Mandamiento del amor

Christian R. Rodríguez. Cathopic

Hoy, 12 de mayo, en la liturgia de la misa se lee el evangelio (Jn 15,12-17) en que Jesús nos expresa enfáticamente su voluntad de que -ante todo- amemos. Cuando a Jesús le quedaba poco de estar con sus discípulos, en la ultima cena, les encomendó el mandato del amor: Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros.” (Jn 13,33a-34).

 Lectura del santo evangelio según san Juan (15,12-17):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».

El amor es el que sostiene nuestra vida, la cual surgió de la Vida, que existía desde el principio (Cf. 1 Jn 1,1-2), por puro amor; pues como revela la Escritura: «Dios es amor» (1 Jn 4,8). Él vive en sí mismo la plenitud de la comunión como Trinidad, y rebosa este amor sobre sus criaturas. A cuantos le acogen, les da el poder de convertirse en hijos suyos (cf. Jn 1,12; 1 Jn 3,1), haciéndonos capaces de amar con su amor, que fluye por nuestras venas del alma. «Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.» (1 Jn 4 ,7-8).

Jesucristo pone especial empeño en que nos conduzcamos según su voluntad que no es otra que la de que amemos. En la medida que amamos, según él, «como Yo os he amado». Le amamos, pues en el amor se manifiesta la vida y a su vez cumplimos su voluntad, en la cual se plasma en amor que le tenemos.

Jesús insiste en el término permanecer, permanecer en Él, en su amor. En la media que amamos estando en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo, en esa misma medida somos capaces de amar y amamos a Dios. El permanecer aparece por Tres veces nos dice hoy Jesús en el Evangelio: “permaneced en mi amor”. El evangelista utiliza la forma imperativa, por lo que no es un consejo, sino una orden. Es una exigencia para que tengamos vida en la Vida. En un versículo anterior Jesús había dicho: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.» (Jn 15,5). Aquí se comprende en su justa dimensión lo que supone permanecer en comunión con Jesús; de tal forma que si no hay esta íntima unión, amistad, la Vida -la gracia- que debería correr por nuestras «venas» no producirá fruto, como la savia por los sarmientos; de no ser así la vida languidece y se seca. “Os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”.

La relación de amistad es un compartir intimidad, conocerse profundamente, con amor, comparte la intimidad, lo más profundo de nuestro ser:Os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” . Y una amistad, que como tal,  que implica  estar dispuesto a hacer lo que el amigo pida: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.” “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.” “Lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo de”. Y la amistad  de la que Jesús llega al extremo de hacer por el amigo cuanto sea preciso, incluso hasta dar la vida: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.

A su vez este amor pone de manifiesto su origen, testifica: «La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros».

Esto es serio. Jesús insiste machaconamente en que amemos según Él. Este mandamiento ha salido de la mismísima Trinidad: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo».

Esto dijo Jesucristo de forma concluyente: «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama«,  «El que me ama guardará mi palabra (…). El que no me ama no guardará mis palabras«. (Jn 14,21ss).

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