![]()
***** Cuando Jaime tenía cinco años, fue con sus padre a dar un paseo en coche. En un cruce, el padre se saltó un semáforo en rojo. Jaime dijo: —Papá, en la escuela el maestro nos enseño que debíamos detenernos ante una luz roja. Su padre replicó: —No te preocupes, hijo. La carretera no tiene tráfico, y, además, tampoco hay ningún coche de policía. Nadie nos ha visto. Cuando Jaime tenía doce años, su madre le llevó al cine. Antes de entrar le advirtió: —Jaime, si el portero te pregunta qué edad tienes, di que once años. Compré para ti una entrada infantil. Cuando Jaime tenía dieciséis años, oró que el teléfono su padre decía al asesor fiscal de la familia: —Así está bien, Pepe. Olivada lo que te dije acerca de los ingresos adicionales por los derechos de esas acciones. No figuran en ninguna parte, así que sería estúpido pagar más impuestos. Cuando Jaime tenía dieciocho años, fue a la Universidad. Seis meses más tarde sus padres recibieron esta carta del decano de la Facultad: «Estimados señor y señora Martínez: Lamento comunicarles la expulsión de su hijo Jaime de nuestra Universidad. Violó el código de honor del centro docente y fue sorprendido copiando en el examen parcial». La madre de Jaime se echó a llorar: —¿Jaime? ¿Cómo es posible que copiara en el examen? Le educamos en un buen hogar: ¿Dónde aprendió a hacer tal cosa? Y el padre de Jaime suspiró, meneó la cabeza, y declaró entristecido: —¿Cómo pudo hacernos Jaime semejante cosa?[1] *****
[1] LÓPEZ MELÚS, RAFAEL Mª., Caminos de santidad V, ejemplos que edifican, Edibesa, Madrid 2000, pp.126-7. |

