El Evangelio (Jn 3,5a.7b-15) de la Liturgia del día 18 de abril, es parte y continuación de del de ayer (Jn 3,1-8), narran el interesante encuentro Jesús con Nicodemo, fariseo y con autoridad.
Nicodemo acudió a ver a Jesús de noche, por no ser visto por los suyos, judíos fariseos, y porque era de noche para él, estaba en la oscuridad, cagado a no entender… la espiritualidad del reino, es decir, a Jesús y su predicación: «el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios». Nicodemo se maneja en una mentalidad muy estrecha y mundana, «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo?».
Jesús se debió de quedar asombrado de las pocas luces de un hombre instruido. Y le aclaró: «el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.» Es decir, es un nacer de otro orden, un nacer espiritual, un renacer del alma por el Espíritu divino, que bajo su libre influjo la vitalizaría: «el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu«.
Pero Nicodemo insiste: «¿Cómo puede suceder eso?». Y Jesús añadió: «¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes?». Y hablando en principio en plural mayestático continuó: «hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.» De modo que incluso los fariseos andáis descarriados en las cosas más inmediatas y terrenales, como los mandamientos que no cumplís, convertidos en prejuicios y normas como cargas pesadas, sin sentido y opresivas; y sois refractarios a creer en mi testimonio y en mis palabras, ni aunque os habla de cosas de aquí abajo; de manera que se os hace difícil cuando creer en las cosas del cielo y a quien las cuenta, el Hijo del hombre, el que verdaderamente las conoces, pues ha venido del mismo cielo.
Y remata Jesús, haciendo alusión a su comprometida misión: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna». Lo cual nos recuerda la carta de san Pablo a los Filipenses (2,6-11), que se leyó en la segunda lectura del domingo de ramos: «Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.»
Lectura del santo evangelio según san Juan (3,1-8):
HABÍA un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta:
«¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu».
Lectura del santo evangelio según san Juan (3,5a.7b-15):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Nicodemo le preguntó:
«¿Cómo puede suceder eso?».
Le contestó Jesús:
«¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna».