Pensamientos de Fe (140)

  1. La fe es lo más importante de la vida, y junto a esta es lo más grande que podemos proporcionar a nuestros hijos.        
  2. En estado de gracia se atiende mejor la voluntad de Dios, en el sentido de ser escuchada y en el de ser realizada: afina la sensibilidad del oído espiritual para capta lo sobrenatural y recepcionar la fuerza impulsora para llevarla a cabo.
  3. El fanatismo es destructivo, pues fanatiza obsesivamente su verdad, de tal manera que no se sujeta a razones, su pensamiento se torna irracional. Hoy como nunca en la historia se ha llegada a tal grado de ideologización de la ilógica; todas las ideologías se han vuelto superestructuras irreales; tan solo la fe religiosa cristiana mantiene la razonabilidad, la coherencia.
  4. El mundo no puede por mucho más tiempo seguir destruyendo la religiosidad cristiana, que comporta una verdad moral e intelectual, una sensatez madura, una esperanza sostenible, al igual que un sentido coherente. Cualquier pensamiento que pretenda ideologizar la verdad camina hacia la autodestrucción.
  5. La lógica contable del Cielo dista de la de la Tierra: el más pequeño entre vosotros es el más grande en el Reino; los últimos serán los primeros; los humillados, ensalzados; Dios escogió lo necio para doblegar a los soberbios.
  6. Hasta ahora la verdad que la definía la ley natural, con la libertad de la razón práctica, la conciencia moral de respetar la verdad sobre el bien y el mal, hemos pasado a la verdad definida por consenso, por una mayoría democrática, y ahora, estamos en que quien dice qué es la verdad es el poder: el poder hace la ley y decide qué es bueno o malo.
  7. En el silencio habla Dios, y hoy el mundo sólo es ruido, y ruido que no escandaliza.
  8. La conciencia emite un juicio y un reclamo, impera o llama a la voluntad a que se decida por el bien y se oponga al mal. La actitud de no atender a la conciencia acarrea un estado paulatino de tibieza moral o amoralidad; una aptitud cada vez más frecuente en nuestros días.
  9. El afán, a veces disimulado, destructivo… de la belleza, la verdad, la inocencia y del bien, aunque no se quiera reconocer, siempre obedece a un odio soterrado, a un impulso demoniaco; del que cada cual haría bien en examinarse, por si cual carcoma lo va arruinando por dentro.
  10. La responsabilidad moral de cada uno por mantener fiel a su dignidad humana para no desfigurarse como persona y deshumanizarse es grande, y hoy día sumida bajo la inconsciencia de no percibirse a sí mismo con el peso de esa grandeza con la que carga por ser el ser que es.

ACTUALIDAD CATÓLICA