La Sagrada Familia

Este último domingo del año, 29 de diciembre, la Iglesia celebra la Sagrada Familia. La familia cristiana querida por Dios, está compuesta por un hombre, una mujer y la descendencia.            

Para los que creemos, este es el modelo indicado por Dios para constituir nuestras familias. La comunidad de amor formada por la pareja se ha de abrir a un tercero (hijo/s) para salvarla de riesgo a que acabe en un egoísmo a dos, el tercer miembro perfecciona esa comunidad de vida.

Esta familia cristiana se está viendo ataca en esta época histórica como nunca antes. La cristianofobia cada vez más se extiende a todo lo cristiano, a todas las facetas cristianas, y así, pues, la familia que es una expresión fundamental de la doctrina cristiana y que afecta tanto a las relaciones humanas y cómo ordenar la sociedad a partir de esa pequeña célula. El núcleo familiar se ha convertido en un pilar a derribar. Y el Nuevo Orden Mundial —por oscuras razones— trabaja en este objetivo.

Los ataques a la familia son de distinto tipo: la proliferación de una infinidad de tipo de familias, que hace prácticamente irreconocible este modelo genuino (ejemplo de ello, es el numerosísimo número de hogares con uno solo de los adultos); la usurpación de la misma palabra matrimonio (que etimológicamente proviene del latín matrimonium, que procede de matrem, madre, y monium, calidad de) a trasladarla, desdibujándola, a parejas que no tienen nada que ver con su genuino significado (un ejemplo es el de los gais, que el lugar de llamar a su vinculación gaimonio, se empeñan en utilizar aquel termino); la cada vez mayor injerencia del Estado en el ámbito familiar y del hogar, tratando de regular las relaciones entre sus miembros, e incluso cuestionando en algunos aspectos la patria potestad y autoconcediéndose el Estado a sí mismo un poder por encima de los propios progenitores (lo cual amenaza ir a más).

Esta fecha de hoy es un buen momento para estimar y tomar conciencia de la importancia, sagadra, que tiene la llamada familia cristiana, pieza fundamental en la historia humana. Su cuestionamiento y el riesgo a que deje de tener relevancia social y a que deje de educar a las generaciones venideras según unos valores propiamente cristianos, nos ha de hacer conscientes de ello y valorarlo. Recemos para que esta maravilla que es la familia, la familia cristiana, siga existiendo y aportando valores indeclinables que forjen la sociedad en una gran familia, la familia humana según Dios.

La Sagrada Familia hace a la familia sagrada.

Esta es la hermosa oración a la Sagrada Familia que propone el Papa:

Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.

 

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Estas son las lecturas de la liturgia de la Misa del día de hoy:

Primera lectura

Del Libro del Profeta Samuel (1 Sm 1, 20-22. 24-28)

En aquellos días, Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, diciendo: “Al Señor se lo pedí”. Después de un año, Elcaná, su marido, subió con toda la familia para hacer el sacrificio anual para honrar al Señor y para cumplir la promesa que habían hecho, pero Ana se quedó en su casa.

Un tiempo después, Ana llevó a Samuel, que todavía era muy pequeño, a la casa del Señor, en Siló, y llevó también un novillo de tres años, un costal de harina y un odre de vino.

Una vez sacrificado el novillo, Ana presentó el niño a Elí y le dijo: “Escúchame, señor: te juro por mi vida que yo soy aquella mujer que estuvo junto a ti, en este lugar, orando al Señor. Éste es el niño que yo le pedía al Señor y que él me ha concedido. Por eso, ahora yo se lo ofrezco al Señor, para que le quede consagrado de por vida”. Y adoraron al Señor.

Segunda lectura

De la Primera Carta de Juan  (1 Jn 3, 1-2. 21-24) 

Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque tampoco lo ha reconocido a él.

Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Si nuestra conciencia no nos remuerde, entonces, hermanos míos, nuestra confianza en Dios es total. Puesto que cumplimos los mandamientos de Dios y hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de él todo lo que le pidamos.

Ahora bien, éste es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme al precepto que nos dio. Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos, por el Espíritu que él nos ha dado, que él permanece en nosotros.

Evangelio

Evangelio Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (2, 41-52):

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.

Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia”. Él les respondió: “¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?” Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas.

Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres.

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Palabras del papa Francisco

(Ángelus, 29 diciembre 2024. FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET)

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!

Hoy celebramos a la Sagrada Familia de Nazaret. El Evangelio narra cuando Jesús, de 12 años, al final de la peregrinación anual a Jerusalén, fue perdido por María y José, que lo encontraron más tarde en el Templo discutiendo con los doctores (cf. Lc 2,41-52). El evangelista Lucas revela el estado de ánimo de María, que pregunta a Jesús: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo, angustiados, te buscábamos» (v. 48). Jesús le responde: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» (v. 49).

Es una experiencia casi habitual de una familia que alterna momentos tranquilos con otros dramáticos. Parece la historia de una crisis familiar, una crisis de nuestros días, de un adolescente difícil y de dos padres que no logran comprenderle. Detengámonos a observar a esta familia. ¿Saben por qué la Familia de Nazaret es un modelo? Porque es una familia que dialoga, que se escucha, que habla. ¡El diálogo es un elemento importante para una familia! Una familia que no se comunica no puede ser una familia feliz.

Es hermoso cuando una madre no empieza con un reproche, sino con una pregunta. María no acusa ni juzga, sino que intenta comprender cómo acoger a este Hijo tan diferente a través de la escucha. A pesar de este esfuerzo, el Evangelio dice que María y José «no entendieron lo que les decía» (v. 50), lo que demuestra que en la familia es más importante escuchar que entender. Escuchar es dar importancia al otro, reconocer su derecho a existir y a pensar por sí mismo. Los hijos necesitan esto. Piensenlo bien, ustedes los padres, escuchen, los hijos lo necesitan!

Un momento privilegiado para el diálogo y la escucha en la familia es el momento de la comida. Es bueno estar juntos a la mesa y hablar. Esto puede resolver muchos problemas y, sobre todo, une a las generaciones: los hijos hablando con sus padres, los nietos hablando con sus abuelos… Nunca permanecer encerrado en sí mismo o, peor aún, con la cabeza en el teléfono móvil. Esto no está bien…nunca, nunca esto. Hablar, escucharse, ¡este es el diálogo que hace bien y que hace crecer!

La familia de Jesús, María y José es santa. Sin embargo, hemos visto que ni siquiera los padres de Jesús comprendieron siempre. Podemos reflexionar sobre esto, y no nos sorprendamos si a veces nos sucede en la familia que no nos entendemos. Cuando nos ocurra, preguntémonos: ¿nos hemos escuchado? ¿Afrontamos los problemas escuchándonos unos a otros o nos encerramos en el mutismo, a veces el resentimiento, el orgullo? ¿Nos tomamos un poco de tiempo para dialogar? Lo que podemos aprender hoy de la Sagrada Familia es la escucha mutua.

Encomendémonos a la Virgen María y pidámosle el don de la escucha para nuestras familias.

 

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