Las riquezas de la Iglesia

Es un topicazo lo del dinero de la Iglesia y su inmenso patrimonio. En cualquier tertulia de terraza de bar puede suscitarse…, y siempre concluye con una escéptica sentencia:  la Iglesia católica si siguiera verdaderamente a Jesús, debería vender sus bienes y dar todo ese dinero a los pobres.

Ya es un clásico de la leyenda negra, que tiene como objeto descalificar a la Iglesia: de que pierda prestigio, autoridad y credibilidad; sobre todo credibilidad en su palabra, en su predicación y en la verdad que conduce a la fe en Cristo.   

Veamos por partes:

  1. Es verdad que la Iglesia tiene cosas de gran valor artístico, pero de muy difícil aprovechamiento mercantil.De entrada, la mayoría de los Estados prohíben vender los bienes de interés cultural; lo mismo cabe decir de la iglesia de cada pueblo o ciudad.
  2. La gente, aún en la pobreza, tiene necesidad de su iglesia (templo o casa de Dios), símbolo y espacio de expresión de su dimensión religiosa. Todo pueblecito, por humilde que sea, tiene su iglesia; es una necesidad fundamental.
  3. El primer error de apreciación es creer que los templos son del clero; los ha construido el pueblo de Dios y son de ese pueblo. Por otra parte, no son tan sólo de la Iglesia católica, sino de la humanidad entera. Además, ¿a quién iba a vender la Iglesia una catedral, o una iglesia de pueblo…? Imagínense vender la catedral de Burgos -pongamos por ejemplo- a un magnate estadounidense, y que trasladara a California, reconstruyéndola piedra a piedra; ¿lo permitirían… los burgaleses?
  4. Sin duda que hay obras de arte y objetos que adornan los lugares de culto con materiales preciosos de gran valor, y eso si sería susceptible de enajenarse… Pero todo ese patrimonio ha nacido en cada caso para el culto y para la evangelización. Tiene sobre todo un valor de uso, que es el que suele justificar su existencia. Y a su vez, ¿sería respetuoso con la voluntad de aquellos que las donaron, como expresión de su fe y amor a Dios; razón porque lo que son?
  5. Hay cosas que no son vendibles, son un legado incanjeable: son expresión de la personalidad de un pueblo, forman parte del ser, e su identidad, su historia, cultura, tradición... ¿Cómo juzgaría la historia, si -por ejemplo- el Ministro de Hacienda para enjugar el déficit público del país del año vendiera todos los cuadros del Museo del Prado? Y si se vendiera La Piedad de Miguel Ángel, el precio de salida, según calculan quienes han aventurar una valoración, no podría ser inferior a los mil millones de dólares; tan sólo un consorcio de bancos o multinacionales americanas, chinas o japonesas podría permitirse semejante adquisición. Esta maravillosa obra que ahora se exhibe gratuitamente en San Pedro para disfrute de todo el mundo, caería bajo el arbitrio de un particular, sociedad o coleccionista multimillonario, y acabaría en algún búnker privado para disfrute exclusivo de su propietario.
  6. Se puede plantear también el que la Iglesia pidiera a sus fieles que en lugar de comprar joyas, cálices o cuadros, para adornar una imagen o una pared de un templo, que ese dinero lo destinara a paliar el hambre en el mundo… Pero regalar algo de valor es expresión de amor. Y tiene -casi como el comer- una función importante en la vida -«alimento del corazón»-. La gente que se quiere, se regala cosas de valor, aunque le supongan un sacrificio, o quizá precisamente por eso. ¿Por qué se les va a prohibir que regalen algo valioso para el culto a Dios o para una imagen que veneran y quieren? Particularmente, cualquiera de nosotros hacemos regalos, a veces muy caros, a nuestros padres, cónyuges, novias o personas queridas, simplemente porque las queremos y pretendemos demostrarles nuestro amor.
  7. Hay cuestiones de la vida que adquieren una dimensión que trasciende lo estrictamente material. Éste es un relato evangélico: Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se acercó a Él una mujer con un vaso de alabastro, de perfume muy caro, y lo derramó sobre su cabeza. Al ver esto los discípulos, se indignaron y decían: “¿A qué viene este despilfarro? Pudo venderse a gran precio, y darse a los pobres.” Jesús se dio cuenta y les dijo: “¿Por qué molestáis a ese mujer? Ha hecho una buena obra conmigo. Pues siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre.[1] El Papa Juan Pablo II, de visita por una de las chavolas de la Favela de Vidigal, en Brasil, entró de repente en una de las barracas y, ante el asombro de los que le rodeaban, se quitó el anillo pontificio y se lo dio a aquellas pobres gentes para que lo vendiesen. Sin embargo, no subastaron el anillo; se conserva allí, en la parroquia de San Antonio, como el tesoro más precioso de la humilde barriada.
  8. También se argumento sobre los gastos que suponen los viajes del Papa…, con ese movimiento de personal, de seguridad, etcétera. ¿Es posible tan cosa? Está demostrado el beneficio económico que supone la visita del Papa para el lugar que visita… No obstante, lo importante es otra cosa. En una ocasión, durante un viaje, un periodista preguntó con cierta dosis de malicia a Juan Pablo II: “Santidad, ¿sabe cuánto cuestan los viajes papales?”. La respuesta del Pontífice fue inmediata: “Y usted, ¿sabe cuánto vale un alma?”. Más vale un alma que todo el oro del mundo. Se suele decir que una vida humana no tiene precio; pero si además es una vida eterna… ¡Cuál será el valor de una vida, cuando Dios mismo dio su vida por la de todos y por la de cada uno!; aunque la humanidad la hubiera compuesto una sola persona, por esa Cristo se habría encarnado y dado la vida.
  9. También se la achaca a la Iglesia siempre se la ha visto próxima los poderosos, a los reyes y nobles, a los ricos… Hay parte de razón en esta crítica. No obstante, tres precisiones: primera, aunque a la Iglesia históricamente se la ha asociado aliada con los más ricos, jamás ha presentado la riqueza como un símbolo de santidad. La pobreza es una virtud cristiana muy apreciada. A los pobres se le denomina bienaventurados. Cristo, “la imagen del Dios invisible”, se identificó con el pobre[2]. Desde la primera tradición cristiana el pobre fue considerado “el vicario de Cristo”. Segunda, hoy día, la Iglesia en sus sacerdotes y religiosos da testimonio de desapego de los bienes materiales, viven con gran austeridad, prescindiendo de caprichos y lujos, que hoy en día están al alcancen de casi cualquier ciudadano. El sueldo del clero es el más bajo de cualquier trabajador; un cura percibe poco más del salario mínimo interprofesional; un obispo, el de un mileurista. Tercera, en el mundo actual, la gente más solidaria y generosa hacia los más desfavorecidos, pertenece a la Iglesia católica. ¡A ver quién hace más por los pobres que la Iglesia! No ha habido institución en el mundo que por dos mil años haya estado pendiente de los necesitados, de los enfermos, de los abandonados, con un ejército de cientos de miles de hombres y mujeres al servicio de los más pobres que la Iglesia  Católica[3].
  10. Para finalizar: no hay institución humana que haya hecho y haga tanto por los pobres como la Iglesia católica y sus fieles. Tanto en lugares lejanos, con sus misiones y ONGs como Manos Unidades y tantas otras; como en las parroquias de cada barrio o pueblo de Occidente, donde Cáritas ejerce una labor extraordinaria, sin mencionar las obras caritativas de cada creyente en particular. Esto es obra el Espíritu que mueve a la Iglesia católica. Decía san Vicente de Paúl: “Ocupémonos con un amor nuevo en el servicio de los pobres, y busquemos incluso a los más pobres y abandonados reconozcamos delante de Dios que son ellos nuestros señores y nuestros amos, y que somos indignos de rendirles nuestros pequeños servicios”. La expresión “los pobres son nuestros amos y señores” se remonta a la Edad Media su uso. El título de “amos y señores”, aplica a los pobres, ese si es el verdadera riqueza de la Iglesia.

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[1] Mt 26,6-11.

[2] Cf. Mt 25,40.

[3] Es un viejo tópico que, afortunadamente, va quedando en el olvido. La Iglesia Católica gestiona 123.000 centros de ayuda a los más necesitados en el mundo sin preguntar su filiación religiosa. Veintidós millones de niños y jóvenes estudian en centros de la Iglesia misionera. Mantiene el 80% del gasto de conservación y mantenimiento del patrimonio histórico-artístico eclesiástico.

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