
En la misa de hoy, 8 de mayo, en el Evangelio según san Juan 14,21ss, se nos dice claramente en qué consiste «amar a Dios». Esto dijo Jesucristo: «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama«, «El que me ama guardará mi palabra (…). El que no me ama no guardará mis palabras«.
Hay que destacar algunas cosas al respecto:
Que amar a Dios es algo muy claro y concreto y que no se presta a especulaciones: Hacer su voluntad.
No es, pues, tanto un sentimiento que deriva en sentimentalismo de fe sin obras, sino en una hacer… algo real y preciso. No hay posibilidad de escabullirse tras un creer que no ama, practicando y obedeciendo lo que Jesús nos indica que hagamos.
¿Y cuál es el contenido de ese de guardar su palabra o hacer su voluntad? Hacer lo que El hace, computarse como El se comporta con prójimo, tener sus mismos sentimientos y actitudes para los demás, y en especial, con los más necesitados; practicar, vivir, las Bienaventuranzas, cumplir sus mudamientos, especialmente el de amar a Dios sobre todas las cosas y a los otros como a uno mismo.
Amar a Dios es, pues, como puede verse, de una claridad meridiana, no cabe lugar a la duda; lo que se aparte de esto, se aparta de Jesús, no es de los suyos, no se puede llamar cristiano. Así de simple.
Cuando así se actúa, nos abrimos al amor de Dios, de tal modo que dice Jesús: «Al que me ama será amado mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él«, «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.» Dios se ve complacido en nuestro amor, de tal modo que derramará su amor en nosotros; es decir, la vida trinitaria, la gracia de amor, en nuestro corazón. Dios se manifestará en nosotros, alojándose en nosotros mismos.
El amor glorioso de las tres personas de la trinidad habitará en nuestro ser que se ha abierto, a través de la puerta del amor, de hacernos disponibles, de entregarle nuestra voluntad a la suya, haciendo lo que nos ha dicho y nos dirá a través del Paráclito: «El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho«.
Pero, cuidado, un matiz último: el amor no es mero activismo; se ha de dar también un conocimiento de Jesús, de trato amistoso con Dios, que nos hace empatizar con Él, y para ello está en Espíritu Santo. El cuál nos hace conocer y tener experiencia de encuentro, de trato con el amor de Dios en nosotros, que nos lleva a su vez a amarle, con la fuerza de su amor que se nos ha manifestado y nos impulsa vivificándonos desde nuestro interior.
Lectura del santo evangelio según san Juan (14,21-26):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama será amado mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Le dijo Judas, no el Iscariote:
«Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»
Respondió Jesús y le dijo:
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».