Sólo una cosa es necesaria

En la liturgia de la misa hoy, 8 de octubre,  el evangelio el de según san Lucas 10,38-42, que trata de la famosa esfena de Marta y María, y que en una breves líneas dice tanto…:

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.»

Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán

Lo más importante es esto, el mismo Jesús nos lo dice: estar junto a Él, escuchándole, contemplándole, receptivos a los que nos quiera decir y siempre dispuestos a hacer su voluntad, porque le amamos con el amor conque nos ama.

Juan reclinó su cabeza sobre el corazón de Jesús, quien le revelo los misterios de su Sagrado Corazón. Juan es el contemplativo por antonomasia, y también lo es María Magdalena, quien se extasiara ante Jesús, adorándole: derramando los mejores perfumes y sus lagrimas sobre sus pies, a los que besaba… (Cf. Lc 7,44ss).  Ambos representan dos recorridos existenciales distintos. El uno, por así decir, le viene de natural el trato cercano con Jesús; la otra, es una pecadora arrepentida, a la que Jesús rescata…

María, la hermana de Marta, sentada a los pies de Jesús, le escuchaba embelesada. Marta, que andaba de allá para acá, con los preparativos de la mesa…, se quejó a Jesús, para que Jesús mandara a María que la echara una mano. Entonces Jesús le dijo terminantemente: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada». (Lc 10,41-42). Esto está superclaro, ¿verdad?; pues luego vienen los del pero… y convertirán la oración principal en secundaria y la adversativa en la principal; haciendo caso omiso a lo que Jesús, el Señor, señaló con nitidez. Estos ocurre con cierta frecuencia, para nuestra desgracia.

Santo Tomás de Aquino dice que los hombres mundanos han perdido el sentido del gusto por las cosas espirituales. En un mundo donde la eficacia, la cantidad, el tener, etcétera, sea la lógica dominante, lo espiritual se bate en retirada, pues no tiene nada que hacer; se despreciada por considerarla nada práctico e inútil. Ese mundo no puede comprender otra realidad. Ya lo dicen las Escrituras: El hombre psíquico no acepta las cosas del Espíritu de Dios; son locura para él y no puede entenderlas, ya que hay que juzgarlas espiritualmente.[1] A ello responden los contemplativos: muertos para el mundo, libres de cuanto en éste se ambiciona, sólo para Dios por los hombres y la Iglesia.  

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Palabras del papa Francisco:

¿Qué quiere decir Jesús? ¿Cuál es esa cosa sola que necesitamos? Ante todo es importante comprender que no se trata de la contraposición entre dos actitudes: la escucha de la Palabra del Señor, la contemplación, y el servicio concreto al prójimo. No son dos actitudes contrapuestas, sino, al contrario, son dos aspectos, ambos esenciales para nuestra vida cristiana; aspectos que nunca se han de separar, sino vivir en profunda unidad y armonía. Pero entonces, ¿por qué Marta recibe la reprensión, si bien hecha con dulzura? Porque consideró esencial sólo lo que estaba haciendo, es decir, estaba demasiado absorbida y preocupada por las cosas que había que “hacer”. En un cristiano, las obras de servicio y de caridad nunca están separadas de la fuente principal de cada acción nuestra: es decir, la escucha de la Palabra del Señor, el estar —como María— a los pies de Jesús, con la actitud del discípulo. Y por esto es que se reprende a Marta. (21 de julio 2013)

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«Si nosotros vamos a rezar -por ejemplo- ante el Crucifijo, y hablamos, hablamos, hablamos y después nos vamos, no escuchamos a Jesús. No dejamos que Él hable a nuestro corazón. Escuchar: esta es la palabra clave. No lo olviden. Y no debemos olvidar que en la casa de Marta y María, Jesús, antes que ser Señor y Maestro, es peregrino y huésped. Por lo tanto, la respuesta tiene este primer y más importante significado: Marta, Marta, ¿por qué te afanas tanto en hacer cosas para el huésped hasta olvidar su presencia? -El huésped de piedra- Para acogerlo no son necesarias muchas cosas; es más, necesaria es una cosa sola: escucharlo -he aquí la palabra: escucharlo-, demostrarle una actitud fraterna, de modo que se dé cuenta de que se está en familia, y no en una «hospitalización provisional»». (Homilía, 17 de julio de 2016).

