lo necio para doblegar a los soberbios.
- Hasta ahora la verdad que la definía la ley natural, con la libertad de la razón práctica, la conciencia moral de respetar la verdad sobre el bien y el mal, hemos pasado a la verdad definida por consenso, por una mayoría democrática, y ahora, estamos en que quien dice qué es la verdad es el poder: el poder hace la ley y decide qué es bueno o malo.
- En el silencio habla Dios, y hoy el mundo sólo es ruido, y ruido que no escandaliza.
- La conciencia emite un juicio y un reclamo, impera o llama a la voluntad a que se decida por el bien y se oponga al mal. La actitud de no atender a la conciencia acarrea un estado paulatino de tibieza moral o amoralidad; una aptitud cada vez más frecuente en nuestros días.
- El afán, a veces disimulado, destructivo… de la belleza, la verdad, la inocencia y del bien, aunque no se quiera reconocer, siempre obedece a un odio soterrado, a un impulso demoniaco; del que cada cual haría bien en examinarse, por si cual carcoma lo va arruinando por dentro.
- La responsabilidad moral de cada uno por mantener fiel a su dignidad humana para no desfigurarse como persona y deshumanizarse es grande, y hoy día sumida bajo la inconsciencia de no percibirse a sí mismo con el peso de esa grandeza con la que carga por ser el ser que es.