La iniquidad y la puerta estrecha

Pixabay

Hoy miércoles, 27 de octubre, 30ª semana del Tiempo Ordinario, la lectura del Evangelio advierte seriamente de lo que parece no tenerse en cuenta: el riesgo de vivir sin tomarse responsablemente la conducta viviendo inicuamente y comprometiendo la salvación.

Así dice la palabra de Dios, según san Lucas (13,22-30):

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»
Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: «Señor, ábrenos»; y él os replicará: «No sé quiénes sois.» Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.» Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.» Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

Una persona le pregunta a Jesús sobre el número de los que se salvarán. Pero Jesús no le contesta sobre esa curiosidad precisa, sino que deriva la cuestión a lo fundamental:

    • Hay que esforzase por ser bueno, por conducirse por el buen camino, por estar próximos a Dios, en amistad con Él según su voluntad…
    • Porque cuando para cada uno llegue el final (cierre la puerta), no nos pille alejados de Dios (fuera); fuera del Reino de Dios, del su reinado, de campo de acción de su divina voluntad; es decir, no seamos extraños, desconocidos para Dios, no de los suyos, y de forma que por mucho que porreemos la puerta, el Señor dirá desde dentro de su Reino: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.»

Algunas precisiones interesantes:

    • Luego el texto sigue diciendo que vendrán de otras partes extremas del mundo y si entrará, se salvarán. Es curioso, los que estamos más en el ombligo el mundo, en el «centro» (Occidente) puede que no lo tengamos tan claro ni asegurada la salvación, en cambio otros que no han tenido tantas noticias de Dios (la Buena Nueva) si que entrarán con mayor facilidad por la puerta estrecha de la salvación; los que parecían los menos apropiados (últimos) para ello, serán los primeros.
    • Otra cuestión a tener en cuenta es el hecho del esfuerzo, la responsabilidad de cada cual, que compromete la salvación; aunque está sea gratuita ofrecida por Dios, teniendo la puerta abierta…, requiere de la aceptación a pasar por ella por parte de cada uno cumpliendo unos requisitos elementales: no ser inicuos; es decir, el que sea injusto y practique la maldad en el modo de obrar no tendrá cabida…

El salmo 12,4-5.6 que acompaña a la lectura del Evangelio, consciente de este riesgo que corremos muchos dada nuestra fragilidad, apela a la misericordia:

R/. Yo confío, Señor, en tu misericordia
Atiende y respóndeme, Señor, Dios mío;
da luz a mis ojos para que no me duerma en la muerte,
para que no diga mi enemigo: «Le he podido»,
ni se alegre mi adversario de mi fracaso.
Porque yo confío en tu misericordia:
alegra mi corazón con tu auxilio,
y cantaré al Señor
por el bien que me ha hecho. 

 

ACTUALIDAD CATÓLICA