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El Evangelio de la Liturgia de este domingo nos presenta un animado cuadro doméstico con Marta y María, dos hermanas que ofrecen hospitalidad a Jesús en su casa (cfr Lc 10,38-42). Marta se ocupa inmediatamente de la acogida de los huéspedes, mientras que María se sienta a los pies de Jesús para escucharle. Entonces Marta se dirige al Maestro y le pide que diga a María que la ayude. La queja de Marta no parece fuera de lugar; por el contrario, sentimos que tenemos que darle la razón. Y sin embargo Jesús le responde: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,41-42). Es una respuesta que sorprende. Pero Jesús muchas veces vuelca nuestra forma de pensar. Preguntémonos por qué el Señor, incluso apreciando la generosa atención de Marta, afirma que la actitud de María es preferible.

La “filosofía” de Marta parece esta: primero el deber, después el placer. La hospitalidad, de hecho, no está hecha de bonitas palabras, sino que exige poner la mano en los fogones, ocuparse de todo lo necesario para que el huésped se sienta bien acogido. Esto, Jesús lo sabe muy bien. Y de hecho reconoce el esfuerzo de Marta. Pero, quiere hacerle entender que hay un orden de prioridad nuevo, diferente al que hasta ahora había seguido. María ha intuido que hay una “parte buena” a la que hay que dar el primer lugar. Todo lo demás viene después, como un arroyo de agua que brota de la fuente. Y así nos preguntamos: ¿Y qué es esta “parte buena”? Es la escucha de las palabras de Jesús. Dice el Evangelio. «María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra» (v. 39). Notamos: ella no escuchaba de pie, haciendo otras cosas, sino que estaba sentada a los pies de Jesús. Ha entendido que Él no es un huésped como los demás. A primera vista parece que ha venido a recibir, porque necesita comida y alojamiento, pero en realidad, el Maestro ha venido para donarse a sí mismo mediante su palabra.

La palabra de Jesús no es abstracta, es una enseñanza que toca y plasma la vida, la cambia, la libera de las opacidades del mal, satisface e infunde una alegría que no pasa: la palabra de Jesús es la parte buena, la que había elegido María. Por eso ella le da el primer lugar: se detiene y escucha. El resto vendrá después. Esto no quita nada al valor del empeño práctico, pero eso no debe preceder, sino brotar de la escucha de la palabra de Jesús, debe estar animado por su Espíritu. De lo contrario, se reduce a fatigarse y agitarse por muchas cosas, se reduce a un activismo estéril.

Hermanos y hermanas, aprovechemos este tiempo de vacaciones, para detenernos y ponernos en escucha de Jesús. Hoy cuesta cada vez más encontrar momentos libres para meditar. Para muchas personas los ritmos de trabajo son frenéticos, extenuantes. El periodo de verano puede ser valioso también para abrir el Evangelio y leerlo lentamente, sin prisa, un pasaje cada día, un pequeño pasaje del Evangelio. Y esto hace entrar en esta dinámica de Jesús. Dejémonos interpelar por esas páginas, preguntándonos cómo está yendo nuestra vida, mi vida, si está en línea con lo que dice Jesús o no mucho. En particular, preguntémonos: cuando empiezo el día, ¿me lanzo de cabeza a las cosas que tengo que hacer o busco primero la inspiración en la Palabra de Dios? A veces nosotros empezamos los días de forma automática, a hacer las cosas… como las gallinas. No. Debemos empezar los días en primer lugar mirando al Señor, tomando su Palabra, breve, pero que sea esta la inspiración del día. Si salimos de casa por la mañana teniendo en mente una palabra de Jesús, seguramente el día adquirirá un tono marcado por esa palabra, que tiene el poder de orientar nuestras acciones según lo que el Señor quiere.

La Virgen María nos enseñe a elegir la parte buena, que no nos quitarán nunca.  (Ángeles, 17 de julio de 2022).

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Catena Aurea

 

Beda

El amor a Dios y al prójimo, que antes había explicado el Señor por medio de palabras y parábolas, ahora lo expone por medio de obras y de verdades. Dícese, pues: «Y aconteció que, como fuesen de camino, Jesús entró en una aldea».
 

Orígenes

San Lucas no dice el nombre de esta aldea, pero San Juan la expresa, llamándole Betania.
 

