Pensamientos de Fe (139)

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  1. Digámoslo claramente el ser humano ha dejado de ser moral. Después de esto, el diluvio.     
  2. En el universo hasta lo más nimio creado sigue unas leyes perfectas. Es el orden natural por el Creador establecido. El hombre del pecado original y, en su máxima expresión, el actual, ha  irrumpido en ese “eco sistema”, quebrándolo, por su mal uso de la libertad con arreglo a su dignidad y grandeza otorgada por Dios, violentándolo al desobedecer esa voluntad divina que lo gobierna todo expresada en la ley natural. Esta rebeldía es lo peor que ha acaecido a la Humanidad.
  3. Estamos necesitados de espacios de silencio, sobre todo en estos tiempos trepidantes, donde el ruido de la materia ahoga “el susurro de una brisa suave” (1Re 19,12) –en la que Elías percibió que se hallaba Dios-. El silencio contemplativo es el antídoto al ateísmo imperante de este mundo. “En el silencio de la adoración recibimos la gracia de Dios” (Papa Francisco).
  4. Que el más allá, la otra vida eterna, exista es una necesidad de justicia, una derrota del mal, para que este no tenga la última palabra. Habrá juicio, para “ajustar cuentas” –para esclarecer y poner en evidencia muchas cosas ocultas- y confirmar a los buenos en su santidad y restituir en felicidad a los que en esta vida les ha sido arrebata, pues el Creador quiso que fuéremos felices, santamente felices, y allí, en su reino, en su seno, en su gloria, lo seremos.
  5. Estos serán allí reconocidos y restituidos en su verdad: “¡Cuántas personas pagan caro el precio del compromiso por la verdad! ¡Cuántos hombres rectos prefieren ir contracorriente, con tal de no renegar la voz de la conciencia, la voz de la verdad!” (Papa Francisco).
  6.  Tener fe se traduce el hacer la voluntad de Dios. Si esto, por mucho que se diga creer no hay tal, sino engaño manifiesto.
  7. Hay que tomarse muy seriamente esto: «La fecundidad de nuestra vida depende de la oración” (Papa Francisco). Pues sólo estando en contacto con Dios recibimos la gracia de su vivir para que vivamos según Él, cuyo fruto es la caridad, el amor trinitario
  1. Estamos en tiempos de una pérdida de respeto a sí mismo, por el desprecio a la dimensión moral fundamental del ser humano. La inmoralidad de la corrupción se vuelve una cosa normal. Se vive como si fuera parte de la normalidad del bienestar humano. Esto no hace sino mortificar la dignidad: amoralidad destruye el componente básico de hacerse cargo de la libertad éticamente responsable.
  2. La irracionalidad de la razón. Esto es lo que sucedió con la Ilustración. Lo que Goya pintó con profunda intuición en su obra «el sueño de la razón produce monstruos». Es una razón desordenada, sin moral; no es razón práctica de Kant; es la razón asilvestrada, sin ley natural; aunque no lo parezca es una razón echada al monte donde domina la ley de la selva de los más influyentes de consenso que dispone su bien y mal, en manifiesta rebeldía con lo razonablemente querido por la voluntad de Creador.
  3.  Esta es una advertencia para aclarar dudas a quien corresponda: “No os llaméis a engaño: los inmorales, idólatras, adúlteros, afeminados, invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios.» (1 Cor 6,10).

 

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