El séptimo sello

A la apertura del séptimo sello se produjo un silencio…, un silencio estremecedor por la trascendencia que tenía y porque quien era el único con autoridad para abrirlo era el Hijo de Dios

Aunque ese instante parece detener el tiempo… por la expectación que late ante una intervención del Misterio Tremendo en la historia de manera excepcional, se trata de una acontecimiento cargado de esperanza para el destino de la Humanidad.

Se hallaba escrito: este es un hecho que en algún momento de la historia humana ocurrirá. Se halla profetizado en el libro del Apocalipsis…; es decir, es palabra de Dios.

Llegado un momento, las tinieblas se habrán apoderado del mundo hasta el punto de expulsar la luz del amor y la fe, y perseguir a la Iglesia hasta el martirio de sus fieles y pervertir a la Humanidad hasta extremos de provocar su perdición. Ante doto esto, en el Cielo, los justos y mártires rogarán al Señor que intervenga, que haga algo para evitar que se siga exterminando a los que aún mantienen la fe Cristo. Dios les pide paciencia. Llegado un momento, intervendrá. (Cf. Ap 5, 9-11).

Pues bien, ese momento en que Dios intervendrá habría de llegar de manera inexorable. Y muy probablemente no estará lejos.

El séptimo sello, cumplimenta la totalidad -septenario- de la historia. Y el dueño de la misma, el Señor, por quien ha sido creada y por quien ha sido redimida con su propia sangre, la del Cordero, es el único digno y con autoridad para abrirlos.

Y cantan un cántico nuevo diciendo: «Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos porque fuiste degollado y compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un Reino de Sacerdotes, y reinan sobre la tierra.» Y en la visión oí la voz de una multitud de Ángeles alrededor del trono, de los Vivientes y de los Ancianos. Su número era miríadas de miríadas y millares de millares, y decían con fuerte voz: «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.» (Ap 5,9-12)

Y por fin, el Señor de la Historia abrirá el séptimo sello:

Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo, como una media hora… (Ap 8,1).

Y sucederá lo siguiente:

Entonces a los siete Ángeles que están en pie delante de Dios; les fueron entregadas siete trompetas (Ap 8,2).

Las trompetas entrarán en juego, por tres días. Las siete temibles trompetas serán tocadas, anunciando plagas y acontecimientos horrorosos que devastarán la tierra y mermarán su población. Las trompetas coinciden y quedan más explicitadas con el derramamiento de las igualmente espantosas siete copas.

 A los creyentes no les afectará:

Sólo a los hombres que no llevaran en la frente el sello de Dios (Ap 9,4b).

Pese a estos luctuosos fenómenos, que castigaran -el Gran Día de su cólera- a la humanidad pervertida buscando su conversión:

Los demás hombres, los no exterminados por estas plagas, no se convirtieron de las obras de sus manos; no dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que no pueden ver ni oír ni caminar. No se convirtieron de sus asesinatos ni de sus hechicerías ni de sus fornicaciones ni de sus rapiñas.(Ap 9,20-21)

Las trompetas coincidirán con los «tres días de oscuridad».

Y llegará el último toque del septenaria de trompetas:

Tocó el séptimo Ángel… Entonces sonaron en el cielo fuertes voces que decían: «Ha llegado el reinado sobre el mundo de nuestro Señor y de su Cristo; y reinará por los siglos de los siglos.» Y los veinticuatro Ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se postraron rostro en tierra y adoraron a Dios diciendo: «Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, “Aquel que es y que era” porque has asumido tu inmenso poder para establecer tu reinado. (Ap 11,15-17)

El Señor Jesucristo asume su poder y viene a la tierra a tomar posesión de lo que le pertenece desde siempre y especialmente tras el derramamiento de su sangre en la cruz.

Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco: el que lo monta se llama «Fiel» y «Veraz»; y juzga y combate con justicia. Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas; lleva escrito un nombre que sólo él conoce; viste un manto empapado en sangre y su nombre es: La Palabra de Dios. Y los ejércitos del cielo, vestidos de lino blanco puro, le seguían sobre caballos blancos. (Ap 19,11-14)

Entonces acaecerá en el último día de los tres días de oscuridad, el Harmaguedón:

Y vi que de la boca del Dragón, de la boca de la Bestia y de la boca del falso profeta, salían tres espíritus inmundos como ranas. Son espíritus de demonios, que realizan señales y van donde los reyes de todo el mundo para convocarlos a la gran batalla del Gran Día del Dios Todopoderoso. (Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela y conserve sus vestidos, para no andar desnudo y que se vean sus vergüenzas). Los convocaron en el lugar llamado en hebreo Harmaguedón. (Ap 16,13-16)

Vi entonces a la Bestia y a los reyes de la tierra con sus ejércitos reunidos para entablar combate contra el que iba montado en el caballo y contra su ejército. (Ap 19,19)

Este será el desenlace final:

El Cordero, como es Señor de Señores y Rey de Reyes, los vencerá en unión con los suyos, los llamados y elegidos y fieles. (Ap 17,14)

Cordero, que estaba en pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil , que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. (Ap 14,1)

La Bestia fue capturada, y con ella el falso profeta – el que había realizado al servicio de la Bestia las señales con que seducía a los que habían aceptado la marca de la Bestia y a los que adoraban su imagen – los dos fueron arrojados vivos al lago del fuego que arde con azufre. Los demás fueron exterminados por la espada que sale de la boca del que monta el caballo (Ap 19,20-21)

 

«Hijo de hombre, entiende: la visión se refiere al tiempo del Fin (Dan 8,17)

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