San Agustín de verb. Dom. serm. 26

El Señor, que vino a su casa, y los suyos no lo recibieron ( Jn 1), fue aceptado como huésped; por esto sigue: «Y una mujer, que se llamaba Marta, le recibió en su casa», etc. Lo acogió como suele recibirse a los peregrinos; sin embargo, en realidad la sierva recibió a su Señor, la enferma a su Salvador, la criatura a su Creador. Y no digas: «Bienaventurados los que merecieron recibir a Cristo en su propia casa». No te aflijas, puesto que ha dicho:»Lo que hicisteis a uno de mis pequeñuelos, a mí me lo hicisteis» ( Mt 25,40). Tomada la forma de siervo, quiso en ella ser alimentado por sus siervos, por dignación, no por condición. Tenía carne en la que sentía el hambre y la sed; pero cuando tuvo hambre en el desierto, los ángeles le servían ( Mt 4). Por ello, si quiso ser alimentado, lo hizo por el que lo alimentaba. Marta, pues, disponiendo y preparando la comida al Señor, se ocupaba en su servicio; pero María, su hermana, eligió más bien ser alimentada por el Señor. Pues, sigue: «Y ésta tenía una hermana, que se llamaba María, que sentándose junto a los pies del Señor, oía su palabra».
 

Crisóstomo

No se dice simplemente de María que estaba sentada cerca de Jesús, sino junto a sus pies; es para manifestar la presteza, la asiduidad, el deseo de oírlo y el gran respeto que profesaba al Señor.
 

San Agustín de verb. Dom. serm. 27

Con cuanta más humildad se sentaba a los pies del Señor, tanto más percibía; porque el agua afluye a la profundidad de los valles, mientras se aparta de la cumbre de los montes.
 

San Basilio

Toda obra y toda palabra del Salvador es una regla de piedad y de virtud. Por esto se vistió de nuestra carne, para que nosotros lo imitemos en cuanto nos sea posible.
 

San Cirilo

Con su ejemplo enseña a sus discípulos cómo deben portarse en las casas de aquellos que los reciben; para que cuando vayan a alguna casa no estén allí ociosos, sino dando santas y divinas enseñanzas a quienes los reciben. En cuanto a los que preparan la casa, éstos deben salir a su encuentro con fervor y alegría por dos razones: primera, porque serán edificados por aquellos que reciben, y segunda, porque recibirán el premio de su caridad. Por esto sigue a continuación: «Pero Marta estaba afanada», etc.
 

San Agustín ut sup

Marta servía bien al Señor en cuanto a la necesidad del cuerpo y la voluntad, como a un mortal; pero el que estaba en carne mortal, en el principio era el Verbo; he ahí lo que María oía: «El Verbo se hizo carne»; he ahí a quien servía Marta. Esta trabajaba, aquélla meditaba. Sin embargo, Marta, trabajando mucho en aquella ocupación y negocio de servir, interpeló al Señor y se quejó de su hermana. Prosigue, pues: «Y le dijo, Señor, ¿no ves cómo mi hermana me ha dejado sola para servir?», etc. Estaba María absorta oyendo la dulzura de la palabra del Señor; Marta le preparaba el convite, en el cual María ya se gozaba. Escuchando, pues, suavemente las dulces palabras y alimentándose en el recogimiento de su corazón, cuando su hermana interpeló al Señor ¿cómo pensamos que ella temería el Señor le dijese: Levántate, y ayuda a tu hermana? Estaba absorbida por una admirable suavidad, mayor en el alma que en el cuerpo; pero quiso más bien someter su causa al Juez, sin tomarse el trabajo de contestar, porque, si se ocupase en responder, debilitaría la intención de oír. Prosigue, pues: «Y respondiéndole, dijo el Señor: Marta, Marta», etc. La repetición del nombre es señal de dilección, o acaso para mover la atención, a fin de que escuche más atentamente. «Te fatigas en muchas cosas», esto es, estás ocupada en muchas cosas. Quiere el hombre complacer cuando sirve, pero alguna vez no puede: se busca lo que falta, se prepara lo que se tiene, y el ánimo se distrae. Si Marta hubiera sido suficiente, no hubiera pedido el auxilio de su hermana. Son muchas cosas, son diversas, porque son carnales, porque son temporales. Se prefiere uno a muchos; porque uno no viene de muchos, sino muchos de uno. De donde sigue: «Una sola cosa es necesaria». Quiso ocuparse en uno, según aquellas palabras: «Bueno es para mí adherirme a Dios» ( Sal 72,28). Uno son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y a este uno no llegamos sino en cuanto todos tenemos un solo corazón ( Hch 4).
 

