La gracia lo es todo. Es la fuente de la vida. Por ello es lo más importante de nuestra existencia. La Gracia es la presencia del Espíritu Santo en nosotros. La gracia, el don del Espíritu Santo, hace al hombre partícipe de la condición propia de Cristo, de Hijo de Di Padre, y por ello de su naturaleza divina
Desde que nacemos, desde que tenemos en ser, por la «gracia increada», que nos es comunicada en y por el acto mismo de la creación, tenemos vida divina en nosotros, en todos los seres humanos, que nos hace tener que ver con Dios, nos hace hijos suyos; no somos, pues, criaturas entre otras más creadas; hemos recibido el aliento de Dios, su Espíritu presente en nosotros. Hemos sido agraciados por la Gracia de divina. Es una presencia en el alma humana que no se pierde en la vida, por muy recalcitrantemente malo que se sea. Dios es fiel a su designio creador, sigue presente en el hombre, hasta que este se pierda irremisiblemente en la condenación eterna; pero mientras tanto Dios sigue estando con cada ser humano.
Vivir en gracia, es vivir en santificación continúa; esta bajo la influencia espiritual del Espíritu Santo, que nos asemeja a Cristo, haciéndonos tener sus mimos sentimientos. La gracia santificante nos potentica para evitar caer en tentación, para caer en pecado o para levantarnos de él.
Vivir en gracia, en estado de gracia de forma habitual, es fundamental para estar conectado a Cristo, de donde recibimos la vida sobrenatural; estar «en gracia» (Rm 5,2) equivale a estar «en Cristo». Por nuestras venas espirituales ha de correr purificada la vida divina, y es Cristo, estando nosotros en gracia, en comunión con El, Quien nos la proporciona. Como el sarmiento unido a la vid, de quien recibe la savia que le regenera.
Vivir en gracia, constantemente, nos posibilita a que seamos salvados; morir en gracia es certeza de ser salvado. Vivir en gracia, de forma habitual, estar y ser en Cristo, según el Espíritu Santo, y en obediencia al Padre; la vida -la gracia- trinitaria presente en el alma humana.
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