San Cirilo

O de otro modo: Cuando alguno de nuestros hermanos reciba a Dios, no se afanen por muchas cosas, ni pidan lo que por sí pueden conseguir; porque lo que es de sobra incomoda ordinariamente en todas las cosas, produce enfado en los que quieren servir y los convidados experimentan que son causa de trabajo para los otros.
 

San Basilio in regulus fusius disputatis ad interrogat. 59

Es también absurdo tomar alimentos para el sustento del cuerpo, y por ellos perjudicar otra vez al cuerpo e impedirle cumplir los mandamientos divinos. Si, pues, viene algún pobre que reciba un modelo y un ejemplo de la moderación en la comida, no preparemos nuestra mesa como la de aquéllos que quieren vivir en las delicias. Uniforme debe ser la vida del cristiano y tender al mismo fin, a saber, a la gloria de Dios; mientras que los que son de fuera tienen una vida diversa y multiforme, según la variedad de sus gustos. Mas tú, ¿por qué, mientras preparas abundancia de comida y motivos de satisfacción a tu hermano, censuras su conducta, haces caer sobre él la fea mancha de glotón y le murmuras en lo mismo que le preparas? El Señor no alabó a Marta, ocupada en preparar muchos manjares.
 

San Agustín de verb. Dom. serm. 27

¡Cómo! ¿Creemos que fue vituperada la conducta de Marta, que se ocupaba en las faenas propias de la hospitalidad, cuando tan gozosa estaba por tener un huésped tan grande? Si esto es así, que cesen los hombres de servir a los pobres, dedíquense a la palabra, ocúpense en la ciencia saludable y no se cuiden si hay algún peregrino en el lugar, si alguno necesita de pan; abandonen las obras de misericordia, aplicándose sólo a la ciencia.
 

Teofilato

El Señor no vitupera la hospitalidad, sino el cuidado por muchas cosas, esto es, la absorción y el tumulto. Y vean cómo el Señor nada dijo primero a Marta; mas cuando ella intentaba distraer a su hermana, entonces el Señor, habida ocasión, la corrigió. La hospitalidad es honrada mientras que nos atrae a las cosas necesarias; mas cuando empieza a estorbar a lo más útil, es manifiesto que la atención a las cosas divinas es más honrable.
 

San Agustín, de Verb. Dom., serm. 27

El Señor no reprende, pues, la obra, sino que distingue las ocupaciones; por eso sigue: «María ha escogido la mejor parte», etc. Tú no la elegiste mala, pero ella la eligió mejor. Y ¿por qué mejor? Porque no le será quitada. A ti se te quitará alguna vez el cuidado de los necesitados (porque cuando vengas a aquella patria no encontrarás peregrino a quien hospedar); pero se te quitará para tu bien, para darte el descanso. Tú navegas, aquélla está en el puerto. Eterna es la dulzura de la verdad; se aumenta en esta vida, se perfecciona en la otra, jamás se quita.
 

San Ambrosio

Que el deseo de la sabiduría te haga como María; ésta es la obra más grande, la más perfecta. Que el cuidado de tu ministerio no te aparte del conocimiento del Verbo celestial, ni acuses, ni estimes ociosos a los que veas dedicados a la sabiduría.
 

San Agustín, De quaest. Evang. 2, 30

En sentido místico, Marta, recibiendo al Señor en su casa, representa la Iglesia, que ahora lo recibe en su corazón. María, su hermana, que estaba sentada junto a los pies del Salvador y oía su palabra, representa la misma Iglesia, pero en la vida futura, en la que, cesando de todo trabajo y ministerio de caridad, sólo goza de la sabiduría. En cuanto a que Marta se queja de su hermana porque no le ayuda, se da ocasión a la sentencia del Señor, con la que muestra que esta Iglesia se inquieta y turba por muchas cosas, cuando sola una cosa es necesaria, a la cual llega por los méritos de este ministerio. Dice que María «eligió la mejor parte», porque por ésta se va a aquélla que no se quita jamás.
 

San Gregorio, 6 Moral., cap. 28

O por María, que escuchaba sentada las palabras del Señor, se expresa la vida contemplativa; y por Marta, ocupada en las cosas exteriores, la vida activa. El cuidado de Marta no se reprende, pero se alaba el de María; son grandes los méritos de la vida activa, pero son mayores los de la contemplativa. Se díce además que nunca le será quitada la parte a María, porque las obras de la vida activa pasan con el cuerpo, mientras que los              

 

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[1] 1 Cor 2,14.

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